—¿Estás bien? —preguntó Rafael, vio que Mónica se había llevado a la niña al salón, dónde todos la recibieron con amor. —Victoria está feliz, eso es lo que importa ahora —le sonrió—. Hubieras visto cómo llegó Elsa, despeinada y loca porque se le había escapado la niña. Rafael comprimió una sonrisa. Acarició la mejilla de Mónica, aprovechando que ella estaba sentada en una de las tantas sillas, mientras veía a Victoria a lo lejos ser pintada por una payasita. —¿Qué te dijo David? Hablemos de eso —pidió, sin dejar de tocarla. Luego, su mano viajó hasta su cuello, se veía mejor que antes. Rafael estaba frustrado por no haber llegado a tiempo, ese infeliz merecía un golpe más. —Lo mismo de siempre —Bajó la cabeza—. Y lo siento, se me salió lo de que su hijo es ilegítimo. —¿Qué? —Tranquilo, no me creyó. Más bien, eso fue lo que provocó que me hiciera daño —murmuró, apenada por haberse dejado intimidar—. Tenías que haber visto cómo Victoria me defendió. —Es una niña muy valiente, y
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