El bullicio del Castillo había disminuido, y las sombras comenzaron a alargarse mientras la noche se asentaba. Emma se encontraba en un rincón apartado, revisando los mapas y estrategias que habían discutido. Sin embargo, su mente divagaba hacia Alaric, quien había estado distante y frío, como si una barrera invisible los separara a pesar de la tensión palpable entre ellos. De repente, la puerta crujió y Alaric entró, su figura se recortaba contra la luz tenue. Emma sintió un escalofrío recorrerle la piel. Él se acercó, sus ojos oscuros fijos en ella, y por un momento, todo lo demás se desvaneció. La intensidad en su mirada la hizo contener la respiración. —Emma —dijo, su voz grave rompiendo el silencio—. Necesitamos hablar. Ella lo miró, sintiendo la mezcla de frustración y deseo en su pecho. —¿Sobre qué? —respondió, tratando de mantener la calma. La frialdad en su tono era un escudo, pero su corazón latía desbocado. Alaric dio un paso más cerca, su presencia era abrumadora.
El sol se ocultaba detrás de las montañas, tiñendo el cielo de matices cálidos. En el castillo, el aire estaba impregnado del aroma a madera y cera de las velas. Después de un agotador día de entrenamiento, Tara se sentía viva y alerta, cada músculo de su cuerpo vibrando con energía. Había algo más que solo la batalla en el horizonte; había un deseo intenso que crecía entre ella y Rhidian.Cuando él apareció en la puerta de su habitación, su corazón se aceleró. La mirada de Rhidian era intensa, oscura y llena de promesas. “Tara”, dijo, su voz como un susurro cargado de deseo. Ella sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.“¿Qué sucede?” preguntó, aunque sabía que la respuesta estaba en sus ojos. Él no necesitaba decir más.Rhidian se acercó, atrapándola entre su cuerpo y la puerta. Su aliento caliente rozó su rostro, y Tara sintió que el mundo exterior se desvanecía. “He estado pensando en ti todo el día”, confesó, su tono grave y lleno de urgencia.“¿Y qué has estado pensan
El amanecer pintaba el cielo con tonos de carmesí y oro cuando Tara se encontró de pie en la terraza del castillo, observando el horizonte con el Ojo que Todo lo Ve en su mano. La energía del artefacto palpitaba contra su piel, enviándole susurros de tiempos antiguos, fragmentos de conocimiento que apenas lograba comprender. Desde que había fusionado sus poderes como la Última Chispa y Portadora de la Llama, su conexión con la historia de Edrian y Elyndor se había intensificado. Había algo en el Ojo, algo que aún no lograba descifrar, pero sabía que debía hacerlo antes de que Lilith y Azareth los alcanzaran.Mientras tanto, en el patio de entrenamiento, el resto del grupo se preparaba para la inminente guerra. Kael y Bella practicaban juntos, intercambiando ataques y esquivando con rapidez. Kael, fiel a su naturaleza bromista, no perdía la oportunidad de comentar entre golpes.—Vamos, Bella, admite que te contienes porque no quieres hacerme daño —dijo con una sonrisa burlona.Bella ro
El Ojo que Todo lo Ve había revelado sus secretos. Ahora, con la certeza de lo que se avecinaba, el grupo se encontraba en el umbral de la guerra. Pero, en medio del caos inminente, también había espacio para la conexión, la cercanía y el deseo que ardía entre ellos. La noche envolvía el Castillo en una quietud casi irreal. Tara estaba apoyada en el marco de una de las ventanas, observando el cielo estrellado, cuando Rhidian se acercó sigilosamente por detrás y envolvió su cintura con sus brazos. Su calidez y su presencia la hicieron estremecer. —¿En qué piensas? —susurró él, depositando un suave beso en su cuello. Tara sonrió levemente y cerró los ojos, disfrutando el contacto. —En lo que viene. En nosotros… —Se giró para mirarlo—. No sé cuánto tiempo tendremos antes de que todo cambie. Rhidian deslizó una mano por su rostro, apartando un mechón de cabello detrás de su oreja. —Entonces aprovechemos cada instante. —Sus palabras eran suaves, pero su mirada ardía con una inte
Rhidian observaba a Tara mientras dormía, su pecho subiendo y bajando con cada respiración tranquila. La luz de la luna se filtraba por la ventana de piedra del santuario, iluminando sus facciones suaves y la curva de su cuello.Era hermosa. Más de lo que jamás admitiría en voz alta, porque sabía que Tara no necesitaba que alguien más le recordara su valor. Pero aún así, en momentos como este, cuando todo parecía estar en calma, no podía evitar pensar en lo mucho que la deseaba. No solo su cuerpo, sino su mente, su fuego, su terquedad. Todo lo que la hacía ser ella.Suspiró y se pasó una mano por el cabello. No había dormido mucho desde su llegada al santuario, y no solo porque las visiones y los recuerdos de Edrian y Elyndor lo mantenían inquieto. Algo en su interior le decía que el tiempo se estaba acabando. Que la guerra no esperaría más.Se movió con cuidado, alejándose de la cama sin despertarla. Necesitaba despejar su mente. Cruzó el pasillo en silencio y salió al balcón, dejand
Kael siempre había sido el tipo de persona que encontraba algo gracioso en cada situación, incluso cuando estaban al borde de una guerra que podría acabar con todo lo que conocían. Para él, el humor no era solo una forma de lidiar con el miedo, sino su forma de vida. Y ahora, en medio de todo el caos, no iba a cambiar eso.Deslizándose por el pasillo del santuario, Kael giró la cabeza hacia Bella, que caminaba a su lado con el ceño fruncido, concentrada en el libro que sostenía en sus manos.—Dime la verdad, Bella —dijo con una sonrisa juguetona—. ¿Lo sostienes así porque te gusta la textura del papel o porque crees que si lo miras lo suficiente, te revelará la respuesta a todos nuestros problemas?Bella alzó la vista y le lanzó una mirada de advertencia.—Kael, por favor. Estoy intentando concentrarme.—¿Ah, sí? Pues yo también. Estoy concentrado en intentar que sonrías. No es mi culpa que seas un desafío casi imposible.—Quizás porque la situación no es precisamente para bromas.Kae
Kael se recostó contra una de las columnas de piedra, cruzando los brazos tras la cabeza mientras observaba a los demás. Después de tantas batallas, tantos secretos revelados y entrenamientos agotadores, la tensión flotaba en el aire, pero él podía sentir algo más también: la atracción latente entre varios miembros del grupo.Bella estaba cerca, hojeando un libro que Emma le había dado, aunque Kael notaba cómo sus dedos jugaban distraídamente con la orilla de las páginas, un gesto que ella solo hacía cuando estaba nerviosa. Sonrió para sí mismo. Le gustaba verla así, contenida, intentando no mirarlo demasiado. Decidió provocarla un poco más.—Espero que ese libro no sea demasiado aburrido —murmuró, inclinándose lo suficiente para susurrarle en el oído.Bella levantó la mirada, sus ojos brillando con un destello desafiante.—No tanto como tú cuando hablas demasiado.Kael soltó una carcajada y se apartó, pero no antes de deslizar un dedo por su brazo, un roce intencional que la hizo ten
El aire en el castillo estaba cargado de energía mientras el grupo se preparaba para un nuevo día de entrenamiento. La guerra se acercaba, y cada uno de ellos debía estar en su mejor forma. Sin embargo, dentro del frío de las piedras antiguas y el peso de la responsabilidad, las bromas de Kael lograban mantener el ambiente ligero.—¿Seguro que puedes moverte bien, Rhidian? —preguntó Kael con una sonrisa burlona mientras se estiraba. —Digo, con la cantidad de marcas que traes en el cuello, pensé que Tara te había dejado incapacitado.Bella soltó una risita, mientras Emma negó con la cabeza. Rhidian, quien intentaba mantenerse serio, simplemente exhaló con frustración y miró a Tara, quien parecía completamente indiferente a los comentarios de Kael.—¿Quieres que te ayude a entrenar, Kael? —Rhidian dijo con una sonrisa afilada—. Prometo dejarte tan marcado que necesitarás días para recuperarte.Kael se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido.—No necesitas ponerte tan sentiment