42. La Marca del Fénix
La consciencia llegaba como una marea. Primero fueron los sonidos: pitidos rítmicos, el susurro de tela, voces distantes que flotaban sin sentido. Luego, el dolor. No agudo, sino profundo, como si cada célula de su cuerpo protestara en silencio y en momentos así, la oscuridad parecía el mejor refugio contra esas sensaciones abrumadoras.Intentó moverse, pero su cuerpo se sentía ajeno, pesado. El más mínimo, enviaba ondas de dolor que hacían que los pitidos se aceleraran. De pronto, una mano gentil se posó en su brazo, y el contacto, para su sorpresa, la reconfortó.—Shh, tranquila. —Esa voz varonil y profunda atravesó la bruma, anclándola a la realidad—. Estoy aquí. No intentes moverte.Quiso responder, decirle que lo escuchaba, que entendía, pero su garganta ardía como si hubiera tragado diamantes. Algo frío tocó sus labios. Hielo. Y el alivio fue instantáneo.Solo entonces notó la sequedad en su boca, el sabor metálico que impregnaba cada respiración. A través de sus párpados pesad
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