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Todos los capítulos de Sed de Venganza: Capítulo 11 - Capítulo 14
14 chapters
11. Lealtades
Nathan mantuvo su posición en lo alto del acantilado, observando la carretera mientras la tormenta azotaba su rostro. El auto derrapó en la curva que había previsto casi al mismo tiempo en que Walter lo llamó.—¿Qué quieres?—Voy en camino. Así que…—¿Desde cuándo crees que puedes supervisar mi trabajo? —gruñó Nathan, cortando la llamada, molesto.En el fondo sabía que quejarse no serviría de nada. Sin embargo, se preguntó a qué se debían tantas medidas para un trabajo tan sencillo.Vio cómo el auto impactó el vehículo contra la barrera y Nathan descendió por la ladera embarrada, maldiciendo mientras el aguacero helado se colaba bajo su chaqueta, en lugar de estar disfrutando del cálido interior de la rusa que lo estaba esperando.Sus botas se hundieron en el lodo con cada paso, y deseó que el impacto hubiese sido suficiente para cumplir con el encargo y quizá ni siquiera necesitaría disparar. Bastaría solo un empujón, y todo habría terminado.Mientras descendía, recordó a Richard ner
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12. A la deriva
Liz sintió la agitación del agua a su alrededor. Las olas la golpeaban sin piedad, arrastrándola hacia las profundidades mientras el sabor salado se mezclaba con el metálico de su propia sangre. Sus pulmones ardían, exigiendo aire que no podía conseguir y sus músculos estaban agotados y con cada movimiento enviaba punzadas de dolor por todo su cuerpo Pero lo único que la mantenía a flote era en Emma. Su hija necesitaba que ella luchara, que sobreviviera y eso la hizo aferrarse a la consciencia con todas fuerzas.Entre las sombras y el rugido del océano, captó un destello de luz tenue que pareció avanzar hacia ella. Entonces, unas manos firmes la sujetaron, arrastrándola a la superficie y el cielo negro se materializó sobre ella.Las gotas de lluvia le golpearon el rostro con más fuerza que antes mientras intentaba enfocar algo claro a su alrededor, pero todo era una mancha borrosa de sombras y luces difusas.—Está en shock —una voz llegó amortiguada a sus oídos.—La herida en la fren
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13. Pecados heredados
Nathan entró al Ivy Club, reconociendo a varias caras importantes en la ciudad mientras avanzaba hasta uno de los salones privados. Odiaba tener que ser sociable y menos con la ropa empapada, pero todo el que lo conocía le abrió paso o le hizo gestos con la cabeza como mucho.Cuando atravesó las puertas dobles, James Kingston dominaba el centro del salón, rodeado de hombres en trajes caros que asentían a cada una de sus palabras. Al verlo, su padre se irguió esbozando una sonrisa tensa, escudriñando sus ojos.—¡Ahí está mi hijo! —Alzó su vaso de cristal tallado hasta que llegó frente a él.A pesar del abrazo y las palmadas fuertes en la espalda parecían de una calidez que nunca había tenido en privado, así que Nathan permaneció inmóvil, esperando que la función terminara.Al soltarlo, James sujetó su rostro entre sus manos callosas, forzándolo a encontrarse con su mirada. Sus ojos brillaban como los de un depredador.—Estoy muy orgulloso de ti, muchacho —declaró James, con un tono cas
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14. Cadenas invisibles
El golpeteo de la lluvia contra los cristales se filtró en la consciencia de Liz. Sus párpados pesaban como plomo y cada respiración enviaba punzadas de dolor a través de sus costillas. El accidente. El acantilado. El agua helada. Los recuerdos la golpearon en oleadas confusas.Parpadeó varias veces, ajustando su vista a la penumbra. No reconoció el techo de madera sobre ella ni el olor a tierra mojada que se mezclaba con el antiséptico. Giró la cabeza, notando los monitores médicos y el equipo improvisado que la rodeaba. Esto no era un hospital.Un leve movimiento captó su atención y descubrió a Nathan Kingston dormitando en una silla desgastada junto a la cama, y el pánico se apoderó de ella al recordar lo que le dijo el hombre intimidante. Él era King. Intentó incorporarse, pero el dolor le provocó un jadeo involuntario y los ojos de Nathan se abrieron al instante, y su mirada gris la dejó paralizada en la misma posición.—¿Dónde me trajeron? —le ardió la garganta al hablar—. ¿Por
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