En la bodega, una figura se movía entre monitores y líneas de código, su rostro iluminado únicamente por el brillo de las pantallas. Las pulsaciones en la terminal indicaban que el ataque estaba en marcha. Cada segundo que pasaba era un golpe más en la seguridad de la empresa de José Manuel y, de manera más intensa, en los sistemas de Eliana.El hacker, un hombre de rostro serio y mirada afilada, apenas pestañeó cuando la puerta tras él se abrió. Sus dedos no dejaron de moverse sobre el teclado.—Espero que tengas buenas noticias —dijo una voz femenina, firme y autoritaria.El hacker apenas inclinó la cabeza, sin dejar de trabajar.—Todo marcha según lo planeado. He debilitado la seguridad de las cuentas, infiltrado archivos y borrado rastros que los lleven a mí. Ellos siguen culpándose entre sí.La mujer, oculta entre las sombras, dejó escapar una leve sonrisa.—Perfecto. ¿Han intentado rastrear el origen?—Sí, pero no tienen idea de lo que enfrentan. La mujer asintió con satisfacci
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