Todos los capítulos de La chef curvy y el CEO papá soltero : Capítulo 31 - Capítulo 40
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31. Llamadas perdidas
31ZairaCreo que se está volviendo una costumbre quedar sin fuerzas después de sus “enseñanzas” mientras él, en cambio, parecía tan lleno de energía. Estaba completamente desnuda, tirada en el asiento trasero del auto, tratando de recuperar algo de dignidad, aunque fuera inútil.—Eres un succionador de energías —me quejé, logrando que mi voz sonara lo más firme posible.Escuché su risita baja desde el asiento del conductor, lo cual fue suficiente para que mi corazón diera un vuelco.—Tengo hambre —dijo de la nada, con ese tono tan despreocupado que me hizo abrir un ojo para mirarlo.—Compra comida —respondí sin pensar, todavía incapaz de moverme.—No —contestó con una seriedad que me sacó del letargo—. Me gusta solo tu comida.Su voz perdió el tono ligero y volvió a ser tensa, severa, como si algo oscuro lo envolviera de nuevo.—Oh… —murmuré, intentando sentarme con algo de dignidad y fallando—. Bueno, llévame a casa y prepararé algo rápido… cuando la sangre vuelva a mis extr
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32. Quiero llegar a eso
32GabrielVer a Jessica en mi casa de nuevo solo me puso de pésimo humor, y todos lo notaron. Frederic dio un paso atrás, temeroso, y sentí cómo Zaira temblaba ligeramente entre mis manos.—Ve a la cocina y prepara algo —le ordené sin mirarla.Ella dudó un segundo, como si buscara una excusa para quedarse, pero al final obedeció y se fue. Apenas había dado unos pasos cuando Jessica soltó su veneno.—Ve, cerdita, cocina algo, que es para lo único que sirves —habló con su tono despectivo habitual.Mi paciencia estalló. La tomé del brazo con firmeza y la arrastré conmigo hacia mi despacho.—¡Gabriel! ¡Me estás lastimando! —se quejó, intentando soltarse.—Qué bueno —respondí secamente, sin mirarla siquiera.La lancé sin miramientos dentro del despacho y la señalé con un dedo, conteniéndome por no explotar por completo.—No te muevas, Jessica, y no pongas a prueba mi paciencia.Cerré la puerta sin darle oportunidad de responder y me giré hacia Frederic, que se encontraba más pál
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33. Un papel firmado
33ZairaPreparé una sopa nutritiva y algunos platos sencillos, a pesar de la hora. Él había dicho que tenía hambre, y no iba a arriesgarme a desobedecerlo. Mientras cortaba los vegetales y vigilaba el caldo hirviendo, Frederic entró a la cocina en silencio. No dijo nada ni se mostró hostil conmigo, y agradecí ese pequeño gesto en mi interior.Cuando la sopa estuvo lista, le serví un cuenco a Frederic y me dispuse a llevar el resto. Mi primera parada fue la habitación de Samuel. No sabía si debía llevarle algo a Gabriel directamente; la idea me resultaba desconcertante."¿En serio es mi prometido?" pensé, mientras sacudía la cabeza para disipar la duda.—Llevaré esto al joven amo —dije suavemente a Frederic, intentando mantener mi tono neutral.—Puedo llevarlo yo, señorita Zaira —se ofreció él, con su usual cortesía.—Está bien, quiero hacerlo yo.Le dediqué una pequeña sonrisa, sincera pero tímida. La verdad es que, si la boda se llevaba a cabo, Samuel sería mi hijastro. No qu
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34. No hay nada de que hablar
34GabrielLuego de salir del despacho fui a la cocina y me encontré a Frederic comiendo, algo que me molestó más de lo habitual. Su comida debería ser solo para mí.Bufé molesto por lo irracionalmente posesivo que me sentía con ella.—¿Dónde está ella? —pregunté, y Frederic levantó la vista. Sabía perfectamente a quién me refería.—Le llevó comida al joven amo —respondió lentamente, como si temiera mi reacción—. Maestro Gabriel… ella…No le di tiempo de continuar. Me giré y subí las escaleras con rapidez, ignorando los intentos de Frederic por detenerme. Al acercarme al pasillo, escuché risas provenientes de la habitación de Samuel. Mi hijo reía, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo.Abrí la puerta que estaba entrejuntada y entré. La escena que encontré fue completamente distinta a lo que estaba acostumbrado: Samuel tenía una sonrisa radiante mientras Zaira lo atendía con una naturalidad que no había visto en nadie más.—¿Cómo te sientes? —pregunté, tratando de no sonar
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35. No tiene nada que ver con... eso
35GabrielEl sonido de los tacones de Jessica resonaba detrás de mí mientras seguía a Zaira por el pasillo. Ignoré sus palabras, su tono, y me concentré únicamente en la figura de Zaira, que caminaba rápido, casi huyendo.—¡Gabriel! —insistió Jessica, pero no me detuve.—Ahora no, Jessica —le advertí, con la voz baja, pero firme. Ella no volteó, solo apretó el paso, hasta que finalmente alcanzó las escaleras que llevaban a la planta baja.—Ya es tarde, debo irme —dijo Zaira sin mirarme, mientras intentaba calzarse el abrigo apresuradamente y apurar el paso.La agarré del brazo antes de que pudiera abrir la puerta principal.—¿Por qué huyes de mí? Ve al despacho —pregunté, mi voz contenida, pero mis ojos fijos en los suyos.—¡No, deja de pensar que puedes darme órdenes! —respondió oscamente, apartando la mirada, pero no pude evitar notar el leve temblor de sus manos.—Claro que puedo ordenarte —repliqué con una dureza que no planeaba, pero que salió naturalmente—. Ve al despacho, Zai
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36. Una fiesta... de compromiso
36GabrielTenerla así, entre mis brazos, vulnerable y temblorosa, era un placer que no sabía cómo describir. Había algo adictivo en verla perder el control, en el modo en que sus ojos evitaban los míos mientras su respiración se volvía más errática. Se había convertido en mi momento favorito, el instante donde sabía que yo era dueño de cada latido de su corazón.—¿Qué vas a hacer? —preguntó con un hilo de voz, temblorosa, apenas capaz de sostenerse firme.No respondí de inmediato. En lugar de eso, me acerqué más, eliminando la poca distancia que quedaba entre nosotros. Nuestros labios estaban tan cerca que un suspiro podía cruzar la frontera que nos separaba. Su aliento caliente se mezclaba con el mío, cargado de tensión, de deseo.La miré directamente, con esa intensidad que sabía la desarmaba, y bajé la voz hasta convertirla en un susurro grave.—De hacerte te haré muchas cosas, pero no aquí sino en la habitación —dije solemnemente sin dejar de verla— pero se me ocurre que hay que
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37. Sopa caliente
37ZairaMe desperté con el cuerpo adolorido y los músculos agarrotados. Una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios al recordar las caricias fogosas y el rapidito matutino con Gabriel. Él siempre sabía cómo hacerme olvidar cualquier malestar, al menos por un rato.Después de un largo baño que me ayudó a relajarme, salí envuelta en la calidez de la toalla, esperando encontrarlo aún en la habitación. Pero no estaba. En su lugar, me esperaba una sorpresa sobre la cama: un vestido precioso de color verde manzana, con vuelo en la falda y un corte que resaltaría mi figura. Me llegaba justo un par de centímetros por encima de la rodilla, elegante pero casual, y venía acompañado de unas sandalias a juego y ropa interior fina. No pude evitar sonreír. Gabriel siempre tenía ese detalle inesperado que me dejaba sin palabras.Me vestí con cuidado, sintiéndome hermosa y un poco consentida por su gesto.—Así que esto es salir con un hombre de dinero —dije viéndome en el espejo, admirando mis c
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38. Visita a la suegra
38ZairaCuando el médico terminó de aplicar la medicina en mis quemaduras, se retiró sin pronunciar palabra alguna. Su silencio me dejó una extraña sensación de incomodidad, como si estuviera evitando algo más que solo mis heridas.Gabriel, que había estado quieto en el umbral durante toda la atención médica, no me miró directamente cuando finalmente rompió el silencio.—Creo que lo mejor es que vayas a casa de mi madre por esta semana —repitió lo que me dijo cuando subía las escaleras conmigo con voz grave y seria sin mirarme.Me quedé en silencio, procesando sus palabras.—¿Qué? —repetí, confundida y desconcertada. No entendía por qué, después de todo lo que había sucedido, ahora él quería alejarme de la casa— ¿ella me quema y soy yo la que sale?—Sí —continuó sin mirar hacia mí—. No quiero que estés cerca de Jessica, y parece que Samuel... —No terminó la frase, pero su silencio lo dijo todo.Sentí una punzada en el pecho al escuchar su nombre. Aquel pequeño había sido la ú
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39. Deudas
39HelenEra justo que estuviera aquí. Llevaba varios días sin saber de mi hija y, además, aprovecharía para pedir ayuda a mi futuro yerno. Eso era lo correcto, ¿no? Mientras caminaba hacia la entrada principal de la mansión Seraphiel, el guardia de seguridad me miraba con evidente extrañeza, como si fuera una intrusa.—Señora, ¿qué desea? —preguntó con un tono seco.Levanté el mentón, sintiéndome llena de orgullo.—Ver a Gabriel Seraphiel. Es mi futuro yerno —respondí con seguridad.El hombre alzó una ceja, claramente sorprendido por mi declaración, pero no hizo comentarios.—Déjeme comunicarme con el joven maestro —dijo finalmente, llevándose un intercomunicador al oído.Poco después, me dejaron pasar, pero para mi sorpresa, no era Gabriel quien me estaba esperando en el recibidor. En su lugar, una mujer de cabello caoba y figura impresionante se encontraba allí, con una postura elegante pero peligrosa. Me recordaba a mis mejores días, cuando yo también podía llamar la atenc
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40. Mi máscara puesta
40SelenaLo veo todas las noches desde ese día, y cada noche siento que bailo exclusivamente para él. Aunque haya muchas personas a nuestro alrededor, mis ojos siempre terminan buscándolo, mientras mi cuerpo se contonea al ritmo de la música elegida. Es como si estuviéramos solos, aunque él jamás dice una palabra. Solo me observa.Y luego, cuando mi número termina, simplemente deja una propina y se va.El timbre incesante de mi teléfono me sacó de ese recuerdo. Al principio pensé que era la alarma, pero al abrir un ojo perezosamente, vi que era una llamada.—Hola… ¿amiga, estás viva? ¿Llamo a la policía? —La voz de Zaira llegó como un alarido desde el altavoz del teléfono, haciéndome gemir de fastidio mientras intentaba enterrar mi cara en la almohada.—Espero que sea de vida o muerte —gruñí, con la voz amortiguada.—Bueno, necesito hablar con alguien, así que sí, de vida o muerte —replicó Zaira con una risita— te tengo tú café y sándwich favorito.—Dame diez minutos y nos vemo
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