La gran ciudad se encontraba tranquila en medio de su propio caos, había una tenue lluvia de julio. Las gotas de lluvia golpeaban con suavidad los cristales de las ventanas, cubriendo la ciudad y sumiéndola en un ambiente melancólico. Estaba en mi cafetería favorita, un lugar pintoresco que parecía desprender historias de cada rincón, como si el lugar mismo estuviera impregnado de memorias de tiempos pasados. Las paredes, decoradas con fotografías antiguas y recuerdos olvidados, hablaban de un tiempo que ya no existía, pero que de alguna manera seguía allí, suspendido en el aire.Me dirigí al mostrador para pedir mi café, y sin pensarlo, pedí un delicioso pan relleno de chocolate, uno de mis favoritos. Había salido de la universidad y, como tantas veces, me dirigía a esa cafetería para pasar un rato tranquila, hacer algo de tarea y disfrutar de mi bebida caliente. Pero aquella tarde, el destino tenía algo más preparado para mí.Al momento de pagar, me percaté de que mi cartera había d
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