Todos los capítulos de EL VIENTRE HUMANO PARA LOS CACHORROS DEL ALFA: Capítulo 111 - Capítulo 120
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111. RAGNAR, EL HUMANO QUE SIRVE AL ALFA
SARAH: Al escuchar al terrible humano que era Ragnar tan cerca, por instinto me convertí en loba y corrí a toda velocidad. Lo conocía muy bien; era cruel y sanguinario con los de su propia especie. No me podía imaginar lo que podría hacer con nosotros si nos atrapaba. Todavía recordaba cuando se había cruzado en el camino de Kieran. Habíamos ido a una reunión de negocios y se encaprichó con una de las lobas de la manada. Al salir del club, la estaba esperando con toda su banda de maleantes, queriendo arrebatarla de nosotros. No podíamos demostrar quiénes éramos; por eso nos comportábamos como humanas. Mi Alfa se había quedado adentro conversando con los hombres, mientras nosotras nos dirigíamos a los autos. Aborrecíamos esas reuniones con los humanos, pero era algo obligatorio. Nosotras éramos bellas e irresistibles, y los hombres humanos perdían la concentración en los negocios al fijarse en nosotras, y así cerrábamos buenos tratos. —Vaya, miren quiénes al fin se dignaron a sal
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112. LA NEGACIÓN  
CLARIS: 

 Me quedé mirando a mi alfa sin decir nada de inmediato, no entendía porqué me estaba preguntando eso. Aunque no se me escapó como su expresión cambió, como si le estuvieran enterrando una daga en su pecho.—¿Y qué se supone que debo hacer? —dije finalmente, bajando la voz—. ¿Convertirme en lo que tú esperas de mí? ¿Pasar cada segundo de mi vida preocupándome por una manada que únicamente te pertenece a ti? —y fue cuando dije algo que lo dejó sin palabras—: ¡No me gusta ser una Loba! ¡No me gusta! ¡No quiero ser la Luna de nadie! Después de que tuve a los gemelos, mi vida giró por completo en torno a ellos. No quería gastar energía en nada que no estuviera relacionado con su cuidado. Mi mundo era sencillo. Ellos eran mi prioridad y mi único propósito. Disfrutaba del amor y la protección de Kieran, quien había asumido su rol con la intensidad con la que vive todo. Era el Alfa de Alfas, pero escapar de las batallas lo consumían como una herida abierta. Escapar, era algo
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113. RECHAZADO
KIERAN: No podía creer lo que había oído. Las palabras de Claris me golpearon con una fuerza que nunca esperé sentir. ¡Me estaba rechazando! ¿Acaso entendía lo que acababa de hacer? Quizá no había pronunciado las palabras exactas del vínculo destinado, pero lo había dicho con suficiente claridad como para que su significado fuera indiscutible. No quería ser Luna, no quería ser mi Luna. Aquello rompió algo profundo dentro de mí, algo que ni siquiera sabía que podía quebrarse. Mi mundo, construido a su alrededor, parecía desplomarse. Una parte de mí quería gritarle, exigirle explicaciones, otra entendía que no había palabras suficientes que pudieran reparar este abismo. El vínculo que nos unía palpitaba con un dolor que no podía describirse. Era como si todo lo que pensaba que era nuestro se redujera en un instante a cenizas. Atka rugió dentro de mí. Su furia era palpable, tanto como el desgarrador dolor que lo embargaba. Era nuestra compañera elegida por la Luna, nuestra parej
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114 . NO ACEPTES SU RECHAZO
KIERAN: Lúmina no se detuvo, siguió avanzando hasta estar justo frente a mí. Nuestras respiraciones chocaban, pero no retrocedí. Atka le sostuvo la mirada; seguíamos siendo lobos, ambos con el control sin anularnos uno al otro. —A ti. A Kieran. —Dijo con firmeza. Su declaración directa me dejó en silencio, atando cabos imposibles. Ella no hablaba por Claris. Era la Loba Lunar, Lúmina, quien se dirigía a nosotros, y el peso de esas palabras no hacía más que confirmar que lo que estaba a punto de revelarme iba a cambiar todo. —Yo jamás volveré a dejar que mi humana los rechace ni tome el control —continuó sin titubear, con una convicción que parecía escrita en las estrellas mismas—. Ese será su castigo por atreverse siquiera a intentarlo. Acabo de cumplir mi mayoría de edad; ya no tengo que subordinarme a mi humana. Me miraba fijamente, de una forma que me dejaba sin aliento. No era algo que pudiera compararse con simples palabras o gestos humanos. Ella no era simplemente un r
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115.  LA VERDADERA LUNA
CLARIS: No supe qué había sucedido. De pronto, la oscuridad me envolvió, como si alguien hubiera arrancado el control de mi propio cuerpo y me hubiese lanzado al abismo más profundo de mis recuerdos. Fue entonces que sentí ese dolor atroz, el dolor que reconocía demasiado bien: la transformación. Mis gritos resonaban en el vacío sin respuesta, como si no pertenecieran a nadie. Y fue allí, en ese limbo de impotencia, donde lo entendí. No era simplemente una transformación. Mi loba, Lúmina, había despertado completamente. Tomó el control de nosotras como jamás lo había hecho antes y me anuló por completo. La frustración se incrustó en mi pecho mientras sentía cómo Lúmina corría, imparable, hasta llegar al lago donde se encontraba Atka. Podía verlo, podía sentirlo, pero no podía actuar. No podía hablar. Solo era una prisionera en mi propio cuerpo, obligada a escuchar cada palabra de la conversación que la Loba Lunar sostuvo con él. Era mi castigo. El castigo por haberme atrevido a desa
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116. EL RECHAZO DEL OMEGA
CLARIS:Lúmina estaba firme a su lado, como lo que era: su complemento, su Luna. Su energía era poderosa, envolvente, y no permitió que mis pensamientos la debilitaran. Se alzó dentro de mi mente como un rugido que no dejaba espacio para la duda. —Lúmina, los niños... no puedo perderlos —dije en mi mente, aferrada a mi miedo, buscándole un propósito, una justificación. —Y los perderás si sigues inclinada ante tus temores humanos —gruñó con fuerza—. ¡Mírate! Estás dejando que una loba inferior nos intimide. Nosotras no nacimos para esto. ¿Quieres que todo se desmorone? ¿Quieres que Sarah lleve a nuestra manada al abismo? Porque eso hará si sigues siendo la sombra débil de lo que realmente somos. Ya basta, Claris, ¡te anularé para siempre si continúas deshonrando a nuestro Alfa! El poder de Lúmina extendió su influencia en cada rincón de mi ser, ahogando mi resistencia con la fuerza de su propósito. Su determinación se enredó en mi esencia, reclamando el control por completo, y lo
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117. YO SOY SU LUNA
KIERAN: Me moví con rapidez, rompiendo la quietud del ambiente. Era imposible no notar las miradas que me seguían, cargadas de preguntas, sorpresa y juicio… pero nada de eso me importó. No podía detenerme. No cuando Gael estaba ahí, al borde del colapso. Mi primo. Mi sangre. El único que me quedaba. Siempre había sabido que mi existencia se reducía a este momento, que mi propósito era protegerlo de todo, incluso de sí mismo, si era necesario. Cuando lo alcé del suelo, sentí un peso más allá del físico. Su fragilidad, su debilidad, no eran sólo algo que podía ver, sino algo que podía sentir. Parecía roto, como si haber pronunciado esas palabras le hubiese arrebatado una parte de su alma. No aparté mi atención de él ni un segundo, aunque alrededor las miradas enemigas ardían como brasas clavadas en mí. No las enfrenté. No las ignoré. Simplemente no existían. En ese instante, para mí, el mundo era solo Gael.—Todo va a estar bien, mi primo… No tenías que hacerlo —le dije con suavidad.
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118. LA LOBAS LUNARES MÍSTICAS
 CLARIS: Aunque mi loba, Lúmina, mantenía el control, me permitía estar totalmente consciente de lo que ocurría a nuestro alrededor. Todo se desarrollaba con una claridad abrumadora: seis Lobas Antiguas, figuras que parecían más brujas que lobas, y Sarah con su séquito. No se atrevían a acercarse. Lo percibí desde el primer momento, y el motivo era innegable. Le temían a mi Alfa.  Sentí una ola de orgullo al notar la tensión en sus miradas, el temor que se reflejaba al enfrentarse a él. Incluso Sarah, que intentaba mantener su postura desafiante, flaqueó cuando Atka, el lobo de mi Alfa, se alzó con un poder imponente frente a ellas. Jamás lo había visto de esa manera, tan majestuoso, tan letal. Imposible apartar la vista de él.  —¡Concéntrate, Claris! —gruñó Lúm
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119. LAS LOBAS ANTIGUAS 
KIERAN:  Las autoproclamadas Lobas Antiguas siempre habían estado al acecho de mi manada. No atacaban, no interferían en lo más mínimo, pero tampoco se alejaban, como si aguardaran algo que se me escapaba. Sabía que me temían; lo delataban cada vez que desaparecían con rapidez ante mi presencia. Sin embargo, no les había prestado demasiada atención… Hasta ahora que habían osado unirse a Sarah para atacar a mi Luna.   Ese atrevimiento despertó algo en mí, algo primitivo y oscuro que había permanecido dormido demasiado tiempo. Podía sentir cómo me quemaba en el interior, esa ira contenida que se expandía como un incendio incontrolable al saber que habían puesto su mirada sobre lo único que no estaba dispuesto a perder. Observé desde la distancia cómo se movían, sigilosas pero cuidadosas, calculando cada p
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120. AMOR DE LOBOS  
LÚMINA:  Sabía que el control no duraría para siempre. No era el equilibrio natural. Nosotros, los licántropos, no estamos diseñados para ser gobernados por nuestros lobos. Es el humano quien domina, quien lleva al resto en su dirección, ya sea hacia la gloria o hacia el abismo. Debía enseñarle a Claris, mi humana, que ella pertenecía a esta vida, aunque se empeñara en negarlo. Había visto a muchas como ella, atrapadas en sus ilusiones frágiles, reprimiendo nuestra naturaleza para ser solo humanas.   Tanto Atka como yo teníamos momentáneamente el control. Nos movíamos en silencio hasta que llegamos a la colina de la luna. Nos detuvimos allí; no necesitábamos hablar para entendernos. Nos sentamos juntos, apoyándonos mutuamente, sintiéndonos completos y, al mismo tiempo, rotos. Levantamos las cabezas y  aullamos hacia la
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