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Al día siguienteRandall estaba en el laboratorio, rodeado por su abogado y sus padres.Su expresión era una máscara de frialdad, pero por dentro, un torbellino de emociones lo carcomía.Nunca imaginó encontrarse en esta situación, esperando los resultados de una prueba que podría cambiar su vida para siempre.El sonido de unos tacones resonó en el pasillo.Deborah había llegado, acompañada de su madre, Linda, y el niño.La sonrisa de triunfo en su rostro hizo que Randall apretara los puños.—¡Hagámoslo de una vez! —exigió Deborah con impaciencia.El proceso fue meticuloso.Tomaron muestras de ADN tanto de Randall como del niño, asegurándose de que todo se hiciera con transparencia. No habría lugar para trucos ni manipulaciones.—Los resultados estarán listos en tres días —informó el técnico del laboratorio con voz profesional.El abogado de Randall intervino de inmediato.—Señora Leeman, las pruebas serán trasladadas por personal del laboratorio directamente a mi despacho. Nadie más t
—¡El resultado es negativo!Las palabras resonaron como un disparo en la habitación.Los ojos de Deborah casi salieron de sus órbitas mientras tomaba los documentos con manos temblorosas.—¡No puede ser! —su voz tembló, pero rápidamente se convirtió en un grito—. ¡Esto es imposible! ¡Ese niño es tu hijo, Randall! ¡Es una trampa! ¡Seguro han falsificado los resultados!Su desesperación era palpable. Sus labios temblaban, sus mejillas estaban encendidas de furia, y su mirada suplicaba alguna grieta en la realidad que pudiera darle la razón.Randall, en cambio, estalló en carcajadas, pero su risa estaba teñida de burla y desdén.—¡Por favor! —dijo con sorna—. Esto es una prueba de ADN, no una historia de telenovela. Si crees que es falso, demándanos. ¡Adelante! Pero te guste o no, tu hijo no es mío. Se acabaron tus mentiras, Deborah. ¡Déjame en paz de una vez por todas!Deborah se sintió como si le arrancaran el suelo bajo los pies. Las palabras de Randall la golpeaban con la fuerza de un
El ambiente en la casa era tranquilo hasta que Paz recibió una visita inesperada.Al entrar en la sala, su cuerpo se tensó como si un relámpago le recorriera la espalda. En el sillón de cuero, con las piernas cruzadas y las manos entrelazadas, estaba David Leeman.—¿Qué haces aquí? —su voz fue un filo de hielo, cargado de desprecio.El hombre se puso de pie con una sonrisa tensa, como si le pesara en la mandíbula.—Hija…Paz sintió una punzada en el pecho, una mezcla de asco y rabia que le quemó la garganta.—¿Hija? —susurró, con veneno en cada sílaba—. No te atrevas a llamarme así.David dio un paso al frente.—Paz, escúchame. Me hicieron creer lo peor de ti… me engañaron. Pero tienes que entenderlo, soy tu padre.La incredulidad en sus ojos se transformó en una carcajada amarga.—¿Padre? ¿El mismo que me abandonó? ¿El que me dejó en manos de esa mujer como si fuera un desperdicio?Su pecho subía y bajaba con fuerza. Sentía que todo el aire del lugar se volvía espeso.—Paz, por favor…
David despertó con un dolor punzante en la cabeza. Un mareo lo embargó cuando intentó moverse, pero pronto se dio cuenta de la cruda realidad: estaba atado de pies y manos, tumbado sobre el suelo frío de cemento. Su respiración se aceleró. El aire olía a humedad y encierro.Parpadeó varias veces, tratando de aclarar su visión borrosa. Frente a él, de pie, junto a la tenue luz de una bombilla parpadeante, estaban Deborah y Linda.—¿Qué… qué demonios están haciendo? —gruñó David, forcejeando con las ataduras que le lastimaban las muñecas.Deborah cruzó los brazos, una sonrisa cruel curvando sus labios rojos.—No puedo permitir que nos eches a la calle —su voz era fría, calculadora—. Lo siento, papá, pero te guste o no… esta bastarda sigue siendo tu hija.David sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esa mirada... Esa sonrisa… Era la misma que solía ver en el reflejo de su propia ambición.Linda, en cambio, no parecía tan convencida. Su rostro estaba pálido y su cuerpo temblaba de ansie
Bianca sintió un dolor extraño en el pecho, un nudo que la asfixiaba desde adentro, como si todo a su alrededor estuviera desmoronándose.Cerró los ojos por un segundo, intentando calmarse, pero los pensamientos la asaltaban con furia.«¡Es mentira, ni Paz, ni Randall serían capaces de lastimarme así!», pensó, intentando convencerse a sí misma.Pero algo en su interior le decía que las palabras de Deborah, por más venenosas que fueran, tenían algo de verdad.Tomó aire profundamente y se dirigió de nuevo al salón, sus pasos eran firmes, pero su mente estaba perdida, revoloteando entre las dudas y la incertidumbre.Necesitaba hablar con Randall, necesitaba aclarar las cosas.Deborah había dicho demasiadas mentiras, y no permitiría que esa mujer arruinara lo poco que le quedaba de confianza en su relación.Alguien le indicó que Randall se encontraba al final de un pasillo.Bianca no pensó ni un segundo más y caminó decidida hacia allí, sin saber exactamente qué haría cuando lo encontrara.
Randall conducía en silencio, pero su mente era un torbellino.Sentía la tensión en el aire, el peso del rechazo de Bianca como un muro impenetrable.Apretó el volante con fuerza, robándole miradas furtivas, deseando verla sonreír como antes.Pero ella estaba distante, con la mirada fija en la ventanilla, como si estuviera atrapada en un mundo donde él ya no tenía cabida.Su corazón latía con miedo.«No quiero perderte. No quiero perder lo que pudo ser, Bianca», pensó, sintiendo un vacío helado en el pecho.El puerto se alzó ante ellos con toda su grandeza.Las luces doradas del crucero titilaban en la distancia, reflejándose en el mar.Subieron a bordo sin cruzar más que unas cuantas palabras cortas y secas.Cuando entraron en la suite nupcial, Bianca se adelantó.Observó la habitación con desinterés, mientras Randall cerraba la puerta tras ellos.Por un instante, todo se sintió demasiado sofocante.Entonces, ella rompió el silencio:—Elige. ¿La cama o el sofá? ¿Cuál prefieres?Randal
Paz intentó calmarse, creyó que era una broma, inhaló profundamente y, con una leve sonrisa en los labios, alzó la mirada hacia Terrance.—¿Estás celoso? —su tono era juguetón, pero en su interior, el miedo aún persistía.Terrance la observó fijamente, su mandíbula se tensó.—Por supuesto que estoy celoso… —susurró, su voz cargada de posesión—. Porque tú eres mía.Sin darle oportunidad de responder, la atrapó entre sus brazos, sujetándola con firmeza mientras su boca reclamaba la de ella con un beso hambriento.No fue un roce dulce ni titubeante. Fue un beso de pura pasión, de necesidad, de un hombre que no estaba dispuesto a perderla.Paz jadeó contra sus labios, intentando aferrarse a su autocontrol, pero su cuerpo la traicionó.Se hundió en el beso, perdiéndose en el calor de sus labios, en la firmeza de sus manos que recorrían su espalda con urgencia.Él la devoraba con cada caricia, cada roce, como si necesitara recordarle que le pertenecía.Cuando Terrance separó sus labios, sus
Paz sintió que la desesperación la consumía. Sus manos temblaban al sostener el teléfono, marcando una y otra vez sin obtener respuesta. Algo andaba mal.—Paz, espera, no puedes salir así. —Bianca intentó detenerla, pero al ver su expresión aterrada, supo que sería inútil.—Por favor, quédate con las niñas. No puedo arriesgarlas… pero tengo que ir con Terrance. —Su voz se quebró.Bianca vio en sus ojos una angustia que iba más allá del miedo. Era el terror de perder lo más importante de su vida.—Ten cuidado —susurró Bianca, dándole su bendición silenciosa.Paz corrió hacia el auto. Ordenó a los guardias que la llevaran de inmediato a donde estaba Terrance.Durante el trayecto, su corazón latía con fuerza descontrolada. Intentó llamarlo otra vez. Nada.—¡Responde, m*****a sea!Pero al otro lado de la línea solo había silencio.Mientras tanto…Terrance estaba de pie ante una multitud expectante.La conferencia de prensa estaba llegando a su punto culminante. Randall a su lado.Las cámar