La sonrisa de Jacobo se iluminó de inmediato, como si en ese instante todo en el mundo tuviera sentido para él. Sus ojos brillaban, reflejando la luz de las pequeñas lámparas que nos rodeaban, y en ellos vi una felicidad pura, genuina.Con la delicadeza de quien sostiene algo precioso, sacó un pequeño estuche aterciopelado y lo abrió frente a mí. Un anillo relucía bajo la luz, atrapando mi aliento en mi garganta.Era un diamante en forma de gota, sutil, elegante, perfecto. El oro rosado que lo enmarcaba le daba un aire romántico y delicado, como si aquel anillo hubiera sido diseñado solo para mí.Jacobo tomó mi mano con ternura, deslizándolo suavemente en mi dedo. En ese instante, sentí su calidez, su promesa, su amor envolviéndome como un lazo invisible.Una sonrisa se dibujó en mi rostro, reflejo de la emoción que vibraba en mi pecho. Era feliz.Pero, en el fondo de mi alma, una sombra de duda se escondía, silenciosa, imperceptible. El eco de lo sucedido en los últimos días aún rond
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