El aire dentro del Santuario era denso, cargado de historia, magia antigua y una presencia inquebrantable. A medida que el grupo avanzaba, los pasillos de piedra se volvían más estrechos, las paredes cubiertas por símbolos que parecían moverse, cambiando de forma con cada paso que daban. Tara podía sentir cómo la energía fluía a su alrededor, pulsando con fuerza, como si el lugar mismo estuviera vivo. Y, en cierto modo, lo estaba. Rhidian caminaba a su lado, tomando su mano con firmeza, sintiendo también la tensión que se acumulaba en el ambiente. La llama que Tara había despertado dentro de ella continuaba resonando con fuerza, y aunque el viaje hasta aquí había sido largo, él sabía que lo más difícil aún estaba por venir. —¿Qué sientes? —le preguntó Rhidian, observando de cerca a Tara, que parecía hipnotizada por los símbolos que brillaban en las paredes. Tara respiró profundamente, intentando concentrarse. La conexión que sentía con ese lugar era más fuerte que nunca. Era como
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