Decidió estacionar un poco más adelante, sintiendo la necesidad de aclarar sus ideas. Miró su teléfono, dudando si debía llamar a Maxwell o no. La angustia y la confusión la invadían, y finalmente murmuró para sí misma: —No, no lo llamaré aún.Mientras tanto, en la oficina de Maxwell, él estaba enojado. Había pasado la jornada laboral furibundo, desquitándose con sus empleados por la frustración acumulada tras el encuentro con Aria. Cada demanda que hacía, cada exigencia que lanzaba, parecía más severa que la anterior. Los empleados se miraban entre sí, temerosos de cruzar caminos con su jefe en ese día atemorizante.Finalmente, cuando el día llegó a su fin, Maxwell se encontró en un bar cercano, donde había quedado con Noah. Aunquea música de fondo y las conversaciones lo rodeaban, su mente seguía encarcelada en la conversación con Aria.—¿Qué te pasa, amigo? —cuestionó, al notar la expresión sombría en el rostro de Maxwell, pero ya se hacía a una idea. Maxwell suspiró, tomando un
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