El aire frío de la madrugada se colaba por las ventanas abiertas de la oficina de Luca, donde él se sentaba en silencio, rodeado de papeles y documentos que apenas había tocado. Había pasado días planeando cada movimiento, cada decisión. Pero, por primera vez, el peso de sus elecciones no recaía en sus enemigos ni en sus negocios, sino en Bianca.—No puedo seguir arrastrándola a esto —murmuró, más para sí mismo que para Marco, quien estaba parado cerca, observando a su jefe con una preocupación silenciosa.—Sabes que ella eligió estar contigo, Luca. Bianca no es una mujer débil —respondió Marco con cautela.Luca negó con la cabeza, apretando los puños.—Eso no significa que deba seguir permitiéndolo. Mi mundo la está destruyendo, y si algo le pasa...Marco no respondió. Sabía que Luca había tomado una decisión y que nadie podría hacerlo cambiar de opinión.Mientras tanto, Bianca caminaba inquieta por la terraza de la mansión de su familia. Habían pasado días desde que Luca empezó a di
El reloj marcaba la medianoche cuando Bianca, cansada de las evasivas, llegó al escondite de Luca. Había pasado horas armándose de valor, sabiendo que esta vez no aceptaría excusas. Necesitaba respuestas, y no se iría sin ellas.Luca estaba sentado en su escritorio, con mapas y documentos esparcidos frente a él, trazando estrategias para lo que parecía una guerra inminente. Su rostro reflejaba el cansancio de alguien que había cargado con demasiadas responsabilidades durante demasiado tiempo. Pero cuando levantó la vista y vio a Bianca, su expresión endurecida se suavizó momentáneamente.—¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz más suave de lo que pretendía.—No voy a esperar más, Luca —respondió ella, cruzando la habitación con pasos decididos—. Necesito saber la verdad. Todo.Luca sus
Bianca había pasado la mayor parte de la noche en el escondite, intentando mantenerse ocupada mientras su mente no dejaba de imaginar los peores escenarios para Luca. La tensión en el aire era palpable, y aunque estaba rodeada de hombres leales a Luca, no podía ignorar la sensación de que algo andaba mal.Entonces, sucedió.Un golpe seco en la puerta principal hizo que todos se pusieran en alerta. Antes de que los hombres de Luca pudieran reaccionar, una ráfaga de disparos resonó, seguida de gritos y el sonido de vidrios rotos. Bianca se levantó de inmediato, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que estaba en peligro, pero antes de que pudiera hacer algo, la puerta de su habitación se abrió de golpe.—Vas a venir conmigo —dijo un hombre, apuntándola con un arma.Bianca
La villa donde Luca y Bianca se habían refugiado para encontrar un momento de calma se sentía menos como un santuario y más como una prisión. Aunque el peligro inmediato parecía haber pasado, una inquietud latente envolvía el ambiente. Luca pasaba largas horas encerrado en su despacho, hablando en susurros con Marco y sus hombres. Bianca lo observaba desde lejos, sintiendo que un velo de secretos comenzaba a caer entre ellos.Una mañana, mientras exploraba la biblioteca de la villa, Bianca encontró un antiguo álbum de fotos. Abrió sus páginas con curiosidad, pero lo que vio hizo que su corazón se detuviera. Entre las imágenes desgastadas había una fotografía de un joven Luca, acompañado de un hombre cuya expresión irradiaba autoridad. Detrás de la foto, alguien había escrito un nombre: Vittorio Moretti.Bianca había oído ese nombre, el peor ser que había existido en Roma hacía muchos años. Decidió enfrentarlo esa misma noche.Esa noche, mientras
La villa donde Luca y Bianca se encontraban se había convertido en una fortaleza, no solo por las medidas de seguridad que Luca había implementado, sino también por la barrera emocional que los envolvía. Ambos sabían que el final de este capítulo en sus vidas estaba cerca, pero ninguno quería admitirlo.Luca se encontraba en su despacho, rodeado de mapas, documentos y su fiel mano derecha, Marco. La organización estaba al borde de la guerra total, y él debía tomar una decisión que podría sellar el destino de todos. La única forma de eliminar a Alessandro Ricci y sus aliados era atacarlos directamente en su base, pero hacerlo implicaba un riesgo inmenso.Bianca lo observaba desde el umbral de la puerta, su silueta iluminada por la tenue luz de la lámpara. Durante días, Luca había intentado mantenerla al margen, pero ella sabía que algo grande estaba por suceder.—No puedes seguir protegiéndome manteniéndome en la oscuridad —dijo Bianca, entrando al despacho con d
El amanecer se filtraba por las ventanas de la villa, iluminando las cicatrices que la última batalla había dejado en la organización de Luca y en ellos mismos. El silencio del entorno parecía casi irreal después de días de caos, pero ese momento de calma traía consigo un peso que ninguno de los dos podía ignorar.Luca estaba sentado en su despacho, observando un mapa de su territorio. Cada marca en el papel representaba una lucha, una pérdida o un sacrificio. Había ganado la guerra contra Alessandro Ricci, consolidando su poder y eliminando a los traidores dentro de su círculo, pero el costo había sido alto. Su organización estaba debilitada, y aunque los enemigos más peligrosos habían caído, las tensiones internas persistían.Bianca lo observaba desde la puerta, en silencio. Había aprendido a leer los pequeños gestos de Luca: la forma e
La casa estaba situada en una ladera, rodeada de viñedos que se extendían hasta donde la vista alcanzaba. Para Bianca, el lugar parecía salido de un sueño, con su fachada de piedra rústica y las flores silvestres trepando por las paredes. Después de semanas de incertidumbre, esta pequeña burbuja de tranquilidad era un bálsamo, aunque ambos sabían que la calma no duraría mucho.Luca había elegido este lugar porque era uno de los pocos refugios que no estaban vinculados a su organización. Quería darle a Bianca un respiro, un espacio para respirar lejos del peligro que los perseguía. Pero incluso aquí, su mente no dejaba de trabajar.Bianca estaba sentada en la terraza, observando cómo el sol se escondía detrás de las colinas. A su lado, Luca servía dos copas de vino, una de las pocas indulgencias que se permitía. Habían pasado
El regreso a Milán fue silencioso. La ciudad, con su bullicio constante, parecía más intimidante que nunca. Bianca observaba por la ventana del automóvil cómo las luces de los edificios iluminaban las calles húmedas por la reciente lluvia. Cada esquina le parecía un recordatorio de los peligros que los aguardaban, pero también de los lazos que, para bien o para mal, los unían a ese lugar.Luca mantenía ambas manos firmes en el volante, su expresión era una máscara de concentración. Aunque no decía nada, Bianca podía sentir la tensión en su postura. Sabía que regresar a la ciudad era necesario, pero eso no hacía que el miedo fuera más fácil de soportar.—¿Crees que podremos estar seguros aquí? —preguntó Bianca en voz baja.Luca no desvió la mirada de la carretera.—Seguros,