El tiempo transcurría, y la comodidad de mi vida con Grace se había convertido en rutina. Las cenas en casa, antes llenas de risas y conversación, ahora eran solo el preámbulo de noches en las que ambos buscábamos distracción en el televisor. Las escapadas espontáneas, esos momentos que solían emocionarnos, habían desaparecido. Aunque todavía compartíamos noches apasionadas, el fuego inicial se desvanecía lentamente, dejando tras de sí una sensación de vacío que no sabía cómo llenar. En la empresa, las cosas tampoco iban mejor. Mi relación con Adam, mi socio, se tensaba con cada día que pasaba. Yo había decidido tomar riesgos financieros, apostando por una expansión ambiciosa que nos permitiera competir con las importaciones asiáticas, pero Adam, siempre conservador, no estaba dispuesto a dar ese salto. Sus constantes objeciones a mis propuestas no solo empezaban a minar mi paciencia, sino que también me hacían sentir como un fracaso en mi propio terreno. Un día, después de otra ten
Leer más