La villa estaba rodeada por un frondoso bosque, un refugio cuidadosamente elegido por Luca para garantizar seguridad y privacidad. Había ordenado a sus hombres que bloquearan los caminos de acceso y patrullaran el perímetro, convencido de que allí Bianca estaría a salvo, al menos por un tiempo. Pero ambos sabían que no podían quedarse allí para siempre.Bianca miraba por la ventana, observando las hojas balancearse suavemente con el viento. Por fuera, la villa parecía un oasis de calma, pero en su interior sentía cómo el peso de las decisiones, de los miedos y de los sacrificios que había hecho, comenzaba a aplastarla.—¿En qué piensas? —preguntó Luca, entrando en la habitación con dos tazas de café. Su voz era suave, casi susurrada, como si supiera que ella estaba al borde de romperse.—En todo —respondió Bianca, girándose para tomar la taza que él le ofrecía—. En cómo llegamos aquí, en mi familia, en si alguna vez podremos escapar de todo esto.Luca suspiró y se sentó junto a ella,
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