A primera hora de la mañana siguiente, el sol apenas asomaba por el horizonte, y Antonia ya tenía todo listo para el desayuno. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave olor a panecillos horneados, creando una atmósfera cálida y reconfortante en la cocina.—Vamos, niña Marina. Evelio viene por ti, apresúrate, ¿Cómo es que todavía no has salido de la habitación? —La voz de Antonia, cargada de cariño, resonó en la puerta de la habitación.Marina, envuelta en la calidez de su toalla, escuchó sus palabras mientras se daba una ducha rápida. Sabía que el tiempo que tenía para llegar al aeropuerto estaba contado, especialmente porque se había metido en la cama casi al amanecer, después de una noche que parecía sacada de un sueño. Apenas había dormido unas horas, pero no le importaba. Había pasado la noche en los brazos de Mauricio, entre besos, caricias y conversaciones sinceras. Habían hablado lo suficiente para saber que se amaban, que había algo más allá de lo físico, algo p
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