Un día después, Rafael colgó el celular, recién había llamado a Víctor, y quedaron en reunirse con David en un restaurante cercano a la empresa Rowling. —¿Vas a ir? —preguntó Mónica, afligida—. Me preocupa lo que pueda pensar ese hombre. —¿No eres tú la que dice que David es un estúpido? —bromeó, acercándose a ella para calmarla—. Porque no pienso dejar que nos pisotee. Además, seguro quiere entregarle el niño a Víctor, y saber qué piensa hacer con Catherine. —Creí que él era el enemigo… —Arrugó la boca, infantil. Él acarició su mejilla, porque sabía cuando Mónica deseaba su cariño. Ya la conocía. —A veces hay que hacer tratos con el enemigo, se llama estrategia, y puede hacernos ganar —proclamó, alejándose para ponerse el saco—. No te preocupes, volveré lo más pronto posible. Te encargo el papeleo. La mujer hundió las cejas, vio la pila de papeles que había encima del escritorio de su jefe, y pensar que debía leerlos todos… —Vaya trabajo me toca hoy —suspiró, encogida de hombr
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