La noche era fría y silenciosa mientras Luca y Bianca se dirigían a la mansión de los Moretti, una familia mafiosa rival con la que nunca había tenido una relación cordial. El auto avanzaba por una carretera serpenteante, escoltado por otros vehículos llenos de hombres armados. Bianca, sentada junto a Luca, observaba cómo apretaba con fuerza el volante, su mandíbula tensa y su mirada fija en el horizonte.
—¿Estás seguro de que esta es la mejor opción? —preguntó ella, rompiendo el silencio.
Luca la miró de reojo y suspiró.
—No tengo otra opción. Alessandro está demasiado bien conectado, y solo los Moretti tienen los recursos para equilibrar la balanza.
Bianca asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Había aprendido a confiar en los instintos de Luca, pero sabía que acercarse a los Moretti era
La noche caía sobre Roma, cubriendo la ciudad con una quietud engañosa. Desde la ventana de su ático, Bianca observaba las luces parpadeantes de la ciudad. Pero su mente estaba lejos de los rascacielos y las calles iluminadas. Cada vez era más consciente del peso de las decisiones que había tomado, del mundo al que se había unido y de lo que significaba amar a alguien como Luca.Luca estaba sentado en un sillón cercano, su silueta parcialmente iluminada por la lámpara de la mesa. Tenía un vaso de whisky en la mano, pero no lo había probado. Su mirada estaba perdida, como si estuviera atrapado en un debate interno. Ambos llevaban días sin hablar realmente, cada uno sumido en sus propios pensamientos y temores.Finalmente, Bianca rompió el silen
El amanecer teñía el cielo de Roma con tonos rosados y naranjas, pero la belleza de la escena no hacía nada por aliviar la tensión que llenaba la atmósfera en el refugio de Luca. En el interior de la sala de reuniones, los rostros de los aliados de Luca estaban marcados por la preocupación. Nadie hablaba mientras esperaban a que Luca iniciara la reunión. Bianca estaba entre ellos, sentada a su lado, consciente de las miradas curiosas y escépticas que recibía.Luca se puso de pie, su presencia dominando el espacio. Su voz, aunque firme, tenía un tono sombrío.—El enemigo ha dejado claras sus intenciones. Quieren destruir todo lo que hemos construido y no se detendrán hasta conseguirlo. No podemos seguir esperando. Es hora de actuar.
La noche había caído sobre las afueras de Milan, pero no había tranquilidad en el aire. La finca donde se llevaría a cabo el enfrentamiento final estaba rodeada por una oscuridad casi simbólica, como si la propia noche supiera que sería testigo de algo monumental. Luca se mantenía de pie junto a sus hombres, su figura imponente recortada contra las luces de los vehículos que iluminaban el terreno. Bianca lo observaba desde una distancia prudente, su corazón palpitando con una mezcla de miedo y determinación.Luca giró hacia sus hombres, su voz firme rompiendo el silencio.—Esta es nuestra oportunidad de terminar con esto. No habrá segundas oportunidades. Quiero que todos recuerden por qué estamos aquí y lo que estamos prote
El amanecer trajo consigo una extraña mezcla de alivio y desesperanza. La noche anterior había sido una prueba de fuego, una batalla que no solo había dejado cicatrices en los cuerpos de los hombres de Luca, sino también en el alma de los que habían sobrevivido. La organización de Luca estaba en ruinas: sus aliados más leales habían caído, sus recursos estaban al borde de la extinción, y las calles susurraban historias de un rey que había perdido su corona.Bianca observaba el rostro de Luca mientras dormía en el sofá del pequeño apartamento que ahora usaban como refugio. Sus heridas aún eran frescas, tanto las visibles como las invisibles. Había algo diferente en él, una sombra que antes no estaba. Era como si el peso de los últimos meses finalmente lo hub
El aire en Milán estaba pesado, como si incluso la ciudad supiera que algo importante estaba a punto de cambiar. Bianca y Luca habían pasado los últimos días en un estado de tensión silenciosa, ambos conscientes de que el momento de tomar una decisión definitiva se acercaba. Las conversaciones se habían vuelto más profundas, pero también más difíciles, como si cada palabra pudiera ser la última.En la cocina del pequeño apartamento que habían convertido en su refugio, Bianca estaba preparando café cuando Luca entró, luciendo más cansado que nunca. Sus ojeras delataban noches de insomnio y pensamientos interminables.—¿Has decidido qué harás? —preguntó él, rompiendo el silencio.Bianca se giró lentamente, con la taza aún en sus manos. Su mirada estaba llena de emociones encontradas.—Acepté la oferta para ir a París, Luca. Es mi oportunidad de empezar de nuevo, pero… —su voz se quebró ligeramente— no quiero perderte.Luca se acercó y tomó sus manos, las mismas que temblaban de nerviosi
La ciudad de París se desplegaba ante Bianca como un lienzo interminable de posibilidades. Desde la ventana de su nuevo apartamento, observaba las luces de la Torre Eiffel parpadeando a lo lejos. Había llegado hacía solo unas semanas, pero ya sentía el peso de la soledad. Había soñado con esta oportunidad, trabajar como curadora en un prestigioso museo, pero no podía negar que algo faltaba: Luca.Cada mañana caminaba hasta el museo, tratando de encontrar consuelo en su trabajo. Su oficina estaba llena de obras de arte que esperaba exponer algún día, pero su mente a menudo vagaba hacia Milán. Sus colegas eran amables, y su jefa, una mujer sofisticada llamada Claudine, la había tomado bajo su ala. Sin embargo, el bullicio del arte no lograba llenar el vacío que sentía.Mientras tanto, Luca se encontraba en una encrucijada. Había comenzado a transformar su org
El bullicio de París había comenzado a sentirse familiar para Bianca, pero su mente seguía dividida. Aunque disfrutaba su trabajo en el museo, las largas noches en soledad le recordaban cuánto extrañaba a Luca. Fue en una de esas tardes lluviosas, mientras revisaba documentos en su oficina, que alguien inesperado tocó la puerta: Stefano.—Bianca —dijo con una sonrisa suave y calculada—, pensé que nunca volvería a verte.Ella lo miró con incredulidad, sin saber cómo había llegado allí. Su primera reacción fue cerrar la puerta, pero algo la detuvo. Quizá era la curiosidad, quizá el resentimiento que aún guardaba por su intromisión en el pasado.—¿Qué haces aquí? &
Luca caminaba por las calles de Milán al atardecer, sintiendo cómo las sombras del pasado comenzaban a cerrarse sobre él una vez más. Había trabajado meses para construir una vida legítima, pero los desafíos seguían acumulándose. Algunos de sus aliados más antiguos estaban impacientes, murmurando que su liderazgo había perdido fuerza desde que decidió abandonar el mundo criminal.—Necesitamos tomar decisiones, Luca —dijo Marco, mientras ambos compartían una copa de vino en la pequeña oficina de Luca—. Cesare puede estar debilitado, pero no está acabado. Si no damos un golpe pronto, los hombres comenzarán a dudar de ti.Luca apretó los dientes, sintiendo la presión como un peso insoportable sobre sus hombros. Había pr