La noche había caído sobre la casa de los Santacruz, y con ella llegó un silencio denso que envolvía cada rincón. Samuel, el pequeño de la familia, estaba acostado en su cama, arropado hasta el cuello con su manta favorita, aquella que tenía estampados de superhéroes. Aunque el día había transcurrido con normalidad, algo en el ambiente le hacía sentirse inquieto. No podía explicarlo, pero desde que Samantha había llegado a su vida, las cosas no eran iguales. Ella siempre sonreía, siempre parecía amable, pero había algo en su mirada que lo hacía sentir incómodo. Algo que no podía entender, pero que lo perturbaba.Samuel cerró los ojos con fuerza, intentando dormir. Sin embargo, el sueño no llegaba. En su mente, imágenes confusas comenzaron a mezclarse: Samantha aparecía en sus pesadillas, con una sonrisa fría y ojos que brillaban en la oscuridad. En el sueño, ella lo perseguía por un pasillo interminable, y por más que corría, no podía escapar. Sus pasos resonaban detrás de él, cada ve
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