El amanecer trajo consigo el sonido del metal chocando y la energía vibrante de la magia expandiéndose por el aire. En los terrenos del castillo, Tara y los demás entrenaban con intensidad.Los guardianes de la Llama eran maestros exigentes. Tara había mejorado en controlar el fuego de la Llama, pero aún le costaba mantener su poder estable sin que este amenazara con consumirla.Aldren la observaba con los brazos cruzados mientras ella intentaba formar una lanza de fuego.—Demasiada fuerza —advirtió—. Si sigues presionando, terminarás agotada antes de tiempo.Tara apretó los dientes. Sentía que cada vez que mejoraba en algo, aparecía un nuevo obstáculo.A su lado, Rhidian entrenaba con Alaric, intercambiando golpes con espadas encantadas. Cada movimiento era preciso, calculado, pero ninguno lograba imponerse sobre el otro.Kael, en cambio, había conseguido desesperar a su maestro con su actitud despreocupada.—Kael, ¿vas a pelear en serio o seguirás tratando de hacerme reír? —preguntó
El resplandor rojo del cristal en la mano de Tara iluminó el oscuro pasillo del santuario. La energía que emanaba era casi palpable, un cosquilleo ardiente recorriéndole la piel como si respondiera a su toque.—Definitivamente, esto no es un simple adorno —murmuró Emma, observando el objeto con atención.Kael, quien había sido el primero en tropezar con la losa oculta, se cruzó de brazos y asintió con una expresión exageradamente seria.—Sí, claro. Lo supe desde el principio. Lo dejé ahí a propósito para crear suspenso.Bella le lanzó una mirada incrédula.—Claro, genio.Kael sonrió y le guiñó un ojo.—Admitelo, estoy impresionando.—Si quieres que te golpee, solo dímelo.Rhidian ignoró la discusión y se enfocó en Tara.—Sientes algo más cuando lo sostienes?Tara no respondió de inmediato. En su mente, un murmullo comenzó a formarse. Voces antiguas, como ecos atrapados en el tiempo. Casi podía ver las figuras de Edrian y Elyndor, los dos hermanos enfrentados en su batalla contra los T
La luna iluminaba tenuemente el castillo en las montañas, filtrándose por las antiguas vidrieras y reflejándose en el suelo de piedra pulida. Bella se encontraba en la biblioteca, absorta en un libro sobre los descendientes de Elyndor. A pesar del silencio que reinaba en la habitación, su concentración se veía interrumpida por la presencia de Kael, quien, como de costumbre, no podía quedarse quieto.—¿Sabías que los Tejedores también tenían una obsesión con los gatos? —preguntó Kael con una sonrisa socarrona mientras hojeaba un libro antiguo sin mucho interés.Bella frunció el ceño, cerrando el libro con un suspiro. —Dudo que los Tejedores tuvieran tiempo para obsesionarse con los gatos cuando estaban ocupados destruyendo todo a su paso.Kael se encogió de hombros, dejándose caer en el sillón frente a ella. —Bueno, tal vez por eso terminaron siendo tan amargados. Si hubieran tenido un gato, no habrían querido conquistar el mundo.Bella no pudo evitar soltar una risa ligera. A pesar de
El silencio del castillo era casi absoluto, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba a través de las grietas en las murallas. En la sala común, el grupo se reunía, sus rostros reflejaban la tensión de lo que estaba por venir. Todos sabían que la batalla se estaba acercando, pero ninguno de ellos sabía cómo enfrentarlo aún.Bella no podía dejar de pensar en lo que había sucedido entre ella y Kael aquella tarde. El beso que compartieron había sido una explosión de emociones reprimidas, una mezcla de deseo y confusión. Cuando sus labios se encontraron por primera vez, ella había sentido como si el mundo se desvaneciera a su alrededor, dejando solo ese momento suspendido en el tiempo.Ahora, mientras caminaban por los pasillos del castillo, la incomodidad entre ellos era palpable. Kael, que normalmente era tan seguro de sí mismo, caminaba con las manos metidas en los bolsillos de su capa, lanzándole miradas furtivas a Bella, pero sin atreverse a decir una palabra.—
La luna brillaba con intensidad sobre el castillo, proyectando sombras danzantes en los muros de piedra antigua. Tara se encontraba en la sala principal, rodeada de los antiguos pergaminos y artefactos que Alaric había reunido. Su mente estaba llena de preguntas, pero sobre todo, de un presentimiento inquebrantable: la Llama y la Chispa no eran entidades separadas dentro de ella. Eran parte de un mismo poder, esperando ser desatado. Rhidian entró en la sala, sus ojos buscando los de Tara. —Has estado aquí toda la noche —comentó con suavidad, acercándose. Tara asintió sin apartar la mirada de los escritos frente a ella. —Hay algo que no estamos viendo —dijo, pasando los dedos sobre un símbolo tallado en piedra—. La Llama y la Chispa siempre han sido mencionadas como dos fuerzas diferentes, pero en estas escrituras antiguas, hay indicios de que son una misma esencia fragmentada. Rhidian frunció el ceño y se sentó junto a ella. —¿Qué significa eso para ti? —Que debo unificarlas
El resplandor del cristal que Tara sostenía en sus manos se intensificó, proyectando sombras danzantes en las paredes del santuario. La energía que emanaba del artefacto vibraba en su piel, como si tratara de comunicarse con ella. Rhidian, a su lado, observaba con atención.—Es más que una llave —murmuró Tara, sintiendo cómo la información fluía en su mente.Kael, con su característico desparpajo, se acercó con los brazos cruzados.—Déjenme adivinar. ¿Nos dirás que este ojito bonito nos llevará directo a una trampa mortal?Bella le dio un codazo.—¿Puedes tomar algo en serio, por una vez?Kael se sobó el brazo con una mueca.—Si dejo de bromear, empezaré a preocuparme en serio, y nadie quiere ver eso.Alaric, que había permanecido en silencio, estudió las inscripciones grabadas en la base del cristal.—Hay un ritual vinculado a esto. Parece que Elyndor dejó instrucciones sobre cómo despertar el verdadero poder del Ojo.Emma hojeó el libro antiguo que había encontrado.—Dice aquí que "
Después de un día de entrenamiento volvieron para activar el Ojo que todo lo ve. El Ojo que Todo lo Ve flotaba en el aire frente a Tara, pulsando con un resplandor carmesí que reflejaba el fuego que ardía en su interior. Sentía su energía mezclarse con la suya propia, como si la antigua reliquia reconociera su poder y lo amplificara. Sus amigos la rodeaban, observando con expectación mientras Tara extendía la mano y tocaba la superficie del Ojo. En el instante en que sus dedos rozaron la piedra, una ola de energía los envolvió y, de repente, ya no estaban en el santuario. El paisaje a su alrededor se desdibujó y se transformó en un escenario de caos y destrucción. Edrian y Elyndor aparecieron ante ellos, ambos de pie en medio de un campo de batalla envuelto en llamas. Edrian sujetaba la Llama en su mano, su expresión firme y decidida, mientras Elyndor miraba con pesar el ejército de los Tejedores alzándose en la distancia. —No hay vuelta atrás, hermano —dijo Edrian con voz grave—.
El bullicio del Castillo había disminuido, y las sombras comenzaron a alargarse mientras la noche se asentaba. Emma se encontraba en un rincón apartado, revisando los mapas y estrategias que habían discutido. Sin embargo, su mente divagaba hacia Alaric, quien había estado distante y frío, como si una barrera invisible los separara a pesar de la tensión palpable entre ellos. De repente, la puerta crujió y Alaric entró, su figura se recortaba contra la luz tenue. Emma sintió un escalofrío recorrerle la piel. Él se acercó, sus ojos oscuros fijos en ella, y por un momento, todo lo demás se desvaneció. La intensidad en su mirada la hizo contener la respiración. —Emma —dijo, su voz grave rompiendo el silencio—. Necesitamos hablar. Ella lo miró, sintiendo la mezcla de frustración y deseo en su pecho. —¿Sobre qué? —respondió, tratando de mantener la calma. La frialdad en su tono era un escudo, pero su corazón latía desbocado. Alaric dio un paso más cerca, su presencia era abrumadora.