|Dorothea Weber| Cuando Alaric subió como una bala detrás de Aisling por las escaleras, como alma que llevaba el diablo, Margaret, la peliteñida, quiso levantarse de la mesa para seguirlos. Sin embargo, la detuve por instinto. —No deberías —le advertí, y ella se detuvo en seco, girando hacia mí c
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