José Manuel estaba en su oficina en Santacruz Tech, revisando los avances de su equipo en el desarrollo del proyecto, cuando una alerta roja apareció en la pantalla de su computadora. “Intento de acceso no autorizado detectado” Frunció el ceño y se inclinó hacia la pantalla. No era común que alguien intentara entrar en su sistema, mucho menos en los servidores donde se almacenaban los archivos confidenciales de la empresa. —¡Laura! —llamó con voz firme. Su asistente entró rápidamente, notando su expresión tensa. —¿Qué ocurre? —Alguien está intentando hackear nuestros archivos del proyecto —dijo, girando la pantalla para mostrarle los intentos fallidos de acceso. Laura se acercó con el ceño fruncido. —¿Tenemos identificado el origen? —Todavía no, pero esto no es un ataque cualquiera —respondió José Manuel, pasando las manos por su rostro. No podía ignorar que este tipo de movimientos eran demasiado calculados. Tomó el teléfono y marcó a seguridad informática. —Nece
En una bodega abandonada a las afueras de la ciudad, el sonido de los ventiladores industriales resonaba entre las paredes de metal corroído. La única fuente de luz provenía de varias pantallas que parpadeaban, mostrando líneas de código en constante movimiento. Una figura encapuchada estaba sentada frente a una serie de monitores, sus dedos tecleaban con precisión, como si cada comando estuviera perfectamente calculado. En una de las pantallas, aparecían los sistemas de seguridad de Santacruz Tech y Innova Corp, con múltiples intentos de acceso no autorizado. —Vamos… muéstrame lo que escondes —susurró la persona con voz grave. Un error en el código hizo que la pantalla se congelara por un segundo. El hacker maldijo en voz baja y reajustó la secuencia. La información era valiosa, pero no podía permitirse ser detectado. En otro monitor, aparecían correos electrónicos interceptados. La figura sonrió con malicia al leer algunos mensajes entre José Manuel y su equipo de seguridad.
Eliana miraba la pantalla de su computadora con el ceño fruncido. Los intentos de hackeo continuaban sin tregua. Su equipo de ciberseguridad estaba haciendo lo posible por contener el ataque, pero cada vez era más evidente: la prioridad del hacker era Innova Corp.¿Por qué?Tomó su teléfono y, sin pensarlo dos veces, llamó a José Manuel.—No te molestes en fingir, Santacruz. Sé que eres tú.La voz de José Manuel sonó irritada al otro lado de la línea.—¿De qué demonios hablas, Eliana?—Estás intentando hackearme. Y para que no sospeche de ti, te estás atacando a ti mismo.José Manuel se quedó en silencio unos segundos.—¿Te estás escuchando? ¿Crees que me arriesgaría a comprometer mi propia seguridad solo para despistarte?—No sería la primera vez que haces algo sucio para ganar.José Manuel apretó la mandíbula.—Si me crees capaz de algo así, ¿por qué no llamas a las otras empresas para ver si también están bajo ataque?—Buena idea —replicó Eliana con frialdad—. Vamos a ver qué tan l
Minutos después, llegó a Santacruz Tech. No le importó que la recepcionista intentara detenerla, caminó con seguridad hacia la oficina de José Manuel y abrió la puerta de golpe.Él levantó la mirada, sorprendido por su repentina aparición.—Eliana…—Deja de hacerte el sorprendido —espetó ella, cerrando la puerta tras de sí—. Sé perfectamente lo que estás haciendo.José Manuel frunció el ceño, recostándose en su silla.—No sé de qué hablas.—No te hagas el inocente. —Eliana cruzó los brazos—. Eres tú quien está hackeando mi empresa.José Manuel soltó una carcajada sarcástica.—¿Yo? ¿Hackear tu empresa? No seas ridícula.—Usaste un código que solo tú y yo conocemos —dijo ella con furia—. Samuel me dijo que pasas todo el día encerrado en tu oficina, hablando de contraseñas y códigos. ¿Todavía te atreves a negarlo?José Manuel apretó los labios, su expresión se endureció.—Samuel es un niño. No sabe lo que dice.—No, pero yo sí. Y sé que tú no soportas la idea de que yo pueda ganarte.Los
José Manuel revisó la hora en su reloj con el ceño fruncido. Había salido temprano de la oficina con la intención de pasar un rato con Samuel, pero al buscarlo en casa, no lo encontró.—¿Dónde está Samuel? —preguntó con voz tensa al ver a Samantha acomodando unas bolsas de compras sobre la mesa.Ella ni siquiera lo miró mientras sacaba un par de vestidos nuevos.—Ah, Eliana se lo llevó.José Manuel sintió un escalofrío de molestia.—¿Cómo que se lo llevó?Samantha alzó la mirada con una expresión indignada.—Sí, José Manuel, ¡me lo arrebató! Yo lo estaba llevando a tu oficina porque tenía cosas importantes que hacer, y ella apareció de la nada, como siempre, creyéndose su salvadora.José Manuel apretó la mandíbula.—¿Y la dejaste llevárselo?—No me dio opción. Se metió en lo que no le importaba y Samuel se fue con ella. ¡Dime tú si eso no es abuso de confianza!José Manuel no perdió más tiempo. Sacó su teléfono y rastreó la ubicación de Samuel. Samantha notó el cambio en su expresión
En la bodega, una figura se movía entre monitores y líneas de código, su rostro iluminado únicamente por el brillo de las pantallas. Las pulsaciones en la terminal indicaban que el ataque estaba en marcha. Cada segundo que pasaba era un golpe más en la seguridad de la empresa de José Manuel y, de manera más intensa, en los sistemas de Eliana.El hacker, un hombre de rostro serio y mirada afilada, apenas pestañeó cuando la puerta tras él se abrió. Sus dedos no dejaron de moverse sobre el teclado.—Espero que tengas buenas noticias —dijo una voz femenina, firme y autoritaria.El hacker apenas inclinó la cabeza, sin dejar de trabajar.—Todo marcha según lo planeado. He debilitado la seguridad de las cuentas, infiltrado archivos y borrado rastros que los lleven a mí. Ellos siguen culpándose entre sí.La mujer, oculta entre las sombras, dejó escapar una leve sonrisa.—Perfecto. ¿Han intentado rastrear el origen?—Sí, pero no tienen idea de lo que enfrentan. La mujer asintió con satisfacci
Eliana pasó horas frente a la pantalla, programando con meticulosidad su siguiente movimiento. Si el hacker quería robar su información, ella misma le daría algo para que se entretuviera.Andrea la observaba con los brazos cruzados, mordiéndose el labio inferior.—¿De verdad crees que caerá en esto?Eliana no apartó la vista de la pantalla mientras sus dedos se movían con rapidez sobre el teclado.—Sí. Si algo he aprendido de este hacker es que se mueve con confianza, cree que tiene el control. No va a resistirse a la tentación de acceder a un archivo con el nombre clave del proyecto.Andrea se inclinó un poco para ver lo que hacía.—¿Y qué tendrá ese archivo?Eliana esbozó una sonrisa astuta.—Un proyecto falso, incompleto, con cálculos erróneos y estrategias mal planteadas. Si logra robarlo y lo usan, estarán condenados al fracaso.Andrea soltó una risa incrédula.—Eso es... brillante.—Es lo mínimo que se merece —murmuró Eliana—. Pero eso no es todo. También voy a incrustar un rast
José Manuel entrecerró los ojos mientras revisaba el panel de seguridad de su empresa. Algo no cuadraba.Durante semanas, había estado recibiendo constantes alertas de intentos de intrusión en los servidores. Cada día, el hacker parecía más agresivo, probando diferentes métodos para colarse en el sistema. Sin embargo, en las últimas 48 horas, el silencio era absoluto.Ninguna alerta. Ningún intento de acceso no autorizado.Nada.Frunció el ceño y volvió a ejecutar un análisis de actividad. El sistema le mostró los registros recientes y, efectivamente, no había rastro de ataques.–¿Se habrá cansado? –murmuró para sí mismo, cruzándose de brazos.No era una posibilidad descabellada. Quizás el hacker había encontrado otro objetivo más fácil. O tal vez se había rendido después de tantos intentos fallidos.Pero algo en su interior le decía que no era tan simple.Abrió una ventana en su pantalla y comenzó a revisar los archivos sensibles de su proyecto. Todo parecía estar en orden. No había