MEXIMILIANOEl vestíbulo queda en un estado de desolación y terror. Los cuerpos de los hombres de Gunnar yacen en el suelo, algunos con heridas mortales, otros con miradas vacías y sin vida. El silencio es opresivo, solo roto por los llantos y sollozos de los civiles que se esconden en las esquinas, temiendo por sus vidas.La sangre se ha derramado por todas partes, formando charcos rojos en el suelo de mármol. Los muebles están volcados, las mesas y sillas rotas, y los cristales de las ventanas están hechos pedazos. El aire está lleno del olor a sangre y a miedo. Los civiles, aterrorizados, se agarran unos a otros, llorando y suplicando por su seguridad. Algunos intentan huir, pero no saben hacia dónde ir. Otros se quedan paralizados, sin saber qué hacer.Mis hombres les disparan a los tipos que estan vivos, y el unico que dejamos en pie, sale corriendo con la cabeza en sus manos.—Señor, tenemos que irnos ya. Viene la policía —dice Víctor, su voz llena de urgencia.—Está bien, pero
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