CAPÍTULO 27: NADIE VENDRA A SALVARTE.El lujoso auto negro se detuvo frente al hospital. Uno de los guardaespaldas abrió la puerta trasera y Lana salió con una sonrisa breve, aunque un tanto tensa. Sus ojos se dirigieron de inmediato hacia la entrada, mientras su corazón latía con fuerza descontrolada. Le dio un asentimiento de cabeza al guardaespaldas antes de caminar hacia la entrada.El hombre la siguió de cerca, como una sombra. Lana suspiró, resignada. La advertencia de Enzo aún flotaba en su mente, pesada y constante. «No te separes de los guardaespaldas, monella».Y mientras cruzaba el vestíbulo, sus pensamientos la traicionaron y, de repente, recordó los últimos momentos con él. Las palabras de Enzo desaparecieron, reemplazadas por imágenes vívidas: sus manos firmes recorriéndola, su cuerpo cediendo bajo el suyo con una intensidad que encendía cada rincón de su ser.Se mordió el labio al recordar cómo él le hacía el amor, cada vez más feroz, como si intentara grabarse en su p
CAPÍTULO 28: NADIE VENDRA A SALVARTE (II) La mirada de Svetlana se endureció, aunque su corazón latía con tanta fuerza que sentía que podría estallar. Dio un paso atrás, manteniendo la distancia con Ricardo, pero sus manos comenzaron a temblar.—Aléjate, Ricardo. No sé qué estás haciendo aquí, pero esto no te va a salir bien.Él dejó escapar una carcajada oscura, llena de desprecio. El olor a alcohol llegó hasta ella.—¿De verdad crees que me importa cómo termine esto? —dijo con voz cargada de burla y odio—. Después de lo que me hiciste... ¿de verdad crees que voy a dejarte ir tan fácilmente?Lana tragó saliva, intentando mantenerse firme.—No intentes nada —dijo—. Los hombres de Enzo están abajo. Subirán en cuanto vean que no bajo.Ricardo entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa torcida.—¿Y qué? —respondió, acercándose peligrosamente a ella—. Que Enzo se entere me importa una mierda, Svetlana. Lo que me importa es que tú pagues por lo que me hiciste. Por haberme humillado en esa i
CAPÍTULO 29: INSTINTO ASESINO. Svetlana sintió que el aire la abandonaba. El miedo la envolvía como una sombra fría y asfixiante. Por más que peleaba, por más que intentaba apartarlo, Ricardo no se movía. Sus labios la aplastaban con violencia, invadiendo su espacio, robándole todo rastro de voluntad. Su aliento apestaba a alcohol, y eso solo hacía que el pánico dentro de ella creciera. —¡Déjame! —gritó. Ricardo no escuchaba, o tal vez no quería escuchar. Sus manos, ásperas y torpes, comenzaron a recorrer su cuerpo sin permiso, como si tuviera derecho a hacerlo. Svetlana sintió náuseas, pero también una chispa de furia que se encendió en su interior. Peleó, pateó, arañó, pero él era más fuerte. La sujetaba con firmeza, riéndose entre dientes, como si su resistencia fuera un juego. —Deja de hacerte la difícil, Svetlana —murmuró con voz pastosa—. Sabes que te gusta... no te hagas la santa ahora. Ella sintió cómo las lágrimas comenzaban a arder en sus ojos, pero no iba a rendirse. N
CAPITULO 30: ATAQUE SORPRESA.El cañón de la pistola de Enzo se levantó de repente, apuntando directamente al rostro de Ricardo. Enzo no parpadeó, no dudó. Un segundo después, el estruendo de un disparo ensordecedor llenó la habitación. La bala atravesó el cráneo de Ricardo, y la sangre salpicó la pared detrás de él.El silencio que siguió fue tan pesado como el aire después de una tormenta.Detrás de Enzo, Svetlana estaba paralizada. Sus ojos no podían apartarse del cadáver, de la sangre, del arma que todavía descansaba en la mano de Enzo. No podía gritar, ni siquiera respirar con normalidad. Su cuerpo temblaba y su voz estaba atrapada en su garganta.Enzo bajó la pistola lentamente, su mirada fija en el cadáver de su sobrino como si estuviera asegurándose de que Ricardo no volvería a desafiarlo nunca. Luego, dejó escapar un suspiro, pero no de alivio, sino de cansancio, como si esto fuera solo una molestia más en una vida llena de problemas. Giró la cabeza hacia Svetlana, pero antes
CAPÍTULO 31: ESCAPE MORTAL.El corazón de Enzo pareció detenerse por un instante, y la imagen de ella, indefensa, cruzó su pensamiento y, sin meditarlo, salió disparado del estudio como alma que lleva el diablo. Cada paso era un latido desesperado, su pecho apretado por el miedo, la furia y la urgencia.Mientras tanto, Cassio permaneció inmóvil solo un momento antes de tomar acción. Sacó su arma con precisión y dio órdenes rápidas al guardaespaldas que aguardaba por ellos.—Preparen la salida de emergencia —ordenó, y antes de que el hombre se moviera, añadió—. Esto tiene la marca de los Orlov. Solo ellos juegan así. Y solo significa que nos están declarando la guerra.[*]Arriba, Svetlana salía del baño, ajustándose la bata, con el cabello aún húmedo. Pero se detuvo en seco cuando escuchó la explosión. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y su corazón comenzó a latir con fuerza.—¿Qué fue eso? —murmuró para sí misma, mientras un pánico helado comenzaba a instalarse en su pecho.De r
CAPÍTULO 32: ELLA VIENE CON NOSOTROS.Justo cuando parecía que lograban poner distancia, otro grupo de hombres apareció al final del túnel, cerrando la salida trasera. Enzo maldijo de nuevo, golpeando el volante con frustración mientras el sonido de los pasos de los atacantes resonaba, acercándose.Cassio giró la cabeza hacia él.—Dime que tienes un plan. Porque, si no, esta será una noche muy corta.Enzo respiró profundamente, sus ojos fijándose en el retrovisor donde Svetlana lo miraba aterrada. Algo dentro de él se apretó al verla. Estaba asustada, mucho, y no había salida.La verdad es que, por primera vez, no sabía qué hacer. Estaban atrapados.El aire se volvió más denso cuando un hombre bajó del camión blindado. Era alto, con una complexión atlética que hablaba de horas de entrenamiento y una confianza arrogante que se reflejaba en cada paso. Su cabello rubio, perfectamente peinado, brillaba bajo la tenue luz que iluminaba el túnel. Pero lo que más llamaba la atención eran sus
CAPÍTULO 33: DEJANDOLA IR.El pedido de Iván resonó como un eco pesado en la cabeza de Enzo. La petición de llevarse a Lana lo golpeó directo al estómago, pero no dejó que su miedo se notara. Apoyó una mano en el volante, intentando que no temblara. Su mirada, sin embargo, era dura, fría, como si nada pudiera atravesar esa fachada de hombre impenetrable que tanto se esforzaba por mantener.Respiró hondo antes de responder, con una sonrisa irónica curvando apenas sus labios.—¿Llevarte a mi esposa? —repitió con un tono lento y deliberado—. No sabía que tenías vocación de suicida, Iván.El otro hombre hizo una mueca burlona y desvió su atención hacia Lana, evaluándola de arriba a abajo con descaro.—Bueno, supongo que no sabes quién manda aquí, ¿no?El comentario apenas había salido de su boca cuando Enzo se movió como un rayo. Sacó el arma que llevaba oculta y la apuntó directamente a la cabeza de Iván. Todo ocurrió en un segundo, tan rápido que incluso Cassio pareció contener el aire.
CAPÍTULO 34: EL SECRETO REVELADOLos ojos de Enzo siguieron a Lana hasta que su figura desapareció dentro del camión. De repente, una risa burlona resonó junto a su oído. —Vaya, vaya… ¿acaso te has enamorado, Enzo? —susurró Iván, con un tono impregnado de burla. Enzo apretó la mandíbula, pero no respondió. —Tranquilo, amigo —continuó Iván, alzando las cejas con una sonrisa descarada—. Ahora que estaré más cerca de ella… quién sabe, tal vez yo tenga mejor suerte. Quizá pueda convencerla de que le gusta mi compañía.Eso fue demasiado. La visión de Lana siendo llevada contra su voluntad ya era un infierno en su mente, pero esas palabras fueron la chispa que encendió la mecha. Enzo se giró de golpe y, sin dudarlo, lanzó un puñetazo directo al rostro de Iván. El impacto fue tan fuerte que Iván retrocedió un paso, llevándose una mano a la nariz mientras un hilo de sangre comenzaba a escurrirle. —¡Hijo de puta! —gruñó, con los ojos llenos de furia.Pero antes de que Enzo pudiera dar otro