29.
AlbaEn cuanto cerramos la puerta de su oficina, la ropa comenzó a desaparecer. Gian me alzó y me sentó en su escritorio, abriendo mis piernas para dejarme penetrar. —Grita, amor, grita para que todos se enteren de que eres mi mujer —me pidió mientras me embestía de forma apasionada. —Gian, yo... —Te amo, Alba, no voy a permitir que te cases con ella. Estás conmigo, amor, solo conmigo. Gemí muy fuerte ante esas palabras. Yo también sentía que lo amaba con todo el corazón, que no me importaba nada más que él, que sentirlo. No llevaba demasiado tiempo conociéndolo; sabía que el enamoramiento no era lo mismo que sentir amor, pero en el fondo de mi corazón sentía que él era la persona con la que debía y quería estar siempre. Los dos nos amábamos de una forma desesperada. —Yo también te amo, Gian —confesé. —Lo sé, claro que lo sé, sé cuánto me amas —murmuró antes de besarme. Que se hubiese sorprendido de mis sentimientos habría sido lindo, pero que lo supiera y estuviera con
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