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Al día siguienteRandall despertó con el primer rayo de sol filtrándose por las cortinas.Sus ojos, aún pesados por el sueño, se posaron en la mujer que yacía a su lado.Bianca dormía plácidamente, con el cabello esparcido sobre la almohada y su piel desnuda iluminada por la suave luz matutina.Su respiración era tranquila, y su expresión reflejaba una dulzura que contrastaba con la tormenta de emociones que él sentía en su interior.Por un instante, su mente viajó al pasado. Recordó todas las veces que la rechazó, los muros que levantó entre ellos con la intención de mantenerla alejada.Ella era más joven, inocente… y él, demasiado roto para permitir que alguien así se acercara.Siempre le pareció peligroso encariñarse con ella, más aún cuando Terrance Eastwood estaba de por medio. Su competencia, su enemigo.Durante años lo odió con cada fibra de su ser, creyendo que le había robado a Deborah, la mujer que alguna vez creyó querer.Pero ahora, mirándola, entendía que había estado cie
Deborah movía los dedos contra su muslo, su mirada clavada en el vacío mientras los pensamientos la asfixiaban.No podía fallar. No ahora.—Él debe ser el padre de mi hijo… —se repetía en su mente, tratando de convencerse.Apretó los dientes.Claro, había estado con Martín en esa época, pero… también con Randall. ¿Cómo era posible que tuviera tan mala suerte?Tal vez estaba apostando demasiado, pero si le salía bien, si Randall cayó en su trampa, todo cambiaría. Su vida cambiaría.Su mirada se tornó calculadora antes de fijarse en él, en su imponente presencia, en esos ojos que una vez la habían mirado con deseo y ahora solo reflejaban desprecio.—¡He dicho que es tu hijo! —espetó con vehemencia—. ¿Acaso vas a negar que éramos amantes?Randall sintió una punzada de rabia.Escuchar a esa mujer decirlo tan descaradamente le revolvió el estómago. Se sintió sucio. Manipulado.Apretó los puños y habló con un tono de acero:—Bien. Si estás tan segura, hagamos la prueba de ADN.Deborah esboz
Al día siguienteRandall estaba en el laboratorio, rodeado por su abogado y sus padres.Su expresión era una máscara de frialdad, pero por dentro, un torbellino de emociones lo carcomía.Nunca imaginó encontrarse en esta situación, esperando los resultados de una prueba que podría cambiar su vida para siempre.El sonido de unos tacones resonó en el pasillo.Deborah había llegado, acompañada de su madre, Linda, y el niño.La sonrisa de triunfo en su rostro hizo que Randall apretara los puños.—¡Hagámoslo de una vez! —exigió Deborah con impaciencia.El proceso fue meticuloso.Tomaron muestras de ADN tanto de Randall como del niño, asegurándose de que todo se hiciera con transparencia. No habría lugar para trucos ni manipulaciones.—Los resultados estarán listos en tres días —informó el técnico del laboratorio con voz profesional.El abogado de Randall intervino de inmediato.—Señora Leeman, las pruebas serán trasladadas por personal del laboratorio directamente a mi despacho. Nadie más
—Yo siempre te amaré, Terry. ¿Por qué mi hermana nos impidió estar juntos? Prométeme que nunca me olvidarás —la voz de Deborah, teñida de alcohol y desesperación, resonó mientras se aferraba al micrófono en sus manos, todos creían que haría un brindis por los novios, pero su declaración fue atroz.Paz, aun con el velo de novia colocado y el vestido blanco ajustado a su silueta, sintió que su mundo se quebraba.Las palabras de su hermana eran como dagas, atravesando cada rincón de su ser.Miró a su alrededor y notó las miradas inquisitivas de los invitados, los murmullos que se multiplicaban, y el peso de la humillación la abrumó.Apretó los puños y sus ojos se llenaron de lágrimas que luchaba por contener.Era su boda, el día en que debía comenzar una nueva vida con el hombre que amaba, y allí estaba Deborah, robándose cada fragmento de protagonismo, abrazada al hombre que ahora era su esposo.La gente la miraba con rabia, era obvio, todos, incluso su propio esposo Terrance, creían q
Tres años después.Paz despertó temprano, como solía hacerlo cada día, y giró la cabeza hacia su esposo.Terry dormía a su lado, su rostro sereno contrastaba con la frialdad que solía mostrarle cuando estaba despierto.Paz se permitió observarlo, grabar cada línea de su mandíbula, la curva de sus labios, la forma en que el sol filtrándose por las cortinas delineaba su figura.Aunque su relación era de silencios y rechazos, había momentos como este que alimentaban su esperanza.«¿Por qué me tratas como si fuera nada cuando estás despierto, pero haces que me sienta deseada en la cama?», pensó con profunda amargura.La pasión que compartían parecía real, y aunque Terry pocas veces expresaba afecto, los gestos ocasionales, como los regalos que le traía, le daban pequeñas migajas de amor con las que sobrevivir.Paz recordó un día en que lo había seguido discretamente hasta una joyería.Él no lo sabía, pero ella había visto cómo examinaba minuciosamente cada pieza antes de decidirse. No era
Paz pasó el resto del día sin ver a Terry.La casa parecía más fría en su ausencia, como si cada rincón estuviera al tanto de la distancia que había crecido entre ellos.Al caer la noche, escuchó sus pasos en el pasillo. Él entró en la habitación en silencio, se cambió rápidamente y se metió en la cama.No hubo palabras, ni siquiera un murmullo. Paz sintió cómo el colchón se hundía bajo su peso, pero no hizo el mínimo esfuerzo por acercarse.Cuando Terry intentó rodearla con un brazo, ella se encogió en un rincón de la cama, apretando las piernas contra su pecho. El rechazo fue como una daga silenciosa para Terry, quien, con un bufido de frustración, se giró y le dio la espalda.La noche avanzó cargada de tensión y resentimiento, y el espacio entre ambos se sintió como un abismo infranqueable.***Al día siguiente.Paz observó cómo su esposo salía temprano sin despedirse, y justo cuando pensaba que podría tener algo de calma, el teléfono sonó.Al otro lado de la línea, una voz familia
En el hospital, el aire era denso, cargado de ansiedad y tensión.Terry caminaba de un lado a otro en la sala de espera, intentaba pensar en que pudo haber pasado, ¿Acaso la comida le cayó mal a Deborah? ¿O estaba enferma?La imagen de Deborah desplomada en el piso seguía repitiéndose en su mente como un eco interminable.—¿Qué le habrá pasado? —murmuró con voz ronca, mirando a su asistente personal, Martín, como si esperara que tuviera todas las respuestas.Martín, incómodo, se encogió de hombros.—Lo averiguaré, señor.Unos minutos más tarde, las puertas automáticas se abrieron y los padres de Deborah irrumpieron en el lugar, lucían desesperados.La señora Linda estaba descompuesta; sus ojos reflejaban el terror de una madre que temía lo peor.—¡Dime que mi hija no va a morir! —exclamó, sujetando con fuerza el brazo de Terry, como si él pudiera prometerle un milagro.Terry negó con un movimiento brusco, tratando de mantenerse firme, aunque la duda lo estaba devorando por dentro.—Ca
Horas después, en la habitación del hospital, Terry estaba de pie, observando a Deborah en la camilla.Sus ojos no podían apartarse de ella, viendo cómo su cuerpo estaba frágil y debilitado.Estaba pálida y con un gesto enfermo.Deborah, al escuchar sus pasos, levantó la vista, y sus ojos se abrieron con desesperación.—¡Terry! ¡Iba a morir! —exclamó entre sollozos, la angustia en su voz casi palpable, su respiración irregular.Terry, con un gesto de ternura, se acercó rápidamente y tomó su mano, buscando calmarla.—No vas a morir, Deborah. Estás aquí, y eso es lo que importa ahora —dijo, intentó transmitirle calma.La joven, todavía temblando, le apretó la mano, y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.—Mamá… Mamá dijo algo horrible, Terry —sollozó, su mirada parecía llena de miedo—. Dime, Terry, ¿es cierto? ¿Mi propia hermana quiere matarme?Terry no supo qué decir de inmediato.Un nudo se formó en su garganta.¿Qué podía decirle?Miró Deborah, que lucía desesperada, con la p