—¿Estás bien? —preguntó Rafael, vio que Mónica se había llevado a la niña al salón, dónde todos la recibieron con amor. —Victoria está feliz, eso es lo que importa ahora —le sonrió—. Hubieras visto cómo llegó Elsa, despeinada y loca porque se le había escapado la niña. Rafael comprimió una sonrisa. Acarició la mejilla de Mónica, aprovechando que ella estaba sentada en una de las tantas sillas, mientras veía a Victoria a lo lejos ser pintada por una payasita. —¿Qué te dijo David? Hablemos de eso —pidió, sin dejar de tocarla. Luego, su mano viajó hasta su cuello, se veía mejor que antes. Rafael estaba frustrado por no haber llegado a tiempo, ese infeliz merecía un golpe más. —Lo mismo de siempre —Bajó la cabeza—. Y lo siento, se me salió lo de que su hijo es ilegítimo. —¿Qué? —Tranquilo, no me creyó. Más bien, eso fue lo que provocó que me hiciera daño —murmuró, apenada por haberse dejado intimidar—. Tenías que haber visto cómo Victoria me defendió. —Es una niña muy valiente, y
Le estaban cantando cumpleaños a Victoria, la niña había soplado las velitas y los aplausos llenaron el salón en un sinfín de alegrías. Mónica la estaba cargando, y le dio un fuerte abrazo al ver que pudo con las velas, aunque seguramente no sabía pedir un deseo todavía. —Lo hiciste excelente, mi amor —Besó su frente—. Habrá mucho pastel para ti. —¡Y para mí también! —Elsa alzó la mano, a ella le gustaba comportarse como una niña cuando se trataba de Victoria. La pequeña aplaudió por su cuenta, entre risas. Su corazón estaba contento, saltaba de alegría dentro de su pecho. Por otro lado, Rafael caminó en dirección a Alejandro cuando empezaron a picar el pastel. —Te ves bastante serio —proclamó su suegro—. ¿Te preocupa David? Puedo callarlo cuando me lo pidas. —No es eso. —¿Entonces? —La boda será dentro de tres semanas. ¿Crees que puedas ayudarme a encontrar un lugar adecuado? Será la ceremonia del año. La boda entre Rafael Rowling y Mónica Bustamante estará en boca de todos —
Mónica había llegado a su trabajo, faltaba muy poco para la boda y Rafael quería que fuera una sorpresa para ella. —Hola, Lisandra… —¡Mónica! —La recepcionista salió del mostrador con tal de abrazar a su amiga—. Ay, Dios. Supe que te secuestraron y que tu ex marido te agredió. ¿Cómo estás? Mónica parpadeó. —¿Quién te lo dijo? —El jefe, por supuesto. Ya me preocupaba no verte desde hace más de una semana —murmuró, apenada—. Menos mal que lograron meter presos a los secuestradores y eso… —Ah… Si supiera que en realidad terminaron muertos. Pero Rafael trataba de no meter a ningún empleado en su infierno, el único que sabía era Camilo por ser su aliado más cercano.Les contó a todos que Mónica fue secuestrada, pero que la policía se encargó del caso. —Amiga, sé que te casarás pronto. No dejan de murmurar por todo el edificio sobre una supuesta boda del año —Usó un tono chismoso—. Me invitas, ¿verdad? —Lisandra, todos en el edificio están invitados —rio—. Eso te incluye a ti. —Ra
Camilo había llegado al despacho de Rafael en la mansión, aprovechando que él estaba disponible ese día. Había conseguido a un vital aliado, uno que jamás creyó que obtendría. De hecho, quería hablar con Rafael sobre eso. Tocó. —¡Pasa! Abrió la puerta y vio que su jefe estaba solo, revisando varios documentos sobre el escritorio. —¿Recibiste mi mensaje? —He estado ocupado hoy, no he podido ni revisar el celular —resopló, cansado—. ¿Es muy importante lo que tienes para decir?—No sabes cuánto —Ladeó la sonrisa. Rafael tuvo que dejar el trabajo de lado, porque cuando Camilo le decía eso, era suficiente para prestar suma atención. —Te escucho. —Hay un excelente aliado que nos ayudará en nuestro objetivo, o bueno, en tu objetivo —expresó, sentándose frente a él—. Está esperando afuera. Quise obtener tu permiso antes de dejarlo entrar. —Antes de llegar a esa decisión, ¿de quién estamos hablando? —Frunció el ceño. —Víctor Miller. Rafael abrió los ojos. Se trataba del hombre que
—¿Cómo que el amante de Catherine ahora está de nuestro lado? —inquirió Mónica, quedó aturdida. Ella estaba junto a Rafael, recién se había bañado y era de noche. Victoria ya dormía en la habitación de al lado, eso significaba que estaban solos. La rubia terminó de vestirse con una bata casi transparente, sin brasier y con unas bragas negras que eran visibles. —Así como lo oyes. Créeme, será un buen aliado a la hora de actuar. —Es que… No me lo esperaba, sinceramente —murmuró, sentándose al lado de su prometido—. Por otro lado, últimamente hemos tenido mucho sexo, ¿qué buscas, Rafael? —sonrió con picardía.—Vaya, me has descubierto —La tomó de la cintura estando de lado—. Quiero hacerte un hijo. Plantó sus labios en un apasionado beso que la dejó con los ojos abiertos. Mónica se sorprendió, era algo inesperado, pues ya le había contado todo lo que tuvo que pasar para tener a Victoria. Mónica se sintió un poco inútil otra vez, porque no podía cumplir el deseo de un hombre. —Rafa
Mónica se había arreglado para ir a comprar el vestido, Lisandra quedó en acompañarla a la tienda dónde había comprado el suyo en el pasado. —¿Por qué no puedo ir? —preguntó Rafael, arrugando los labios. Se estaba despidiendo de su mujer en la entrada de la mansión. Elsa también quiso ir, pero Victoria no la dejó, así que tuvo que quedarse a cuidarla. —Dicen que es de mala suerte que el novio vea el vestido de la novia antes de la boda —respondió la rubia, con una risita.—Pienso que solo es un mito —bufó, abrazó a Mónica con fuerza. Inhaló el dulce aroma de su cabello, era un champú que olía a fresas. Se quedó así un buen rato, disfrutando de la calidez que le brindaba. Se sentía como un niño pequeño cuando estaba con ella. El auto de Lisandra apareció. Bajó el vidrio para saludar a la parejita. —Buenos días, lamento interrumpir, pero necesito llevarme a la novia con urgencia —bromeó, quitándose los lentes de sol—. Tenemos una misión importante. —Es toda tuya, Lisandra —Rafae
—Pues… Eso fue lo que me comentó. Mónica estaba sentada en el despacho de Rafael, le había contado lo que sucedió con Catherine el día anterior cuando fue a comprar el vestido. —¿Dices que David descubrió que trabajo con la mafia? —inquirió, alzando una ceja—. Mónica, no tienes de qué preocuparte. ¿Se te olvida que ese hombre me ruega cada vez que necesita dinero? —No es que me preocupe, pero David puede ser impredecible —resopló, decaída.—Hablaré con él —Se levantó, dispuesto a visitar el hogar de su enemigo. —¿Qué? ¡No! —Tú no tendrás problemas, si él estuvo investigando sobre nosotros, significa que sabe las consecuencias de ser descubierto —proclamó, acomodando su corbata—. Será rápido. Alguien abrió la puerta, interrumpiendo el ambiente tenso que se había creado. Alejandro cruzó el umbral con aires de grandeza, tenía buenas noticias. —El salón privado dónde se hará la boda está listo —informó. —Papá, todavía faltan cuatro días. —¿Por qué tienen esas caras? ¿Interrumpí s
Mónica se vio una última vez en el espejo, Elsa la acompañaba y tenían que salir de la mansión. Estaba lista, bella y emocionada por su boda. El vestido blanco la hacía ver como una princesa, porque le agregaron piedras preciosas en la parte del torso. Ella quería llorar, pero no iba a arruinar el maquillaje que le hizo la estilista profesional que se fue hace rato. —Oh, Mónica —Elsa no contuvo las lágrimas. Sollozó, como no se echó rímel, no le importó llorar. Abrazó a su querida amiga y jefa, la que conoció por obras del destino y vio cómo olvidó a su antiguo amor, para darse la oportunidad de conocer a alguien mucho mejor. —¿Me veo bien? ¿No me falta nada? —interrogó, mordiéndose el labio—. Papá debe de estar afuera esperándonos. Él me llevará al altar. —¿Que si te ves bien? ¡Te ves increíble! Por Dios, eres la novia más hermosa que he visto en mi vida —chilló, secando sus lágrimas—. Si no fuera heterosexual, sin dudas me enamoraría de ti. —Ay, Elsa, no exageres —refutó, en u