La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas del apartamento de Luca, proyectando sombras suaves en la pared. Pero en el aire no había calma. El teléfono de Luca vibró insistentemente sobre la mesa, y él, con el rostro cansado y marcado por noches de insomnio, lo contestó al instante. Al otro lado de la línea, Marco hablaba con urgencia.—Luca, tienes que venir. Encontramos algo. Es peor de lo que pensábamos.Luca cerró los ojos por un instante, sintiendo el peso de las palabras de su mano derecha. Se giró para mirar a Bianca, quien aún dormía, ajena a las tormentas que se avecinaban. No quería despertarla, pero sabía que el peligro ya estaba tocando su puerta.—Voy en camino —respondió finalmente, colgando el teléfono.En el almacén, el ambiente era sombrío. Marco lo esperaba con un archivo en la mano
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