Al llegar a la mansión Eastwood, Terrance no tardó ni un segundo en llevar a Paz hasta la cama.La acunó con suavidad, cuidando cada movimiento como si su vida dependiera de ello.Con manos temblorosas, pero decididas, comenzó a limpiar y curar sus heridas, cada roce de su mano, un recordatorio de lo cerca que estuvo de perderla.El silencio entre ellos era pesado, lleno de palabras no dichas, pero también de una comprensión profunda, como si todo lo que necesitaban saber el uno del otro ya estuviera en sus miradas.Ella, exhausta, también atendió sus propias heridas, aunque en el fondo de sus ojos brillaba la incertidumbre, un reflejo de las cicatrices emocionales que aún no había podido sanar.Randall, por otro lado, había ido a buscar a Bianca.Al llegar a casa, la abrazó con fuerza, como si temiera que desapareciera en sus brazos. Ella, con los ojos llenos de incertidumbre, buscó refugio en su pecho.—¿Por qué quieren hacernos daño? —preguntó Bianca, su voz quebrada por el miedo.R
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