El bosque era un laberinto de sombras vivas. Árboles altos y nudosos se cernían sobre Carolina , sus ramas retorcidas parecían garras listas para atraparla. El aire era espeso, impregnado de un hedor podrido. Cada pisada en la hojarasca húmeda resonaba como un latido acelerado.Algo la perseguía.Sentía su aliento caliente en la nuca, escuchaba el crujir de ramas rotas tras de sí. No podía verlo, pero sabía que era enorme, deforme, con ojos brillantes que perforaban la oscuridad. Su respiración se volvía un jadeo tembloroso, su corazón latía con violencia.Corrió.El suelo se volvía lodoso, atrapándola con cada paso. Tropezó y cayó de rodillas, sintiendo cómo las sombras a su alrededor se cerraban. Detrás de ella, el monstruo emitió un gruñido gutural, profundo y vibrante. Se giró, y por un instante, lo vio: una silueta colosal, con garras como cuchillas y una boca repleta de dientes afilados.Iba a devorarla.Entonces, una luz irrumpió en la penumbra. Un resplandor dorado descendió d
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