Anuncié la noticia del divorcio, y cuando los rumores comenzaron a circular, la empresa empezó a tambalearse. Sin el apoyo de la familia Otero, las acciones cayeron, y la compañía perdió valor drásticamente.Javier, al ver lo que sucedía, se me acercó con el rostro sombrío.—¿Rebeca, qué significa esto? Esta también es tu empresa. ¿Te has vuelto loca? —Ahora, de repente, le importaba mi opinión, pues sabía que yo representaba algo en esta relación.—Después de todo, somos un vínculo de intereses indisoluble —dijo él, como si eso justificara su comportamiento. Yo no podía evitar reírme—. Ambos pueden considerar esto una relación abierta, pero tú solo has traicionado.Ayala, que se mostraba inquieta, no podía ocultar su ansiedad. Desde que había decidido no seguir con Javier, ella se había descontrolado, temiendo que yo todavía guardara esperanzas. Desde aquella cena que compartió con él, se había creído superior, como si el éxito le diera alas.Al volver a la oficina, me encontré con el
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