El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerEntrar en el submundo de la mafia te ofrece un botín tentador: dinero, poder, una vida llena de lujos. Pero ese paraíso tiene su precio, y no hablo solo de las balas que te siguen al final de cada calle o de los enemigos que esperan el momento adecuado para atacar. Hablo de lo que se esconde en las sombras de tu alma, de lo que te obliga a morderte la lengua y a disfrazar tu verdadero rostro para evitar perder lo que más amas. Es una lucha constante entre tres caminos: vivir en la mentira, abandonar la esperanza del amor o, si eres lo suficientemente valiente, hacerte vulnerable, esperando que alguien no te traicione.No es imposible tener una compañera siendo un mafioso, pero es como encontrar un faro en medio de una tormenta interminable. No todas las mujeres están dispuestas a caminar al borde del abismo con el corazón balanceándose como una pluma en el viento. Y no me refiero a las que se deslizan en tu cama con una sonrisa fácil, buscando un pa
La misma tardePalermo, SiciliaOrianaLos científicos comparan al hombre con los animales por sus similitudes en comportamiento, y no puedo estar más de acuerdo. Los veo pelear como bestias marcando su territorio, rugiendo su derecho sobre lo que creen suyo, cegados por una furia indomable cuando sienten que otro invade su espacio. Son como lobos disputándose el control de la manada, como toros embistiendo a ciegas por un arrebato de celos, sin pensar en las consecuencias.El problema es que su instinto salvaje los gobierna, los domina hasta nublarles el pensamiento. Son fuego que se aviva con el menor soplo de orgullo herido, bestias que confunden fuerza con poder, violencia con justicia. Y ahí está la verdadera tragedia: creen que con los puños solucionan lo que la razón no puede, cuando en realidad solo desatan más caos. No hay victoria en su pelea, solo destrucción.Intentar hacerlos razonar es como domesticar a un lobo hambriento, como querer apagar un incendio con palabras. Por
La misma nochePalermo, SiciliaOrianaAunque nos repitamos que la sensatez debe gobernarnos, la verdad es que somos esclavos de nuestros propios impulsos. Nos gusta creer que el corazón es un animal domesticado, que podemos atarlo con cadenas de lógica y prudencia, pero la realidad es otra: el corazón no obedece, devora. No hay jaula que pueda contenerlo, no hay fórmula que lo amanse, porque incluso el más frío, el más racional, puede ser corrompido en el momento exacto.Solo hace falta que alguien llegue con la llave adecuada, que toque la puerta que nunca debió abrirse, que despierte lo que dormía en paz. Y entonces, la cordura se esfuma como niebla al amanecer, y la locura se instala cómodamente en su lugar, tomando las riendas de nuestra vida sin pedir permiso.Y supongo que mi corazón adormitado encontró quien lo saque de su cárcel, porque, aunque me resista, no encuentro manera de escapar de Adler. Este hombre sigue colándose en mi vida con esa sinceridad que me desarma y en un
El mismo díaPalermo, SiciliaCarloCrecer entre demonios tiene su encanto; te acostumbras a la oscuridad, a la sangre, al riesgo como un hábito, como una extensión de ti mismo. Aprendes que el miedo es un lujo que no puedes permitirte, que la piedad es la soga con la que te ahorcarán tarde o temprano. No se sobrevive en este mundo siendo presa, sino convirtiéndote en el depredador más grande.La gente común cree en la moral, en las reglas, en la justicia. Yo aprendí desde niño que esas son mentiras que los débiles se cuentan para sentirse seguros. Aquí no hay redención, no hay gloria en la bondad. Solo existe el poder, y el que lo tiene dicta las reglas. El imperio de la droga no se sostiene con promesas ni con lealtades falsas, sino con fuego, con muerte, con el miedo que infundes en los corazones de quienes se atreven a desafiarte.Una amenaza, un golpe, una bala... ¿qué más da? No es personal. Nada lo es. Aquí nadie muere por casualidad, nadie cae sin merecerlo. Cada movimiento ti
El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerMi padre siempre decía que los celos son una trampa, una forma de mostrar tu debilidad ante una mujer, la prueba irrefutable de que te importa más de lo que deberías. Y tenía razón. Los celos son una maldición disfrazada de pasión. Un veneno silencioso que se arrastra por la mente y te susurra preguntas que no quieres hacerte. ¿Ella aún siente algo por ese imbécil? ¿Hubo un tiempo en el que lo miró con los mismos ojos con los que me mira a mí? ¿Estoy siendo un maldito imbécil al hacer una escena por alguien que ni siquiera me ha prometido nada?La realidad es que los celos son posesión, desconfianza, pero, sobre todo, son una confirmación brutal de lo que sentimos. Nos gusta creer que somos inmunes, que somos hombres de hielo, que nadie tiene el poder de revolvernos las entrañas con una simple mirada. Pero es mentira.Porque los celos llegan cuando menos lo esperas, cuando crees que tienes el control. Se clavan en el pecho como un cuchillo, desangrán
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaLa vida nos cobra facturas, aunque no siempre nos demos cuenta de inmediato. A veces, dejamos hilos sueltos creyendo que nunca se enredarán, y cuando por fin notamos el nudo que hemos tejido, ya es tarde para deshacerlo sin romper algo en el proceso.Pagamos un precio por cada elección, por cada debilidad disfrazada de desafío, por cada paso que damos creyéndonos intocables. Pero el verdadero peligro no está en el error en sí, sino en la arrogancia de creer que podemos sortear las consecuencias sin pagar el peaje.El mundo en el que me muevo no perdona a los ingenuos. Aquí, nadie avanza sin un costo, y ese costo es muchas veces la propia alma. Negociamos no porque queramos, sino porque entendemos que es la única forma de evitar que el fuego se extienda y lo consuma todo. No se trata de agachar la cabeza ni de ceder al miedo, sino de jugar con la frialdad suficiente para que el tablero no nos devore antes de la última jugada.Ese es el precio del po
La misma nochePalermo, SiciliaAdlerLa sinceridad es un filo de navaja que pocos saben manejar. Para algunos, es un acto de valentía; para otros, un error imperdonable. Y luego están los que la dosifican según la ocasión, como si fuera un veneno que solo debe administrarse en dosis controladas. Pero la realidad es que no hay un manual para saber cuándo abrir el pecho y exponer lo que nos quema por dentro.A veces, ser sincero es como caminar descalzo sobre vidrio: una palabra de más y la herida es inevitable. Nos metemos en problemas por hablar cuando deberíamos callar, por dejar escapar un pensamiento que nuestro instinto nos decía que guardáramos. Pero, ¿qué hacemos cuando el sentimiento es un grito interno, cuando cada fibra de nuestro ser exige ser escuchada?En el amor, la sinceridad es una moneda de dos caras. Puede ser un puente o un precipicio. Hay momentos en los que desarmar a alguien con la verdad nos acerca más que cualquier promesa vacía, donde la franqueza se convierte
La misma nochePalermo, SiciliaOrianaAcertijos, misterios, secretos… Todos comparten el mismo propósito: ocultar algo. Y lo que está oculto nos carcome, nos irrita, nos descoloca. Porque lo desconocido nos quita el control, nos convierte en meros espectadores de nuestra propia historia, y eso es lo que más detestamos. Algunos ilusos encuentran en ello una chispa de emoción, un desafío que estimula la mente y acelera el pulso, como si el riesgo fuera un juego. Otros lo consideran una crueldad, una forma retorcida de manipulación que los deja a merced de quien maneje las piezas. Y luego están los que lo ven como una amenaza, una sombra que acecha desde las esquinas de lo no dicho, esperando el momento justo para derrumbar sus certezas.Pero la verdad es que los secretos tienen peso. Y ese peso no se diluye, no desaparece con el tiempo, solo se transforma, moldeando el curso de una vida, arrastrándonos hacia consecuencias inevitables. No importa si fueron creados por necesidad, por est