CLARIS:
Aunque mi loba, Lúmina, mantenía el control, me permitía estar totalmente consciente de lo que ocurría a nuestro alrededor. Todo se desarrollaba con una claridad abrumadora: seis Lobas Antiguas, figuras que parecían más brujas que lobas, y Sarah con su séquito. No se atrevían a acercarse. Lo percibí desde el primer momento, y el motivo era innegable. Le temían a mi Alfa.
Sentí una ola de orgullo al notar la tensión en sus miradas, el temor que se reflejaba al enfrentarse a él. Incluso Sarah, que intentaba mantener su postura desafiante, flaqueó cuando Atka, el lobo de mi Alfa, se alzó con un poder imponente frente a ellas. Jamás lo había visto de esa manera, tan majestuoso, tan letal. Imposible apartar la vista de él. —¡Concéntrate, Claris! —gruñó LúmKIERAN: Las autoproclamadas Lobas Antiguas siempre habían estado al acecho de mi manada. No atacaban, no interferían en lo más mínimo, pero tampoco se alejaban, como si aguardaran algo que se me escapaba. Sabía que me temían; lo delataban cada vez que desaparecían con rapidez ante mi presencia. Sin embargo, no les había prestado demasiada atención… Hasta ahora que habían osado unirse a Sarah para atacar a mi Luna. Ese atrevimiento despertó algo en mí, algo primitivo y oscuro que había permanecido dormido demasiado tiempo. Podía sentir cómo me quemaba en el interior, esa ira contenida que se expandía como un incendio incontrolable al saber que habían puesto su mirada sobre lo único que no estaba dispuesto a perder. Observé desde la distancia cómo se movían, sigilosas pero cuidadosas, calculando cada p
LÚMINA: Sabía que el control no duraría para siempre. No era el equilibrio natural. Nosotros, los licántropos, no estamos diseñados para ser gobernados por nuestros lobos. Es el humano quien domina, quien lleva al resto en su dirección, ya sea hacia la gloria o hacia el abismo. Debía enseñarle a Claris, mi humana, que ella pertenecía a esta vida, aunque se empeñara en negarlo. Había visto a muchas como ella, atrapadas en sus ilusiones frágiles, reprimiendo nuestra naturaleza para ser solo humanas. Tanto Atka como yo teníamos momentáneamente el control. Nos movíamos en silencio hasta que llegamos a la colina de la luna. Nos detuvimos allí; no necesitábamos hablar para entendernos. Nos sentamos juntos, apoyándonos mutuamente, sintiéndonos completos y, al mismo tiempo, rotos. Levantamos las cabezas y aullamos hacia la
VIKRA: Habíamos escapado de milagro. O, quizás, por el conocimiento que Sarah tenía del antiguo territorio del alfa Kieran. A pesar de todo, no podía borrar la desconfianza que me provocaba. Si de niña había sido capaz de traicionar a los alfas, de provocar la eliminación de aquella manada, incluso sacrificando a sus propios padres por su ambición de convertirse en la Luna, ¿qué no sería capaz de hacer ahora para conseguir lo mismo? Había sido descubierta y rechazada por su manada. Era extremadamente peligrosa. Mi hermano Vorn, mi alfa ahora, había intentado convencerme de que lo que sentía por Claris no era más que el lazo familiar; al fin y al cabo, aseguraba que ella era mi sobrina. Pero no podía aceptar eso; no había encontrado su olor en Claris. Había algo más que iba más allá del lazo familiar.
CLARIS: Cuando volví a tener conciencia, el silencio era abrumador, casi sofocante. Me tomó solo unos instantes darme cuenta de que mi loba estaba dormida. Aproveché ese momento y probé a tomar el control. Lentamente, abrí los ojos, aún insegura de lo que iba a encontrar. Al principio, todo fue confuso, pero luego lo vi. Estaba entre las patas de Atka, aunque no era él quien lo controlaba. Los ojos grises de Kieran se fijaron en mí, intensos y penetrantes. Su mirada era indescriptible; ya no estaba ese brillo cálido que conocía tan bien. Solo había un vacío insondable, lleno de duda y un dolor tan profundo que me atravesó. —Kieran —pronuncié su nombre, aunque no me quedó duda en ningún momento de que era él. Aun así, su mirada no se desvió. Sus ojos seguían clavados en los míos y comprend&
CLARIS: El sacudido de la transformación me despertó. Sentí cómo mi cuerpo recuperaba el control, pero aquella energía vibrante que me proporcionaba Lúmina había desaparecido. Era como regresar al tiempo en que no sabía que era una loba, cuando solo me consideraba humana. Al abrir los ojos, lo primero que escuché fueron los sollozos de mis gemelos, sus voces desesperadas pidiendo atención: tenían hambre. —Mamá, tenemos hambre, queremos comer —lloraban mientras me jalaban hacia la cocina. —¿No los alimentaron sus nanas? —pregunté con sorpresa, mientras mis ojos recorrían el entorno. Intenté comprender la situación; algo no estaba bien. Todo parecía extrañamente desprovisto de vida, el bullicio habitual de la gran casa del Alfa había sido reemplazado por un silencio qu
CLARIS:Luego de alimentar a mis hijos, me dediqué a hacer las tareas del hogar que, desde que me había unido a Kieran, nunca habían pasado por mis manos. Me repetía a mí misma que no sería tan complicado. Esto era lo que se suponía que hacía una mujer humana casada, ¿no? Subí las escaleras con determinación, decidida a cumplir con todo. Al principio, me sentí capaz. Limpié los baños, tendí las camas, pulí los pisos y pensé que estaba logrando algo, pero no tardó mucho en llegar la interrupción. —Mamá, tengo hambre. ¿Cuándo vamos a comer? —escuché a mi pequeño. Miré el reloj. La una de la tarde. Había pasado la mañana sumergida en estas tareas mientras los niños seguían sin recibir algo decente. Dejé todo y corrí con ellos haci
CLARIS:Atrapada en mi propio cuerpo, sin entender todavía lo que sucedía. Había estado buscando a Lúmina dentro de mi ser todo el día y solo encontré un vacío. ¿Cómo era posible que, a la llegada de mi Alfa, ella resurgiera como si nada? ¿Dónde había estado? Era nueva en esto de ser un ser sobrenatural. Sabía que mi Alfa era muy poderoso y, en varias ocasiones, había escuchado que tenía la capacidad de sellar al lobo de sus integrantes rebeldes como castigo. ¿Habría hecho eso con Lúmina? ¿O era una traidora mi loba? ¿Por qué no podía comunicarme con ella? Tuve que dejar de pensar para centrarme en lo que sentía. La desconexión entre mi loba y yo se volvió tangible, como si estuviera atrapada al borde de un precipicio invisible desde donde solo podía observar, pero jam&aacu
VIKRA: Después de escuchar el plan de mi hermana Chandra Selene y Sarah, mi primer instinto fue correr hacia donde estaba mi hermano Vorn y contarle todo. Pero sabía que sería inútil: era mi palabra contra la de mi hermana, en quien ahora él confiaba plenamente. En mí, en cambio, persistían las sospechas. Por más que intentara convencerme de lo contrario, no podía aceptar que Elena fuera su pareja destinada. Si ella no lo era, entonces ni Claris ni Clara podrían ser sus hijas. El aroma de Claris lo confirmaba, ese aroma que me atormentaba y me decía que era mi pareja destinada, aunque todos los demás lo negaran. Aguardé a que la noche cayera y, como cada día, corrí hacia el límite de la manda de Kieran Theron, esperando conectarme con ella. Aunque Claris nunca había respondido a mis llamados, la sentía. Esa energía, esa