Sheily negó repetidas veces, incapaz de aceptar lo que su cuerpo ya había reconocido. Su cuerpo lo supo mucho antes que ella. —¡Esto es una locura! Es una estupidez que debemos olvidar. Trabajamos juntos y deberíamos estar trabajando ahora mismo —acomodó el traje de Zack, le puso la corbata en su lugar y le ordenó el cabello, para que nadie se enterara de lo que andaba haciendo en horario laboral. Con la cara de calentura que tenía no se podía hacer nada. —Soy un adulto responsable y puedo separar perfectamente lo que ocurre en el ámbito laboral de lo personal —aseguró él— ¿Acaso tú no puedes? —¿Y qué hay de Melanie? Todos hablan de ustedes dos.—Sus coqueteos me divierten, pero no ha pasado nada entre nosotros y le he dejado claro que nada pasará tampoco.—¿Y conmigo sí? —Yo quiero si tú quieres y creo que quieres —volvió a besarla, a perderse entre los carnosos labios de Sheily y a enfrentarse a su lengua dominante. Sus manos no se quedaron en la cintura esta vez, subieron por
En cuanto Sheily bajó el pantalón de Zack y tuvo su miembro entre las manos, se quedó tan impresionada que se fue de espaldas y cayó sobre sus nalgas. Una hora antes. Después de la magnífica cena, muy amena en compañía de Zack y su incesante charla, suponía ella que debido a los nervios, retomaron el recorrido de la casa. A cada paso que Sheily daba en el ala derecha de la casona se sentía como en la visita educativa a un museo. —¿Esa señora es tu tatarabuela? —preguntó, señalando una fotografía en blanco y negro en un bello marco dorado.—Lo es, la oveja negra de la familia. Sus padres la habían comprometido en matrimonio con un hombre mayor, pero ella estaba enamorada del que sería mi tatarabuelo, Frederick Bertram. —Déjame adivinar, ¿se escaparon juntos? —preguntó emocionada, como la mejor estudiante de la clase de historia. Zack negó, con la mirada oscura.—Asesinó a sus padres y a su prometido —contó, sin perder detalle de la expresión de sorpresa de Sheily.—Me estás engañ
A veces la mente jugaba trucos. Los espejismos eran un ejemplo de ello, los fantasmas también y puede que hasta ciertos fenómenos religiosos o milagros. A Sheily le pasó una vez, a los diez años. Salió de su habitación y sintió el aroma de la loción de afeitar de su padre, muerto ya hacía unos cuantos meses.Se le llenaron los ojos de lágrimas porque fue como tenerlo de regreso. En cualquier momento lo vería salir del baño con su bata y le daría los buenos días y luego un beso en la mejilla.Si existían los fantasmas, tal vez él había ido a visitarla, era un mensaje con el que le decía que seguía allí, que siempre estaría para ella aunque ya no pudieran verse.«Tal vez se convirtió en un ángel».Corrió emocionada hacia el baño, donde el aroma se volvía más intenso. La puerta se abrió de pronto y salió un hombre enorme, un tipo grotesco cuya panza se derramaba sobre los pantalones y cuyos pectorales se derramaban sobre la panza. Su aspecto no era lo peor, era él quien olía a la loción
Por la mañana, Sheily despertó entre las cobijas que olían a Zack y sonrió. La follada con él había estado regular tendiendo a mala, pero dormir en su cama había estado fenomenal. No se despertó en toda la noche y ni se percató de su presencia. Ahora sí que se sintió como una princesa. Tomó nota mental de las marcas del colchón y de las sábanas antes de levantarse envuelta en la manta para buscarlo. Dio algunas vueltas, subió escaleras, bajó escaleras y llegó a una estancia donde encontró la primera foto de Edward desde su llegada. El importante Edward Bertram que había fundado un imperio posaba orgulloso en el frontis de la compañía. *—La disciplina requiere de autocontrol. Tu mente debe estar por sobre tu cuerpo, pero se puede acceder a ella a través de él, se la puede disciplinar disciplinando a tu cuerpo, es la forma más sencilla de dominación y también la más básica.—¿Se refiere a los castigos? —supuso Sheily, oyendo la plática de Edward cuando debían estar revisando unos inf
Zack no estaba listo para oír el secreto de Sheily, pero ella habló antes de arrepentirse. —Yo... Yo no voy a la iglesia a rezar, Zack, esa es sólo una fachada. En ese lugar, que parece una iglesia, pago para tener sesiones de BDSM. Pagaba, porque hace tiempo no voy —sonrió al ver la cara de Zack, completamente desencajado. Lo había dejado en jaque, atónito. Se lo repitió, por si no había entendido.—Entonces... ¿Me estás queriendo decir que pagas para poder azotar hombres? ¿Y les pones collares de perro? —se tocó el cuello, temiendo el destino que le esperaba de seguir con ella.¿Miedo? Los hombres Bertram no le tenían miedo a nada, menos a las sádicas. Tragó saliva, respirando con más agitación que antes. Este secreto le había devuelto el alma al cuerpo y estaba aliviado, pero al mismo tiempo muy intrigado. —Es al revés, Zack. Mi rol era el de la sumisa, pero ya lo estoy dejando.¿Sumisa Sheily, alias la «dragona»? ¿En qué universo paralelo podía ocurrir aquello?—¿Te estás burla
Sin demora, Zack se lanzó encima de Sheily como la bestia enjaulada en que ella lo había convertido con sus juegos y la tomó con la firmeza y autoridad que necesitaba para sentirse contenida. La empaló de maravillas, haciéndola aullar del placer que antes había sido tan escaso, pero que ahora era tan abundante como la arena en el mar. Y como si sus sentidos se hubieran despertado de un largo sueño, él la veía. Veía sus gestos, la forma en que su rostro reaccionaba a cada cosa que él hacía. La oía. Oía la aceleración de su respiración con cada embestida, su pulso frenético cuando la clavaba hasta el fondo y sus gemidos suplicantes. Suplicaban que no parara, que no se corriera todavía, que no la abandonara. El gusto también estaba más vivo que nunca, el sabor de sus labios ardientes y de su aliento tibio inundado de placer cuando absorbía sus gemidos. Y el sabor de su piel, una mezcla de perfume y Sheily. Mientras la llenaba por completo, ella lo acariciaba y besaba, sin restriccione
Sentada frente al mesón de la cocina, Sheily veía a Zack preparar con habilidad el desayuno. Unas tostadas, café y varios acompañamientos. Lo dispuso todo frente a ella, muy servicial y esperó por su veredicto.Ella bebió un sorbo de café y abrió con sorpresa los ojos. —Le pusiste crema. ¿Cómo sabes que me gusta el café con crema? Zack le dedicó una de sus sonrisas socarronas.—Un buen jefe debe conocer a sus empleados —repuso él y Sheily apretó los dientes. —¿Sabes que me dan ganas de partirte la cara cada vez que dices eso? Aquí, en este momento, no eres mi jefe. Si sigues mezclando las cosas esto no va a funcionar y nos vamos a quedar con las ganas —lo siguió con la vista mientras rodeaba el mesón y llegaba hasta su lado. Zack le acarició la mejilla con la nariz y le dio un beso en el cuello que la hizo removerse.—Ya se te ocurrirán ideas para castigarme —le besó la comisura y Sheily buscó su boca.—Eso tenlo por seguro —dijo al apartarse—. Por cierto, ahora que lo pienso, cua
Una muchacha joven y de belleza discreta los miraba con expresión de horror, parada a unos cuantos metros de ellos. Se cubrió el rostro y salió corriendo hacia el interior de la casa.—Joder —exclamó Sheily, jadeante—. ¿Esa era tu novia?—Yo no tengo novia —dijo Zack, divertido—, pero acabamos de traumatizar a la cocinera. Sheily rio, ya pasado el espanto de ser sorprendida en tan íntimo momento y volvió a la acción, como si nada hubiera pasado. Zack tendría que agregar el término «resiliente» a la larga lista de calificativos que tenía para definirla.Lo hicieron rápido y se corrieron a gusto, sin procurar ser silenciosos pese a que ya no estaban solos en casa. Sheily descansó sobre el pecho de Zack y él la abrazó, luego de cubrirla con la manta. —¿Alguna queja? —preguntó él y Sheily volvió a reír por su fanfarronería—. Lo digo en serio, la comunicación es fundamental y me gusta que seas tan frontal y descarnada al respecto, así que dispara, mi ego de hombre se ha fortalecido desde