El silencio que se instaló en el estudio tras el abrazo de Ethan y Ava fue largo y cálido, como si el mundo se hubiese detenido en ese instante para permitirles respirar, y para darles una tregua. Afuera, el sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y violáceos, como si la naturaleza misma quisiera bendecir aquel momento de reconciliación.Durante un largo rato, ninguno de los dos dijo nada. Permanecieron así, envueltos en un abrazo que era más que físico: era una promesa, una súplica muda, y una declaración sin palabras. Los brazos de Ethan rodeaban a Ava con una firmeza tierna, como si temiera que, si la soltaba, se desvanecería. Y Ava, por su parte, se aferraba a él con una mezcla de necesidad y alivio, como si finalmente hubiera encontrado el lugar donde debía estar.Podían oírse sus respiraciones, acompasadas, y el tenue latido de sus corazones resonaba en el silencio, creando una melodía íntima,e invisible, solo para ellos.Ethan fue el primero en moverse
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