El aire dentro del Santuario de Elyndor era denso y cargado de energía antigua. Mientras el grupo avanzaba, las antorchas en las paredes se encendían solas, iluminando el largo pasillo de piedra con una luz azulada.—Bueno… esto sí que es impresionante —comentó Kael, girando sobre sus talones para admirar la arquitectura del lugar—. Casi me dan ganas de portarme bien.Bella sonrió, cruzándose de brazos.—¿Casi?—Lo intenté.Alaric avanzó hasta una gran puerta de madera con inscripciones doradas y puso la mano sobre ella.—Detrás de esto… debe estar el corazón del Santuario.Tara sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Había algo en ese lugar que la llamaba, como si su misma sangre respondiera a una antigua conexión.Cuando empujaron la puerta, lo que vieron los dejó sin palabras.Un enorme salón se extendía frente a ellos, con pilares de mármol negro cubiertos de inscripciones doradas. En el centro, un pedestal sostenía un cristal resplandeciente que pulsaba con una luz cálida.
El viento helado soplaba entre las montañas cuando el grupo dejó el Santuario de Elyndor. La luz del amanecer iluminaba los rostros de todos, reflejando una mezcla de determinación y preocupación.Tara guardó el pergamino de Elyndor en su bolso, sintiendo el peso de su legado sobre sus hombros. Ahora sabía que su linaje no solo provenía de Lilith, sino también de Edrian, el gran portador de la Llama. Eso significaba que ella era la única capaz de detener a los Tejedores, pero también la única a la que buscarían destruir.Rhidian notó su expresión y le tomó la mano.—Estás pensando demasiado.Tara le dedicó una sonrisa cansada.—Es difícil no hacerlo cuando tienes a un ejército de seres inmortales queriendo tu cabeza.Kael, caminando un poco más adelante, se giró con una sonrisa.—Si te sirve de consuelo, al menos eres la única con un ejército de amigos bastante guapos.Bella le dio un codazo en las costillas.—Hablas demasiado.—Y tú demasiado poco, pero por eso nos llevamos bien.Emm
El amanecer trajo consigo el sonido del metal chocando y la energía vibrante de la magia expandiéndose por el aire. En los terrenos del castillo, Tara y los demás entrenaban con intensidad.Los guardianes de la Llama eran maestros exigentes. Tara había mejorado en controlar el fuego de la Llama, pero aún le costaba mantener su poder estable sin que este amenazara con consumirla.Aldren la observaba con los brazos cruzados mientras ella intentaba formar una lanza de fuego.—Demasiada fuerza —advirtió—. Si sigues presionando, terminarás agotada antes de tiempo.Tara apretó los dientes. Sentía que cada vez que mejoraba en algo, aparecía un nuevo obstáculo.A su lado, Rhidian entrenaba con Alaric, intercambiando golpes con espadas encantadas. Cada movimiento era preciso, calculado, pero ninguno lograba imponerse sobre el otro.Kael, en cambio, había conseguido desesperar a su maestro con su actitud despreocupada.—Kael, ¿vas a pelear en serio o seguirás tratando de hacerme reír? —preguntó
El resplandor rojo del cristal en la mano de Tara iluminó el oscuro pasillo del santuario. La energía que emanaba era casi palpable, un cosquilleo ardiente recorriéndole la piel como si respondiera a su toque.—Definitivamente, esto no es un simple adorno —murmuró Emma, observando el objeto con atención.Kael, quien había sido el primero en tropezar con la losa oculta, se cruzó de brazos y asintió con una expresión exageradamente seria.—Sí, claro. Lo supe desde el principio. Lo dejé ahí a propósito para crear suspenso.Bella le lanzó una mirada incrédula.—Claro, genio.Kael sonrió y le guiñó un ojo.—Admitelo, estoy impresionando.—Si quieres que te golpee, solo dímelo.Rhidian ignoró la discusión y se enfocó en Tara.—Sientes algo más cuando lo sostienes?Tara no respondió de inmediato. En su mente, un murmullo comenzó a formarse. Voces antiguas, como ecos atrapados en el tiempo. Casi podía ver las figuras de Edrian y Elyndor, los dos hermanos enfrentados en su batalla contra los T
La luna iluminaba tenuemente el castillo en las montañas, filtrándose por las antiguas vidrieras y reflejándose en el suelo de piedra pulida. Bella se encontraba en la biblioteca, absorta en un libro sobre los descendientes de Elyndor. A pesar del silencio que reinaba en la habitación, su concentración se veía interrumpida por la presencia de Kael, quien, como de costumbre, no podía quedarse quieto.—¿Sabías que los Tejedores también tenían una obsesión con los gatos? —preguntó Kael con una sonrisa socarrona mientras hojeaba un libro antiguo sin mucho interés.Bella frunció el ceño, cerrando el libro con un suspiro. —Dudo que los Tejedores tuvieran tiempo para obsesionarse con los gatos cuando estaban ocupados destruyendo todo a su paso.Kael se encogió de hombros, dejándose caer en el sillón frente a ella. —Bueno, tal vez por eso terminaron siendo tan amargados. Si hubieran tenido un gato, no habrían querido conquistar el mundo.Bella no pudo evitar soltar una risa ligera. A pesar de
El silencio del castillo era casi absoluto, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba a través de las grietas en las murallas. En la sala común, el grupo se reunía, sus rostros reflejaban la tensión de lo que estaba por venir. Todos sabían que la batalla se estaba acercando, pero ninguno de ellos sabía cómo enfrentarlo aún.Bella no podía dejar de pensar en lo que había sucedido entre ella y Kael aquella tarde. El beso que compartieron había sido una explosión de emociones reprimidas, una mezcla de deseo y confusión. Cuando sus labios se encontraron por primera vez, ella había sentido como si el mundo se desvaneciera a su alrededor, dejando solo ese momento suspendido en el tiempo.Ahora, mientras caminaban por los pasillos del castillo, la incomodidad entre ellos era palpable. Kael, que normalmente era tan seguro de sí mismo, caminaba con las manos metidas en los bolsillos de su capa, lanzándole miradas furtivas a Bella, pero sin atreverse a decir una palabra.—
La luna brillaba con intensidad sobre el castillo, proyectando sombras danzantes en los muros de piedra antigua. Tara se encontraba en la sala principal, rodeada de los antiguos pergaminos y artefactos que Alaric había reunido. Su mente estaba llena de preguntas, pero sobre todo, de un presentimiento inquebrantable: la Llama y la Chispa no eran entidades separadas dentro de ella. Eran parte de un mismo poder, esperando ser desatado. Rhidian entró en la sala, sus ojos buscando los de Tara. —Has estado aquí toda la noche —comentó con suavidad, acercándose. Tara asintió sin apartar la mirada de los escritos frente a ella. —Hay algo que no estamos viendo —dijo, pasando los dedos sobre un símbolo tallado en piedra—. La Llama y la Chispa siempre han sido mencionadas como dos fuerzas diferentes, pero en estas escrituras antiguas, hay indicios de que son una misma esencia fragmentada. Rhidian frunció el ceño y se sentó junto a ella. —¿Qué significa eso para ti? —Que debo unificarlas
El resplandor del cristal que Tara sostenía en sus manos se intensificó, proyectando sombras danzantes en las paredes del santuario. La energía que emanaba del artefacto vibraba en su piel, como si tratara de comunicarse con ella. Rhidian, a su lado, observaba con atención.—Es más que una llave —murmuró Tara, sintiendo cómo la información fluía en su mente.Kael, con su característico desparpajo, se acercó con los brazos cruzados.—Déjenme adivinar. ¿Nos dirás que este ojito bonito nos llevará directo a una trampa mortal?Bella le dio un codazo.—¿Puedes tomar algo en serio, por una vez?Kael se sobó el brazo con una mueca.—Si dejo de bromear, empezaré a preocuparme en serio, y nadie quiere ver eso.Alaric, que había permanecido en silencio, estudió las inscripciones grabadas en la base del cristal.—Hay un ritual vinculado a esto. Parece que Elyndor dejó instrucciones sobre cómo despertar el verdadero poder del Ojo.Emma hojeó el libro antiguo que había encontrado.—Dice aquí que "