Al llegar a la isla, Viktor me llevo hasta su habitación en donde volvimos a tener sexo, una y tres veces más. Fueron sin duda los mejores orgasmo de mi vida, no sabía que podía resistir tanto, sin embargo, lo hice y ahora estoy recostada envuelva en las sábanas blancas mientras el aire fresco del mar ingresa por la ventana y con el coronel a mi lado, abrazando a mi cuerpo siendo una fuente de calor agradable.Su rostro, en reposo, mostraba una suavidad que rara vez me permitía ver. La mandíbula fuerte que normalmente mantenía tensa, ahora se relajaba, y los labios, que siempre parecían a punto de hablar o desafiar, estaban ligeramente entreabiertos. Su piel, tan familiar y tan ajena al mismo tiempo, parecía más cálida en la penumbra, la luz suave de la madrugada resaltando las marcas de tinta que se deslizaban por su cuello y hombros, como un mapa de su vida.Lo observé en silencio, detallando cada línea de su rostro, cada cicatriz que decoraba su piel. Había algo en esos pequeños ra
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