Al caer la noche del domingo, Ernesto fue en busca de Gabriela, para llevarla a cenar, su plan de reconquista entraba en marcha.El restaurante, con su ambiente elegante y sofisticado, era el escenario perfecto para su declaración. Las luces tenues y la música suave creaban una atmósfera íntima, ideal para una cena especial. La mesa, adornada con un mantel de lino blanco y velas parpadeantes, estaba situada en un rincón privado, lejos del bullicio del resto del salón.Ernesto, impecablemente vestido con un traje, observaba a Gabriela con una mezcla de nerviosismo y emoción. Ella, radiante en un vestido de noche azul real adornado con apliques de encaje y pedrería, su provocativo escote en V que hacía que Ernesto se perdiera por unos segundos.—Mis ojos están aquí arriba —dijo Gabriela, sonriendo mientras daba un sorbo a su copa de champagne.—Perdóname, pero no puedo ignorar esa vista tan preciosa. ¿Y si mejor nos vamos al hotel? —sugirió Ernesto, con una mirada intensa.—Cálmate un po
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