CAPÍTULO 29: INSTINTO ASESINO. Svetlana sintió que el aire la abandonaba. El miedo la envolvía como una sombra fría y asfixiante. Por más que peleaba, por más que intentaba apartarlo, Ricardo no se movía. Sus labios la aplastaban con violencia, invadiendo su espacio, robándole todo rastro de voluntad. Su aliento apestaba a alcohol, y eso solo hacía que el pánico dentro de ella creciera. —¡Déjame! —gritó. Ricardo no escuchaba, o tal vez no quería escuchar. Sus manos, ásperas y torpes, comenzaron a recorrer su cuerpo sin permiso, como si tuviera derecho a hacerlo. Svetlana sintió náuseas, pero también una chispa de furia que se encendió en su interior. Peleó, pateó, arañó, pero él era más fuerte. La sujetaba con firmeza, riéndose entre dientes, como si su resistencia fuera un juego. —Deja de hacerte la difícil, Svetlana —murmuró con voz pastosa—. Sabes que te gusta... no te hagas la santa ahora. Ella sintió cómo las lágrimas comenzaban a arder en sus ojos, pero no iba a rendirse. N
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