La noche había caído sobre las afueras de Milan, pero no había tranquilidad en el aire. La finca donde se llevaría a cabo el enfrentamiento final estaba rodeada por una oscuridad casi simbólica, como si la propia noche supiera que sería testigo de algo monumental. Luca se mantenía de pie junto a sus hombres, su figura imponente recortada contra las luces de los vehículos que iluminaban el terreno. Bianca lo observaba desde una distancia prudente, su corazón palpitando con una mezcla de miedo y determinación.
Luca giró hacia sus hombres, su voz firme rompiendo el silencio.
—Esta es nuestra oportunidad de terminar con esto. No habrá segundas oportunidades. Quiero que todos recuerden por qué estamos aquí y lo que estamos prote
El amanecer trajo consigo una extraña mezcla de alivio y desesperanza. La noche anterior había sido una prueba de fuego, una batalla que no solo había dejado cicatrices en los cuerpos de los hombres de Luca, sino también en el alma de los que habían sobrevivido. La organización de Luca estaba en ruinas: sus aliados más leales habían caído, sus recursos estaban al borde de la extinción, y las calles susurraban historias de un rey que había perdido su corona.Bianca observaba el rostro de Luca mientras dormía en el sofá del pequeño apartamento que ahora usaban como refugio. Sus heridas aún eran frescas, tanto las visibles como las invisibles. Había algo diferente en él, una sombra que antes no estaba. Era como si el peso de los últimos meses finalmente lo hub
El aire en Milán estaba pesado, como si incluso la ciudad supiera que algo importante estaba a punto de cambiar. Bianca y Luca habían pasado los últimos días en un estado de tensión silenciosa, ambos conscientes de que el momento de tomar una decisión definitiva se acercaba. Las conversaciones se habían vuelto más profundas, pero también más difíciles, como si cada palabra pudiera ser la última.En la cocina del pequeño apartamento que habían convertido en su refugio, Bianca estaba preparando café cuando Luca entró, luciendo más cansado que nunca. Sus ojeras delataban noches de insomnio y pensamientos interminables.—¿Has decidido qué harás? —preguntó él, rompiendo el silencio.Bianca se giró lentamente, con la taza aún en sus manos. Su mirada estaba llena de emociones encontradas.—Acepté la oferta para ir a París, Luca. Es mi oportunidad de empezar de nuevo, pero… —su voz se quebró ligeramente— no quiero perderte.Luca se acercó y tomó sus manos, las mismas que temblaban de nerviosi
La ciudad de París se desplegaba ante Bianca como un lienzo interminable de posibilidades. Desde la ventana de su nuevo apartamento, observaba las luces de la Torre Eiffel parpadeando a lo lejos. Había llegado hacía solo unas semanas, pero ya sentía el peso de la soledad. Había soñado con esta oportunidad, trabajar como curadora en un prestigioso museo, pero no podía negar que algo faltaba: Luca.Cada mañana caminaba hasta el museo, tratando de encontrar consuelo en su trabajo. Su oficina estaba llena de obras de arte que esperaba exponer algún día, pero su mente a menudo vagaba hacia Milán. Sus colegas eran amables, y su jefa, una mujer sofisticada llamada Claudine, la había tomado bajo su ala. Sin embargo, el bullicio del arte no lograba llenar el vacío que sentía.Mientras tanto, Luca se encontraba en una encrucijada. Había comenzado a transformar su org
El bullicio de París había comenzado a sentirse familiar para Bianca, pero su mente seguía dividida. Aunque disfrutaba su trabajo en el museo, las largas noches en soledad le recordaban cuánto extrañaba a Luca. Fue en una de esas tardes lluviosas, mientras revisaba documentos en su oficina, que alguien inesperado tocó la puerta: Stefano.—Bianca —dijo con una sonrisa suave y calculada—, pensé que nunca volvería a verte.Ella lo miró con incredulidad, sin saber cómo había llegado allí. Su primera reacción fue cerrar la puerta, pero algo la detuvo. Quizá era la curiosidad, quizá el resentimiento que aún guardaba por su intromisión en el pasado.—¿Qué haces aquí? &
Luca caminaba por las calles de Milán al atardecer, sintiendo cómo las sombras del pasado comenzaban a cerrarse sobre él una vez más. Había trabajado meses para construir una vida legítima, pero los desafíos seguían acumulándose. Algunos de sus aliados más antiguos estaban impacientes, murmurando que su liderazgo había perdido fuerza desde que decidió abandonar el mundo criminal.—Necesitamos tomar decisiones, Luca —dijo Marco, mientras ambos compartían una copa de vino en la pequeña oficina de Luca—. Cesare puede estar debilitado, pero no está acabado. Si no damos un golpe pronto, los hombres comenzarán a dudar de ti.Luca apretó los dientes, sintiendo la presión como un peso insoportable sobre sus hombros. Había pr
La música flotaba en el aire, un vals elegante que llenaba el gran salón iluminado por candelabros de cristal. Las paredes del palacio estaban decoradas con frescos del Renacimiento, y los invitados se movían como piezas en un tablero de ajedrez perfectamente orquestado. Hombres con trajes de diseñador discutían negocios en voz baja, mientras las mujeres lucían vestidos largos que parecían flotar con cada paso. Entre ellos estaba Bianca Mancini, el reflejo de la perfección que todos esperaban de una hija de la alta sociedad romana.A sus veintisiete años, Bianca lo tenía todo: belleza, dinero, conexiones sociales. Su cabello castaño, recogido en un moño elegante, dejaba al descubierto unos ojos verde esmeralda que siempre parecían mirar más allá de lo evidente. Pero esta noche, como tantas otras, el peso de su mundo perfecto la aplastaba.—Bianca, querida, ven a conocer al hijo del embajador francés —dijo su madre, tomándola del brazo con una sonrisa calculada. Bianca suspiró. Sabía l
El humo del cigarro flotaba en el aire pesado de la habitación. Luca Romano, sentado en el borde de una mesa de roble, miraba fijamente a los hombres que tenía frente a él. La sala era amplia, pero las paredes grises y desnudas la hacían parecer más pequeña. A un lado, una ventana ofrecía una vista parcial de las luces nocturnas de Roma, la ciudad que había sido su aliada y enemiga durante años.Luca apagó el cigarro en un cenicero de cristal sin apartar la mirada del hombre que acababa de hablar. La negociación había llegado a un punto crítico, y todos esperaban su respuesta. Con un movimiento lento pero calculado, se puso de pie. Su presencia llenaba la habitación; no necesitaba gritar ni levantar la voz para imponer respeto.—Si no puedes cumplir tu parte del trato, entonces no hay trato —dijo con calma, pero con una dureza que no admitía réplica.El hombre frente a él tragó saliva, intentando mantener la compostura. Sabía quién era Luca Romano: el líder de una de las bandas más pe
La sala de baile del Palazzo Mancini brillaba con el resplandor de cientos de luces. Los candelabros colgaban majestuosamente del techo alto, reflejando un brillo dorado sobre las mesas decoradas con flores frescas y copas de cristal. Era la noche del evento benéfico organizado por la familia Mancini, un espectáculo de lujo destinado a recaudar fondos para causas nobles... o al menos, así lo presentaban. Para Bianca, esta noche era como todas las demás: otra ocasión para fingir interés en un mundo que cada vez le parecía más ajeno.Vestía un elegante vestido de seda color marfil, que caía suavemente sobre su figura, destacando su aire de sofisticación. Su madre había insistido en que fuera "impecable", y aunque Bianca había cumplido, sentía que cada prenda era una capa más que ocultaba quién era realmente. Mientras los invitados se movían entre conversaciones banales y risas superficiales, ella permanecía cerca de una mesa, sosteniendo una copa de champán que apenas había probado.Sus