Zack no estaba listo para oír el secreto de Sheily, pero ella habló antes de arrepentirse. —Yo... Yo no voy a la iglesia a rezar, Zack, esa es sólo una fachada. En ese lugar, que parece una iglesia, pago para tener sesiones de BDSM. Pagaba, porque hace tiempo no voy —sonrió al ver la cara de Zack, completamente desencajado. Lo había dejado en jaque, atónito. Se lo repitió, por si no había entendido.—Entonces... ¿Me estás queriendo decir que pagas para poder azotar hombres? ¿Y les pones collares de perro? —se tocó el cuello, temiendo el destino que le esperaba de seguir con ella.¿Miedo? Los hombres Bertram no le tenían miedo a nada, menos a las sádicas. Tragó saliva, respirando con más agitación que antes. Este secreto le había devuelto el alma al cuerpo y estaba aliviado, pero al mismo tiempo muy intrigado. —Es al revés, Zack. Mi rol era el de la sumisa, pero ya lo estoy dejando.¿Sumisa Sheily, alias la «dragona»? ¿En qué universo paralelo podía ocurrir aquello?—¿Te estás burla
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