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Todos os capítulos do Planos de Venganza: Capítulo 41 - Capítulo 50
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41 Lunes de piezas en juego
Capítulo — Lunes de piezas en juego El lunes amaneció con un cielo plomizo sobre Punta del Este. La brisa marina arrastraba olor a cemento fresco y salitre. En la obra, la estructura del Cinco Estrellas parecía un esqueleto imponente aún en proceso de convertirse en gigante.A las siete en punto, entre el ir y venir de obreros habituales, apareció Gerardo.Ropa gastada, casco sin marcas, y una actitud que simulaba a la perfección la de cualquier peón con ganas de unas horas extras. Pasó sin levantar sospechas, se presentó con naturalidad y, como Raúl había calculado, Nicolás apenas le dedicó una mirada rápida desde la escalera metálica.—¿El nuevo? —preguntó Nicolás a uno de los capataces oficiales.—Sí, entró esta mañana. Lo manda Raúl —dijo el encargado, sin darle mayor importancia—. Lo vamos a poner con los chicos de armados.—Perfecto —respondió Nicolás, volviendo a su libreta.Gerardo bajó la mirada y se mezcló con el resto, justo como debía. Sin destacar, sin apurarse. La tramp
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42 — El mate, el beso y la trampa
Capítulo — El mate, el beso y la trampa La mañana en Punta del Este tenía ese aire de humedad pegajosa que siempre precede a la lluvia. Las nubes bajas parecían aplastar las calles y las grúas sobre la obra se mecían con la brisa pesada del océano. La estructura del Cinco Estrellas respiraba movimiento, pero a la vez, cierto desorden. Los obreros entraban sin apuro, los andamios ya tenían las primeras marcas de la sal del mar, y en medio de ese panorama apareció Anahir, caminando con la determinación de quien no tiene miedo a embarrarse las botas.En sus manos llevaba el termo y el mate que Nicolás había olvidado en su casa de Bellavista. No era solo un objeto, era su carta de regreso, su bandera de resistencia. No iba a permitir que la corrieran de su territorio así nomás. Aunque la hubieran suspendido, aunque algunos pensaran que estaba fuera de juego, ella era de las que vuelven sin permiso.Caminaba decidida cuando lo vio.Fabricio, de pie en la escalera metálica, como si se hubi
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43. Compras, secretos y la promesa
Capitulo— Compras, secretos y la promesaLa tarde cayó con lentitud sobre Punta del Este, dejando tras de sí un cielo color plomo y un aire cargado de sal y presagios. Después de salir de la obra, Anahir y Nicolás caminaron juntos por las callecitas del centro. Ella se aferraba al termo y al mate vacío, como si fueran una excusa para sostenerse. Nicolás, en cambio, caminaba con una serenidad fingida, sabiendo que, sin proponérselo, la había recuperado, aunque fuera un poco.El recorrido terminó en una pequeña boutique. Anahir dudó al entrar, pero Nicolás, con una sonrisa cómplice, la empujó suavemente a cruzar la puerta. En la vidriera, un conjunto de chaqueta y pantalón blanco la esperaba como si hubiera sido diseñado para ella.—Ese —señaló Nicolás—. Eso es para vos.Seguro te queda hermoso.Anahir lo miró de reojo, fingiendo desinterés, pero en el fondo, sintió una punzada de ilusión.Eligieron juntos: una chaqueta de lino con bordados sutiles en dorado, un pantalón de vestir que le
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44 Desayuno,confesiones y viejas amigas
Capítulo — Desayuno, confesiones y viejas amigas.El hall del hotel tenía ese perfume clásico de café recién hecho y madera pulida, mezclado con el rumor suave de las conversaciones tempraneras. Nicolás, siempre atento, se adelantó a abrirle la puerta a Anahir. No fue una galantería forzada, sino instintiva. Sin decir palabra, le tomó suavemente la cintura para ayudarla a pasar. Ella no se apartó. De hecho, se sintió cómoda, natural, como si fuera algo habitual, aunque pocas veces lo habían hecho.Lejos de incomodarla, esa cercanía le arrancó una pequeña sonrisa que guardó para sí.Al llegar al comedor, vieron a Ana y Franco Martínez ya sentados junto a la ventana. Ana fue la primera en ponerse de pie, radiante, como si llevase toda la mañana esperando ese momento.—¡Anahir! Por fin te conozco. Nico me ha hablado maravillas de vos —dijo, dándole un abrazo cálido que Anahir no esperaba, pero que agradeció.Franco, por su parte, se limitó a esbozar una sonrisa amable y extendió la mano
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45 Una auto invitación
Cuando las dos amigas volvieron a la mesa, solo quedaba en el aire la certeza de que Nicolás no estaba solo en esto. Mientras compartían el desayuno y la conversación fluía con naturalidad, Nicolás aprovechó un momento de calma para mirar a Silvia y, sin rodeos, le hizo la invitación: —Silvia, ya que estás acá… Me encantaría que vengas a la boda. Es en unas horas, será algo sencillo, nada lujoso, pero importante para nosotros. Silvia soltó una risa cómplice. —Si no me invitabas, me autoinvitaba —dijo con total desparpajo—. No iba a dejar a mi amiga sola en un momento tan especial. Vos sabés que estas cosas se viven con las personas que valen. Anahir la miró enternecida. Nicolás, observando la complicidad entre ellas, no pudo evitar preguntar: —Se nota que son buenas amigas, ¿no? —Las mejores —respondieron al unísono, mirándose y riendo. La calidez de ese instante dejó claro que Silvia era más que una amiga; era familia elegida. Poco después, cuando terminaron el desayuno, Nic
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46 Camino al juzgado
Capítulo — Camino al juzgado La mañana avanzaba serena, con un cielo azul que dejaba colarse algunos rayos tímidos de sol. Dentro de la casa, Edinson terminaba de acomodarse el saco mientras Sofía revisaba unos documentos. Ambos llevaban rato en silencio, hasta que Edinson, con el ceño fruncido y voz contenida, rompió la calma.—Sofía… —dijo, mirándola de reojo—. Anoche, mientras cenábamos, lo supe.Sofía levantó la mirada, atenta.—¿De qué hablás?Edinson se apoyó en el borde de la mesa.—Nicolás. Es el hijo del empresario Franco Martínez. Lo reconocí por la forma de hablar, por sus gestos. Es igual que su padre cuando era joven. Y lo confirmé cuando, sin querer, dejó caer un par de datos sobre su infancia.Solo ate cabos.Sofía tragó saliva y lo miró atenta .—¿Estás seguro?—Completamente —afirmó él, con firmeza—. Pero, por ahora, no le digamos nada a Anahir por ahora. Prefiero observar,el me habló y le creo.Sofía asintió, aunque en su interior compartía la preocupación.—¿Creés
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47 La boda
Capítulo — La bodaLa camioneta de Nicolás se detuvo suavemente frente al modesto, pero encantador Juzgado de Paz en Maldonado,un lugar pintoresco como un Cuartel de Blandengues ,con unos ventanales grandes y una luz natural que hace que el lugar sea único. Aunque no era una iglesia majestuosa ni un salón lujoso, había algo especial en aquel lugar. Tal vez era la luz cálida de la mañana que se filtraba entre las nubes, o tal vez era el aire distinto que se respiraba cuando el corazón empezaba a latir más fuerte de lo habitual.Anahir bajó de la camioneta y al posar la vista en la entrada, se detuvo sin poder disimular su sorpresa. Frente a ella, sobre la pequeña explanada y tras las puertas de vidrio, se distinguía el escritorio que haría de altar, pero no era un mueble cualquiera. Nicolás había transformado ese espacio sencillo en algo íntimo y delicado. Un mantel de lino blanco caía sobre la madera con gracia, y sobre él descansaban flores frescas, en tonos suaves, como si la prima
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48 Un brindis,dos alianzas y un beso
Capitulo :Un brindis,dos alianzas y un beso El restaurante elegido por Nicolás no era lujoso, pero sí cálido y familiar. Cada detalle había sido pensado con esmero: manteles de lino blanco, vajilla elegante sin ser ostentosa, un rincón decorado con flores frescas, iguales a las del juzgado, y un espacio reservado solo para ellos, con vista a un jardín trasero donde el sol de la tarde jugaba entre los árboles.Al entrar, Anahir sintió un nudo en el estómago. No era una simple reserva, ni un almuerzo improvisado. Todo tenía un aire de pequeño refugio, como si aquel lugar hubiera sido creado solo para ellos, para guardar ese instante en el tiempo. Era imposible no notar que Nicolás había planeado cada detalle con delicadeza, pensando en cada persona presente.—No te perdés una, ¿eh? —le dijo en voz baja, mientras ambos se quitaban los abrigos, y su mirada no podía evitar recorrer cada rincón embelesada.—Quería que fuera… especial —contestó él, en voz baja, como si temiera romper el he
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49 El juego de la máscara
Capítulo – El juego de la máscaraFabricio entró sin golpear. Cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia Fátima, decidido a besarla, a recuperar algo de poder donde ya no le quedaba.—Ni lo sueñes —le cortó ella, apartándose de su silla sin perder la compostura.Su rechazo fue seco, elegante y definitivo. Fátima nunca se mezclaba con nadie en su oficina, y mucho menos con alguien como Fabricio, no cuando sabía lo que estaba en juego.—¿Qué te pasa? —gruñó él.—Que esta no es tu madriguera, Castiglioni —dijo sin inmutarse—. Y mucho menos tu refugio. Aquí no. Nunca.Fabricio apretó la mandíbula, pero trató de contenerse. Sabía que necesitaba algo más importante que su orgullo.—Necesito dinero, Fátima. No me vengas con vueltas. Si no me das esa inyección de fondos, nos vamos a pique.Ella, cruzada de brazos, sonrió como quien observa una grieta propagarse por una viga mal calculada.—No tengo dinero para tu trampa, Fabricio. Ni quiero involucrarme. Ya bastante he hecho sosteniéndote en
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50 El Precio del Riesgo
Capitulo: El Precio del RiesgoFabricio salió del ascensor como un toro desbocado. Cerró la puerta de la oficina de Fátima Lombardi con tanta violencia que una señora en el piso de abajo pensó que había temblado la tierra. Caminaba a grandes zancadas, mascullando insultos entre dientes, con las manos sudadas y el ceño tan fruncido que parecía una grieta a punto de partirle la frente en dos.Fátima lo había rechazado. No solo lo había rechazado, lo había fulminado con una frialdad quirúrgica que le congeló la sangre.“En su oficina no se mezcla con nadie…” “No me molestes, Fabricio…” “El que firmó hasta el papel higiénico fuiste vos”.Cada palabra lo había perforado como si fuera una varilla oxidada clavándosele en el orgullo. Se sentía expuesto, traicionado, y más solo que nunca.Pero no podía quedarse a lamerse las heridas. No ahora.Entró a la obra media hora después, pateando el polvo del camino como un nene encaprichado. Buscaba algo de caos, algo que le dijera que todavía tenía
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