—¡¿Qué has dicho?! —David estalló, la furia en su pecho, desbordándose en un grito que resonó en la sala.En un impulso salvaje, se lanzó sobre el hombre, sus manos, aferrándose al cuello de la camisa de este con una fuerza que parecía capaz de romperlo. El aire se volvió espeso, tenso, como si cada segundo fuera una eternidad.—¡Mienten, David, no le creas! —Linda gritó, pero su voz, quebrada, no conseguía penetrar la tormenta de emociones que estallaban a su alrededor. Su cuerpo temblaba, suplicándole que no creyera lo que estaba por venir.Amelia, con una sonrisa que se deslizó entre sus labios, observaba la escena.Había esperado este momento, saboreaba cada segundo de la angustia que se reflejaba en los ojos de David.—¿De verdad quieres esto? —La voz del hombre cortó el aire como un cuchillo, mientras se soltaba del agarre de David y, con calma inquietante, sacaba su teléfono.Lo sostenía como una sentencia definitiva, como una prueba irrefutable.El brillo de la pantalla iluminó
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