Brenda pasó la tarde preparándose para la gala, aunque en el fondo deseaba estar haciendo cualquier otra cosa. El vestido rojo que había probado ahora caía sobre su cuerpo con una perfección que la hacía sentir como si fuera otra persona. Frente al espejo, por un momento, no se reconoció. ¿Quién era esa mujer con la mirada intensa, el cabello castaño cayendo en suaves ondas sobre los hombros y las joyas brillando en su cuello?Era un reflejo completamente diferente de la Brenda que ella conocía: sencilla, sin lujos, alguien que jamás habría pensado en usar un vestido tan elegante o unas joyas tan costosas. La gargantilla, especialmente, le llamaba la atención. Era delicada, hermosa, y aunque no quería admitirlo, le gustaba cómo se veía con ella. Sin embargo, al mismo tiempo, se sentía ajena a todo eso, como si fuera una impostora en su propia piel.Mientras terminaba de ajustarse los tacones, la puerta se abrió de repente. Brenda se giró, sorprendida, y vio entrar a Alexandra, la more
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