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Todos los capítulos de La Baronesa de la Mafia: Capítulo 11 - Capítulo 20
37 chapters
Un paso más cerca de ti (4ta. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaLos hombres son cazadores por naturaleza. No importa cuánto se disfracen de caballeros, cuánto endulcen sus palabras o suavicen sus gestos, en el fondo siempre están al acecho. Es su forma de dominar, de reafirmar su poder sobre el sexo débil, o al menos, sobre el que ellos creen que lo es. Algunos van de frente, toman lo que desean con la fuerza bruta de quien se siente dueño del mundo. No piden permiso, no aceptan negativas.Otros prefieren el juego. Son estrategas, pacientes, expertos en el arte de la seducción. Se acercan con sonrisas ensayadas, caricias medidas, promesas calculadas. Te envuelven en su telaraña con una maestría envidiable, seguros de que caerás rendida ante su encanto. Pero lo que no entienden es que, en su obsesión por cazar, terminan atrapados en su propia trampa. Porque el cazador distraído se convierte en presa.Y luego están los verdaderamente peligrosos. Los que no juegan, los que no conquistan con artificios ni emboscada
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¿Un error o un acierto? (1era. Parte)
Tres días despuésPalermo, SiciliaCarloConocer la debilidad de tu enemigo no es suficiente para doblegarlo. No basta con señalar su punto vulnerable y esperar que caiga. La verdadera victoria radica en saber cómo y cuándo usar esa información, porque un ataque precipitado puede volverse en tu contra. Un solo error, un mal paso, y el tablero puede cambiar de dirección antes de que siquiera te des cuenta.Por eso, la paciencia es un arma tanto como la estrategia. No se trata de ser impulsivo ni de dejarse llevar por la emoción del momento. Se trata de acechar, de observar con la precisión de un depredador que mide cada movimiento antes de lanzarse. Como el león en la sabana, inmóvil entre la hierba alta, atento a cada detalle. Analiza el entorno, entiende el ritmo de la presa, deja que baje la guardia, que se confíe en su propia seguridad.Y cuando llegue el momento… una embestida letal. Un solo golpe, certero, definitivo. Sin darle oportunidad de reaccionar. Porque en este juego no g
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¿Un error o un acierto? (2da. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerLo peor que existe en el mundo no es un rival peligroso, sino una mujer fría y analítica. Con un enemigo, sabes qué esperar. Conoces el terreno, las reglas del juego. No hay sorpresas ni trampas ocultas, solo un enfrentamiento directo donde el más fuerte gana. Pero con ella… con ella todo es distinto.No hay forma de descifrar lo que cruza por su mente. Puedes buscar respuestas en su mirada, en el tono de su voz, en el más mínimo gesto… y, aun así, no encontrarás nada. Solo un vacío calculado, una superficie impenetrable que te obliga a cuestionarlo todo. No sabes si vas ganando terreno o si, en realidad, te está dejando jugar hasta que decida aplastarte.Es como avanzar sobre una capa de hielo tan delgada que cruje bajo tus pies, sin saber si dará para un paso más o si se romperá y te arrastrará al abismo. Deberíamos retroceder, evitar el riesgo, pero tenemos una adicción enfermiza por seducir al peligro. Y ella lo sabe. Lo usa a su favor.Nos arra
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¿Un error o un acierto? (3era. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaUn roce, una palabra o un gesto, a simple vista parecen inofensivos, pero pueden convertirse en una condena si les das poder, si permites que se filtren bajo la piel y se arraiguen en el alma. No es solo el momento que te descoloca, es el eco que deja en el aire, el peso de un significado que se niega a disiparse. Y ahí estás, atrapada en un dilema imposible de resolver, intentando reducirlo a una ecuación matemática, buscando lógica donde solo hay caos.Te llenas de preguntas que nunca llevan a una respuesta clara: ¿Cómo sobrevivir cuando el corazón decide rebelarse? ¿Cómo cerrar la puerta con la certeza de que no volverá a abrirse? ¿Cómo evitar la trampa cuando ya la pisaste sin darte cuenta? Y lo peor de todo, ¿cómo huir de algo que ya se arraigó dentro de ti?Te repites que hay una salida, que aún puedes escapar, que basta con mantener la distancia, con fingir que no sientes, con imponer la razón sobre el deseo. Pero en el fondo, sabes que es m
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¿Un error o un acierto? (4ta. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerEntrar en el submundo de la mafia te ofrece un botín tentador: dinero, poder, una vida llena de lujos. Pero ese paraíso tiene su precio, y no hablo solo de las balas que te siguen al final de cada calle o de los enemigos que esperan el momento adecuado para atacar. Hablo de lo que se esconde en las sombras de tu alma, de lo que te obliga a morderte la lengua y a disfrazar tu verdadero rostro para evitar perder lo que más amas. Es una lucha constante entre tres caminos: vivir en la mentira, abandonar la esperanza del amor o, si eres lo suficientemente valiente, hacerte vulnerable, esperando que alguien no te traicione.No es imposible tener una compañera siendo un mafioso, pero es como encontrar un faro en medio de una tormenta interminable. No todas las mujeres están dispuestas a caminar al borde del abismo con el corazón balanceándose como una pluma en el viento. Y no me refiero a las que se deslizan en tu cama con una sonrisa fácil, buscando un pa
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Lo que sentimos (1era. Parte)
La misma tardePalermo, SiciliaOrianaLos científicos comparan al hombre con los animales por sus similitudes en comportamiento, y no puedo estar más de acuerdo. Los veo pelear como bestias marcando su territorio, rugiendo su derecho sobre lo que creen suyo, cegados por una furia indomable cuando sienten que otro invade su espacio. Son como lobos disputándose el control de la manada, como toros embistiendo a ciegas por un arrebato de celos, sin pensar en las consecuencias.El problema es que su instinto salvaje los gobierna, los domina hasta nublarles el pensamiento. Son fuego que se aviva con el menor soplo de orgullo herido, bestias que confunden fuerza con poder, violencia con justicia. Y ahí está la verdadera tragedia: creen que con los puños solucionan lo que la razón no puede, cuando en realidad solo desatan más caos. No hay victoria en su pelea, solo destrucción.Intentar hacerlos razonar es como domesticar a un lobo hambriento, como querer apagar un incendio con palabras. Por
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Lo que sentimos (2da. Parte)
La misma nochePalermo, SiciliaOrianaAunque nos repitamos que la sensatez debe gobernarnos, la verdad es que somos esclavos de nuestros propios impulsos. Nos gusta creer que el corazón es un animal domesticado, que podemos atarlo con cadenas de lógica y prudencia, pero la realidad es otra: el corazón no obedece, devora. No hay jaula que pueda contenerlo, no hay fórmula que lo amanse, porque incluso el más frío, el más racional, puede ser corrompido en el momento exacto.Solo hace falta que alguien llegue con la llave adecuada, que toque la puerta que nunca debió abrirse, que despierte lo que dormía en paz. Y entonces, la cordura se esfuma como niebla al amanecer, y la locura se instala cómodamente en su lugar, tomando las riendas de nuestra vida sin pedir permiso.Y supongo que mi corazón adormitado encontró quien lo saque de su cárcel, porque, aunque me resista, no encuentro manera de escapar de Adler. Este hombre sigue colándose en mi vida con esa sinceridad que me desarma y en un
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Lo que sentimos (3era. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaCarloCrecer entre demonios tiene su encanto; te acostumbras a la oscuridad, a la sangre, al riesgo como un hábito, como una extensión de ti mismo. Aprendes que el miedo es un lujo que no puedes permitirte, que la piedad es la soga con la que te ahorcarán tarde o temprano. No se sobrevive en este mundo siendo presa, sino convirtiéndote en el depredador más grande.La gente común cree en la moral, en las reglas, en la justicia. Yo aprendí desde niño que esas son mentiras que los débiles se cuentan para sentirse seguros. Aquí no hay redención, no hay gloria en la bondad. Solo existe el poder, y el que lo tiene dicta las reglas. El imperio de la droga no se sostiene con promesas ni con lealtades falsas, sino con fuego, con muerte, con el miedo que infundes en los corazones de quienes se atreven a desafiarte.Una amenaza, un golpe, una bala... ¿qué más da? No es personal. Nada lo es. Aquí nadie muere por casualidad, nadie cae sin merecerlo. Cada movimiento ti
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Lo que sentimos (4ta. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerMi padre siempre decía que los celos son una trampa, una forma de mostrar tu debilidad ante una mujer, la prueba irrefutable de que te importa más de lo que deberías. Y tenía razón. Los celos son una maldición disfrazada de pasión. Un veneno silencioso que se arrastra por la mente y te susurra preguntas que no quieres hacerte. ¿Ella aún siente algo por ese imbécil? ¿Hubo un tiempo en el que lo miró con los mismos ojos con los que me mira a mí? ¿Estoy siendo un maldito imbécil al hacer una escena por alguien que ni siquiera me ha prometido nada?La realidad es que los celos son posesión, desconfianza, pero, sobre todo, son una confirmación brutal de lo que sentimos. Nos gusta creer que somos inmunes, que somos hombres de hielo, que nadie tiene el poder de revolvernos las entrañas con una simple mirada. Pero es mentira.Porque los celos llegan cuando menos lo esperas, cuando crees que tienes el control. Se clavan en el pecho como un cuchillo, desangrán
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Propuestas, charlas y más (1era. Parte)
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaLa vida nos cobra facturas, aunque no siempre nos demos cuenta de inmediato. A veces, dejamos hilos sueltos creyendo que nunca se enredarán, y cuando por fin notamos el nudo que hemos tejido, ya es tarde para deshacerlo sin romper algo en el proceso.Pagamos un precio por cada elección, por cada debilidad disfrazada de desafío, por cada paso que damos creyéndonos intocables. Pero el verdadero peligro no está en el error en sí, sino en la arrogancia de creer que podemos sortear las consecuencias sin pagar el peaje.El mundo en el que me muevo no perdona a los ingenuos. Aquí, nadie avanza sin un costo, y ese costo es muchas veces la propia alma. Negociamos no porque queramos, sino porque entendemos que es la única forma de evitar que el fuego se extienda y lo consuma todo. No se trata de agachar la cabeza ni de ceder al miedo, sino de jugar con la frialdad suficiente para que el tablero no nos devore antes de la última jugada.Ese es el precio del po
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