—Dios, Aisling, ¿estás bien? —Por fin nota mi angustia, sus ojos se llenan de preocupación al mirarme—. ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?. —Marcus, yo... lo siento, de verdad lo siento —la voz me tiembla y las lágrimas amenazan con salir. Siento un nudo de culpa en el pecho porque sé que él no merece e
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