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Todos los capítulos de El idilio de la mariposa: Capítulo 101 - Capítulo 110
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100. La tensión
Las cosas entre Hellen y Hadriel se volvieron tensas, aunque no de la manera que ella hubiera esperado. Cada vez que estaban juntos, una corriente de energía parecía recorrer el espacio entre ellos, haciéndolo vibrar con una intensidad que ninguno de los dos podía ignorar. Hellen notaba cómo ambos evitaban encontrarse a solas, cómo sus conversaciones se volvían más formales, y cómo ninguno de los dos se atrevía a sostener la mirada del otro por mucho tiempo. Era como si ambos hubieran llegado a un acuerdo tácito de no cruzar una línea que ambos sabían existía, pero que ninguno deseaba nombrar.En su mente, Hellen repasaba una y otra vez lo que había sucedido, lo que casi había sucedido, y lo que probablemente nunca sucedería. Aunque intentaba convencerse de que esta distancia era lo mejor, no podía evitar sentirse atrapada entre dos deseos opuestos: el anhelo de estar cerca de Hadriel, de sentir la calidez de su presencia, y el miedo a lo que podría significar si ese anhelo se convert
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101. Los abrumados
En otro momento, Hadriel abrió la puerta del cuarto con prisa, buscando su tableta tecnológica para revisar algunos informes urgentes. Sin embargo, al entrar, lo que encontró lo dejó inmóvil, como si el tiempo se hubiese detenido de repente. Allí estaba Hellen, de pie, recién salida de la ducha, con solo su ropa interior cubriendo su cuerpo. Su piel aún húmeda brillaba bajo la suave luz del cuarto, y su cabello castaño, algo húmedo, caía en suaves ondas sobre sus hombros.Por un instante, Hadriel quedó completamente embelesado. La imagen de Hellen, tan natural y desprovista de cualquier pretensión, se grabó en su retina con una intensidad que nunca había experimentado. Su corazón comenzó a latir más rápido, como si intentara compensar el repentino silencio que había caído sobre él.En su mente, intentaba reunir la compostura, recordar que su relación con Hellen era meramente contractual, pero esa lógica parecía desvanecerse ante la visión que tenía frente a él. Cada curva de su cuerpo
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102. La intensidad
Hadriel sabía que debía mantener el control, que no podía dejarse llevar por esas emociones. Pero, a medida que se alejaba, cada paso lo llevaba más lejos de la tranquilidad que había conocido antes de conocer a Hellen. Era como si ella, con su sola existencia, hubiera desatado algo dentro de él, algo que no sabía cómo manejar. Y lo que más lo perturbaba era la certeza de que, por más que intentara resistir, cada día se sentía más atraído hacia ella, incapaz de evitarlo, incapaz de luchar contra ello.En el fondo, Hadriel sabía que su vida nunca volvería a ser la misma. Hellen había dejado una huella en él, una que no desaparecería con el tiempo, sino que probablemente se haría más profunda. Y aunque la razón le decía que debía mantenerse distante, su corazón y su cuerpo comenzaban a traicionarlo, acercándolo cada vez más a la mujer que, irónicamente, lo hacía sentir más vulnerable que nunca.Al dormir, los dos lo hacían en la misma cama con los bebés en sus cunas en el cuarto contigu
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103. La crianza
Hellen se despertó sobresaltada, su cuerpo todavía estremecido por el intenso sueño que acababa de experimentar. Su respiración era rápida y entrecortada, mientras un calor abrasador recorría cada rincón de su ser. Sentía la humedad en su piel, el pulso acelerado y el cosquilleo en sus piernas, la evidencia de lo vívido que había sido ese sueño, tan real que la dejó temblando. Su mirada se deslizó hacia Hadriel, quien estaba a su lado, dormido y tranquilo, completamente ajeno a la tormenta emocional que la azotaba.Con un nudo en la garganta, Hellen tragó saliva, tratando de calmarse, pero el deseo latente que aún la envolvía hacía imposible que su cuerpo se relajara. Sin embargo, en medio de esa agitación, un sentimiento más profundo, más verdadero, emergió desde lo más hondo de su alma. Con una suavidad casi reverente, acarició la mejilla de Hadriel, sintiendo bajo sus dedos la calidez de su piel. Cada detalle de su rostro le resultaba fascinante, desde las líneas fuertes de su mand
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104. La familia
Tras la noche de su silenciosa confesión, algo cambió entre Hellen y Hadriel. La incomodidad que había existido entre ellos se desvaneció, y comenzaron a compartir más momentos juntos, dedicándose al cuidado de sus gemelos como una pareja de padres amorosos.Hellen experimentaba una combinación de emociones cada vez que veía a Hadriel cargar a uno de los bebés o al inclinarse para cambiarles los pañales. Su corazón se llenaba de una calidez indescriptible, una sensación que mezclaba amor y gratitud, pero también un profundo sentimiento de indignidad. Se sentía indigna de compartir esos momentos con Hadriel, recordando su pasado que la manchaba.Cuando bañaban a los gemelos juntos, Hellen no podía evitar observar la atención y ternura con la que Hadriel los trataba, y aunque sonreía, en su interior luchaba con la idea de que no merecía formar parte de esa familia. Cada vez que alimentaban a los pequeños, o cuando los sacaban a pasear en el cochecito, Hellen se concentraba en el present
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105. La decisión
Hadriel se giró ligeramente para ver a Hellen. La luz suave de la lámpara resaltaba sus rasgos, y sus ojos celestes brillaban con un reflejo cálido. No pudo evitar sonreír levemente. Todo en ella, desde la manera en que se movía hasta la forma en que lo miraba, le hacía sentir que estaba exactamente donde debía estar. Se preguntaba cómo era posible que una persona tuviera tanto poder sobre sus emociones, cómo Hellen, con su presencia tranquila y afectuosa, había logrado entrar en lo más profundo de su corazón.Hadriel se dio cuenta de que no quería que esto terminara. La felicidad que sentía al estar con Hellen y su familia era algo que nunca había experimentado antes. No se trataba solo de cumplir con un contrato o con las expectativas que había sobre él; se trataba de vivir momentos que llenaban su alma, de experimentar un tipo de amor y conexión que nunca antes había conocido.Mientras seguía mirando a Hellen, embelesado, Hadriel entendió que ella había logrado lo que nadie más hab
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106. La confesión
Hadriel se acercó a ella, sus pasos seguros pero su corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Hellen levantó la mirada y le dedicó una sonrisa que hizo que todo en su interior se reafirmara.—Hellen, ¿puedo hablar contigo un momento? —dijo Hadriel, con su voz tranquila, pero con un matiz de seriedad que captó la atención de Hellen.Ella asintió. Al pasar por la sala de estar Hellan y Howard los vieron y sonrieron con complicidad. Hadriel la llevó a su despacho, donde podrían hablar en privado. Una vez allí, tomó un momento para reunir sus pensamientos antes de continuar.—Quisiera pedirte algo —comenzó Hadriel, manteniendo su mirada fija en la de ella-—Sí, dime.—¿Quieres cenar? ¿Solo nosotros dos?Hellen parpadeó, sorprendida por la propuesta. Aunque habían compartido muchas comidas juntos, esta invitación tenía un tono distinto, uno que no podían ignorar.—¿A cenar? —preguntó ella, como si necesitara confirmar lo que había escuchado.—Sí. —Hadriel asintió.El corazón de Hel
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107. La negación
En ese instante, el miedo y la inseguridad la invadieron. El peso de su pasado, la culpa que llevaba dentro, todo se precipitó sobre ella, haciéndola retroceder. Con un movimiento sutil, pero decisivo, Hellen dobló su rostro, evitando el ósculo que él le ofrecía. Justo en ese momento, un relámpago rasgó el cielo, iluminando brevemente sus rostros en un destello blanco. El estruendo del trueno que siguió retumbó en el firmamento, como si la naturaleza misma estuviera reaccionando al conflicto que se desarrollaba en sus corazones.—No —dijo Hellen, su voz apenas un susurro, pero firme en su resolución.El trueno resonó nuevamente, pero esta vez, fue el eco de su propia determinación. El dolor en los ojos de Hadriel fue evidente, y aunque ella podía sentir el sufrimiento que le estaba causando, no podía dejar de lado el abismo que la separaba de él. Su corazón se rompió un poco más en ese momento, sabiendo que, a pesar de lo que ambos pudieran sentir, el destino parecía empeñado en mante
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108. El paraguas
El frío de la lluvia se mezclaba con el calor de sus lágrimas, creando un contraste que solo acentuaba la tormenta emocional que la consumía. Su pecho subía y bajaba con fuerza, luchando por aire entre los sollozos que la ahogaban. La sensación de vacío que había sentido al quitarse el anillo ahora se había convertido en un abismo en su corazón, un agujero negro que absorbía toda su energía, dejándola sin fuerzas.Cada recuerdo de Hadriel pasaba por su mente como una herida abierta. Su rostro serio, pero amable, sus ojos turquesa que la miraban con una mezcla de calidez y admiración, su voz profunda que siempre encontraba la manera de tranquilizarla. Todo eso ahora era parte de un pasado que había decidido destruir, y esa decisión la quemaba por dentro. Sentía como si hubiera traicionado no solo a Hadriel, sino a sí misma, a todo lo que alguna vez había querido ser y tener.El peso de su decisión era aplastante. Sabía que había hecho lo que creía correcto, pero eso no aliviaba el dolo
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109. Lucha interna
Hadriel miró a Hellen, su rostro empapado de lágrimas y lluvia. No importaba cuánto doliera, no importaba cuánto deseara que ella sintiera lo mismo por él, lo único que realmente quería era que estuviera a salvo, que supiera que él siempre estaría allí para ella, sin importar lo que ocurriera.La tormenta alrededor de ellos era intensa, pero en ese momento, Hadriel solo podía pensar en lo frágil que se veía Hellen. No era solo la lluvia que caía sobre ella, sino la carga que llevaba en su corazón, esa carga que él deseaba aliviar de alguna manera. Aun si eso significaba aceptar que ella no lo amaba, aun si eso significaba dejarla ir, él lo haría, porque su amor por ella era más grande que su propio deseo de ser amado a cambio.Hadriel tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que, a pesar de todo, debía estar allí para ella, incluso si eso significaba mantener una distancia que lo destrozaba por dentro. Porque para él, Hellen se había convertido en su verdadera esposa, su
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