En las vastas y exuberantes praderas de la hermosa propiedad de Ares el tiempo parece detenerse.Selene disfrutaba de un oasis de paz. Sin preocupaciones, corría libre como el viento, sintiendo cada brisa suave acariciar su rostro mientras se tumbaba en la hierba fresca.Dejando volar su imaginación al observar las nubes que dibujan formas caprichosas en el cielo azul.Para ella, ese lugar era un refugio sagrado, donde la vida parecía perfecta y todo lo que había en su corazón era puro amor.Aunque Ares, su esposo, era un hombre complicado, envuelto en sombras y secretos,para Selene, solo era un esposo amoroso y dedicado.La pasión de su mirada resonaba en sus pensamientos, esa mirada que iluminaba incluso los momentos más oscuros de su memoria borrosa.Lo único que ella podía reprocharle eran las largas horas que él pasaba ausente, perdido en asuntos imperceptibles para ella. Sin embargo, esas ausencias comenzaban a pesar en su alma.—“Ares nada que llega,¿qué tanto hace cuando no es
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