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Al llegar a la mansión Eastwood, Terrance no tardó ni un segundo en llevar a Paz hasta la cama.La acunó con suavidad, cuidando cada movimiento como si su vida dependiera de ello.Con manos temblorosas, pero decididas, comenzó a limpiar y curar sus heridas, cada roce de su mano, un recordatorio de lo cerca que estuvo de perderla.El silencio entre ellos era pesado, lleno de palabras no dichas, pero también de una comprensión profunda, como si todo lo que necesitaban saber el uno del otro ya estuviera en sus miradas.Ella, exhausta, también atendió sus propias heridas, aunque en el fondo de sus ojos brillaba la incertidumbre, un reflejo de las cicatrices emocionales que aún no había podido sanar.Randall, por otro lado, había ido a buscar a Bianca.Al llegar a casa, la abrazó con fuerza, como si temiera que desapareciera en sus brazos. Ella, con los ojos llenos de incertidumbre, buscó refugio en su pecho.—¿Por qué quieren hacernos daño? —preguntó Bianca, su voz quebrada por el miedo.R
La llamada fue colgada.Paz miró el teléfono con incredulidad, sintiendo cómo la furia crecía en su interior como un incendio incontrolable.—¿Qué es lo que sucede con este hombre? —exclamó, arrojando el móvil sobre la mesa con frustración.Terrance la observó con calma, conociendo bien ese destello de dolor oculto tras su enojo.—¿Quieres que vayamos a investigar? —preguntó con voz serena, aunque en su interior estaba listo para cualquier cosa.Paz negó con la cabeza, cruzándose de brazos mientras contenía la tormenta que se agitaba dentro de ella.—Él no merece ni un poco de mi atención, Terrance. Ese hombre no dudó en dejarme con monstruos a cambio de salvar a Deborah. Ahora debe quedarse con ella y enfrentar las consecuencias de sus elecciones.Terrance asintió sin insistir. Conocía demasiado bien el peso de las cicatrices en el corazón de Paz. Sin más, tomaron sus cosas y regresaron a casa, dejando atrás el caos que no les pertenecía.Lejos de allí, en la penumbra de una habitació
Mila y Mia estaban recostadas en su cama, abrazadas a sus peluches favoritos.La tenue luz nocturna proyectaba sombras suaves en las paredes, y el suave murmullo de la brisa colándose por la ventana parecía arrullarlas.Paz y Terrance se inclinaron para besarlas en la frente, cubriéndolas con las mantas.—Dulces sueños, mis princesas —susurró Paz.—Que tengan los sueños más hermosos —añadió Terrance con una sonrisa.Las pequeñas cerraron los ojitos, sumergiéndose en la tranquilidad del sueño en un instante.Paz y Terry se quedaron un momento más, mirándolas con ternura, sintiendo el corazón hinchado de amor.Al salir de la habitación, Terrance no perdió tiempo. Con un solo movimiento, la alzó en sus brazos con facilidad.—¿Qué pretende hacer conmigo, señor Eastwood? —preguntó ella con picardía, rodeando su cuello con los brazos.—Solo cosas buenas, mi futura señora Eastwood otra vez —susurró él, con una chispa traviesa en los ojos.Ella rio, sintiendo el cálido aliento de Terry sobre s
La fiesta comenzó con un bullicio alegre, una vibrante atmósfera que llenaba la mansión.Las luces brillaban en el techo y la música envolvía a los invitados como una manta cálida.Todos reían y disfrutaban, pero, en medio de la multitud, Terrance y Paz se encontraron, como si el resto del mundo hubiera desaparecido.Terrance tomó su mano con firmeza, guiándola hacia el centro de la pista de baile.El espacio parecía desaparecer a su alrededor, solo existían ellos dos, en ese pequeño universo privado.Bailaron lentamente, sus cuerpos moviéndose al compás de una melodía que solo ellos podían oír.Era como si no pudieran separarse, como si sus corazones latieran al mismo ritmo, en una perfecta sincronización.—Te amo, Paz —susurró Terrance, sus palabras se perdieron en el suave murmullo de la música, pero Paz las escuchó perfectamente, como si fueran las más importantes de todas—. Gracias por estar a mi lado, gracias por perdonarme.Paz lo miró, una mezcla de amor y melancolía en sus ojo
Paz caminaba por el jardín con pasos lentos, su mente todavía envuelta en la felicidad que sentía por la reconciliación con Terrance.El aire fresco de la noche acariciaba su rostro, y las estrellas brillaban intensamente en el cielo, como si quisieran iluminar su corazón.Sin embargo, una sensación extraña se apoderó de ella, una mezcla de ansiedad y anticipación que no podía descifrar.La luna, alta y llena, parecía observarla desde lo alto mientras avanzaba, imbuida en sus propios pensamientos.Al llegar al salón del jardín, se detuvo un momento. Las puertas de cristal estaban entreabiertas, dejando escapar una suave luz que iluminaba las rosas blancas y los árboles altos que rodeaban el lugar.El aroma fresco de las flores se mezclaba con el aire nocturno, pero algo en el ambiente parecía diferente, como si todo estuviera cargado de una tensión invisible.Paz sintió cómo su pulso se aceleraba y una ligera inquietud se apoderó de ella, pero no podía comprender por qué.Entró al saló
—¡No eres apto para el proyecto Zero! Lo sabes bien, Orson. Mira hasta dónde has llegado... solo sabes causar destrucción. Por eso nunca ibas a formar parte del proyecto —dijo Paz con firmeza, su voz templada como el acero.Los ojos de Orson destellaron de furia.—¡Cállate! —rugió, apretando el arma contra su sien.Terrance dio un paso adelante, el miedo atenazándole el pecho.—¡Déjala en paz!Pero Orson no le prestó atención. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel.—Escuchen bien, si quieren que la preciosa Paz Leeman siga respirando, entréguenme el proyecto Zero. Quiero toda la información: el software, los estudios, los avances… ¡Lo quiero todo!Terry sintió el peso de la decisión ahogándolo. Si entregaba el proyecto, todo por lo que habían trabajado estaría en manos de un hombre sin escrúpulos. Pero si se negaba… Paz podía morir en cualquier segundo.—¡Sí! ¡Te daré todo! —exclamó, desesperado—. Pero suéltala primero.Orson rio con desprecio.—¿Crees que soy un idiota? ¡Lo quie
—No quiero que nadie se entere aún, Terry... Tengo miedo. Miedo de perderlo todo. —su voz temblaba, casi inaudible, mientras sus dedos se aferraban con fuerza a la tela de su camisa, buscando algo que le diera seguridad.Terry, al verla tan vulnerable, se acercó lentamente, su rostro reflejaba la preocupación de quien nunca había visto a Paz tan angustiada.Sin mediar palabra, tomó su mano, dejando que el contacto entre ellos fuera el único consuelo que pudieran encontrar en ese momento.—Nuestro hijo... —comenzó, buscando las palabras que pudieran calmarla, que pudieran darle fuerza—. Nuestro hijo va a nacer sano, Paz. Fuerte. Porque su madre es la mujer más valiente que he conocido. —su voz, suave y firme, la envolvía como un abrazo invisible. Con un suspiro, se inclinó hacia ella, besando sus labios con ternura.Paz, aunque afectada por el temor, respondió al beso, sintiendo la calidez que le proporcionaba la cercanía de Terry.—Mantengámoslo en secreto, mientras el bebé crece un po
Cuando salió del baño, Bianca se sentó en la cama, su corazón aún acelerado por la tensión del día. Las dudas y los miedos seguían nublando su mente, pero por un momento, trató de respirar profundamente y dejar todo eso atrás.En ese instante, Randall entró a la habitación. Un destello de calidez cruzó su rostro al verla sentada, como si la luz de la habitación la envolviera. Corrió hacia ella, sin pensarlo, y la abrazó con fuerza, como si la seguridad de sus brazos fuera la única cosa que importaba en el mundo.—Hola, mi amor —dijo, su voz llena de ternura, mientras le extendía una rosa roja, esa flor que había elegido especialmente para ella, como si simbolizara su amor en cada pétalo. Bianca la miró, con los ojos brillando, sorprendida por el gesto. La tomó en sus manos, y sin pensarlo, le dio un beso en los labios, un beso que significaba más que palabras.Después, con una sonrisa cálida, colocó la rosa en el florero que había en la mesa de noche, un pequeño detalle que siempre le