Capítulo — La bodaLa camioneta de Nicolás se detuvo suavemente frente al modesto, pero encantador Juzgado de Paz en Maldonado,un lugar pintoresco como un Cuartel de Blandengues ,con unos ventanales grandes y una luz natural que hace que el lugar sea único. Aunque no era una iglesia majestuosa ni un salón lujoso, había algo especial en aquel lugar. Tal vez era la luz cálida de la mañana que se filtraba entre las nubes, o tal vez era el aire distinto que se respiraba cuando el corazón empezaba a latir más fuerte de lo habitual.Anahir bajó de la camioneta y al posar la vista en la entrada, se detuvo sin poder disimular su sorpresa. Frente a ella, sobre la pequeña explanada y tras las puertas de vidrio, se distinguía el escritorio que haría de altar, pero no era un mueble cualquiera. Nicolás había transformado ese espacio sencillo en algo íntimo y delicado. Un mantel de lino blanco caía sobre la madera con gracia, y sobre él descansaban flores frescas, en tonos suaves, como si la prima
Capitulo :Un brindis,dos alianzas y un beso El restaurante elegido por Nicolás no era lujoso, pero sí cálido y familiar. Cada detalle había sido pensado con esmero: manteles de lino blanco, vajilla elegante sin ser ostentosa, un rincón decorado con flores frescas, iguales a las del juzgado, y un espacio reservado solo para ellos, con vista a un jardín trasero donde el sol de la tarde jugaba entre los árboles.Al entrar, Anahir sintió un nudo en el estómago. No era una simple reserva, ni un almuerzo improvisado. Todo tenía un aire de pequeño refugio, como si aquel lugar hubiera sido creado solo para ellos, para guardar ese instante en el tiempo. Era imposible no notar que Nicolás había planeado cada detalle con delicadeza, pensando en cada persona presente.—No te perdés una, ¿eh? —le dijo en voz baja, mientras ambos se quitaban los abrigos, y su mirada no podía evitar recorrer cada rincón embelesada.—Quería que fuera… especial —contestó él, en voz baja, como si temiera romper el he
Capítulo – El juego de la máscaraFabricio entró sin golpear. Cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia Fátima, decidido a besarla, a recuperar algo de poder donde ya no le quedaba.—Ni lo sueñes —le cortó ella, apartándose de su silla sin perder la compostura.Su rechazo fue seco, elegante y definitivo. Fátima nunca se mezclaba con nadie en su oficina, y mucho menos con alguien como Fabricio, no cuando sabía lo que estaba en juego.—¿Qué te pasa? —gruñó él.—Que esta no es tu madriguera, Castiglioni —dijo sin inmutarse—. Y mucho menos tu refugio. Aquí no. Nunca.Fabricio apretó la mandíbula, pero trató de contenerse. Sabía que necesitaba algo más importante que su orgullo.—Necesito dinero, Fátima. No me vengas con vueltas. Si no me das esa inyección de fondos, nos vamos a pique.Ella, cruzada de brazos, sonrió como quien observa una grieta propagarse por una viga mal calculada.—No tengo dinero para tu trampa, Fabricio. Ni quiero involucrarme. Ya bastante he hecho sosteniéndote en
Capitulo: El Precio del RiesgoFabricio salió del ascensor como un toro desbocado. Cerró la puerta de la oficina de Fátima Lombardi con tanta violencia que una señora en el piso de abajo pensó que había temblado la tierra. Caminaba a grandes zancadas, mascullando insultos entre dientes, con las manos sudadas y el ceño tan fruncido que parecía una grieta a punto de partirle la frente en dos.Fátima lo había rechazado. No solo lo había rechazado, lo había fulminado con una frialdad quirúrgica que le congeló la sangre.“En su oficina no se mezcla con nadie…” “No me molestes, Fabricio…” “El que firmó hasta el papel higiénico fuiste vos”.Cada palabra lo había perforado como si fuera una varilla oxidada clavándosele en el orgullo. Se sentía expuesto, traicionado, y más solo que nunca.Pero no podía quedarse a lamerse las heridas. No ahora.Entró a la obra media hora después, pateando el polvo del camino como un nene encaprichado. Buscaba algo de caos, algo que le dijera que todavía tenía
Capítulo – La Fuerza del AceroEl cielo apenas clareaba cuando el celular de Nicolás vibró sobre la mesa del comedor. En la cabaña costera donde se habían refugiado unos días, todo parecía tranquilo. El mar dormía, el viento no decía nada. Pero el mensaje cortó la calma como una hoja afilada.“Accidente grave en el sector cinco. Médico ya está en el lugar. La situación es seria. Se requiere tu presencia urgente.”Nicolás se quedó mirando la pantalla como si en esas palabras pudiera encontrar otra interpretación. Pero no había margen. Lo habían hecho. Fabricio había jugado su carta.Salió al pequeño patio, la brisa fresca del amanecer acariciándole el rostro. Anahir estaba sentada en una reposera, con una manta sobre las piernas y los ojos en el horizonte.—Pasó algo —dijo ella antes de que él abriera la boca.Nicolás asintió, tragando la rabia que empezaba a burbujearle en la sangre.—Un accidente en la obra. Me necesitan allá.—¿Grave?—Sí. Lo suficientemente armado como para hacerme
Capitulo: El Puñal de la Verdad Fabricio Castiglioni entró a la oficina central del Cinco Estrellas con el aire triunfal de quien cree tener todo bajo control. Esa mañana, se había levantado convencido de que la jugada estaba hecha.El accidente en la obra se había ejecutado como lo planeó: un peón contratado había hecho su teatro.Los médicos ya estaban interviniendo y la noticia, como pólvora, estaba a punto de explotar.“Nicolás Martínez, suspendido por negligencia en la obra.”Solo le faltaba una cosa: el silencio. Que Nicolás no estuviera para defenderse.Y así fue. Raúl, su asistente, ya le había confirmado que Nicolás estaba de licencia… por matrimonio.—¿Matrimonio? —repitió Fabricio en voz baja, soltando una sonrisa burlona—. Este tipo se cree en una novela.Se sirvió un café, celebrando en su interior como quien descorcha una botella tras una guerra ganada.Había esperado este momento desde que Fabián y Anahir lo desplazaron del control total del proyecto.Desde que Nicolás
Capitulo El Acero No Se Dobla Fácil El sol pegaba duro sobre la obra cuando Nicolás Martínez llegó. La camioneta se detuvo con suavidad en la entrada principal del Cinco Estrellas, y el aire denso de la tensión pareció arremolinarse a su alrededor. Bajó tranquilo. Demasiado tranquilo para el infierno que lo esperaba. El casco en la mano —que no pensaba ponerse todavía—, la mirada serena, los hombros rectos. En cuanto puso un pie en el terreno, lo primero que preguntó, ignorando el murmullo de obreros y empleados, fue: —¿Cómo está Gerardo? Un joven encargado de seguridad, nervioso, se apresuró a responder: —Fue trasladado al sanatorio, ingeniero. Parece que tiene un esguince fuerte en el tobillo, pero está estable. No hay fracturas al parecer . Nicolás asintió, absorbiendo la información como si nada más importara. —Eso es lo importante. —dijo en voz firme. Apenas terminó la frase, escuchó los pasos furiosos acercándose. Fabricio. Venía como un toro desbocad
Capitulo:El Beso de la VenganzaLa sala de reuniones de la oficina central del Cinco Estrellas estaba abarrotada.Inversionistas, ingenieros, encargados de obra, abogados, inspectores del ministerio…Cada uno ocupaba su silla como si el aire mismo fuera un campo de batalla invisible.Nicolás se sentó al fondo, sereno, mientras Fabricio tomaba la palabra con una falsa solemnidad.—Estamos aquí para proteger el proyecto —dijo Castiglioni, paseándose como un predador ansioso—. No podemos permitir negligencias que manchen nuestro nombre.Algunos ingenieros cruzaron miradas incómodas.Otros bajaron la cabeza.La tensión era tan densa que parecía que podían cortarla con un cúter.Uno de los encargados de obra, un tipo robusto y curtido, alzó la voz:—Si me permiten —dijo, dirigiéndose a todos—, el Capataz Martínez siempre supervisó todo. Jamás nos dejó solos. Esto… esto fue raro. Muy raro.Varios obreros asentían en silencio desde la puerta, desafiando a las miradas de los abogados del min